Desde la Antigüedad, no solo los grandes pensadores debatían acerca de valores como la honestidad. Los ciudadanos a pie de calle también tenían sus propias reflexiones al respecto, dado que la experiencia les llevaba a ello en más de una oportunidad. Y es que, en realidad, nadie está exento de meditar al menos un poco sobre este tema, en especial, quienes tienen hijos.
A partir del momento en que un ser humano comienza a hablar, nos damos cuenta de que no hay una segunda intención detrás del discurso. Un bebé pide comida o dice que está triste porque así lo siente, sin más. Sin embargo, conforme crecen, los niños toman el ejemplo de los adultos.
A menudo, las personas ocultan sus verdaderas intenciones con la finalidad de obtener un beneficio. Y los niños pequeños aprenden a imitar este tipo de comportamiento para conseguir lo que desean de una forma fácil. Entonces, decir la verdad se torna un asunto, más bien, poco conveniente.
¿Qué es la honestidad?
La honestidad (del latín honestitas) es un valor que permite la buena vida en sociedad desde tiempos inmemoriales. Al practicarse de forma constante, hace que la persona inspire confianza, respeto y también, tranquilidad. ¿Por qué? porque es una persona que mantiene la coherencia entre sus ideas y sus acciones, por ende, tiene claridad de pensamiento.
Una persona honesta es una persona que tiene intenciones sanas, es decente, razonable y justa.
Asimismo, una persona honesta entiende que la honestidad es algo que se cultiva día a día, mediante su práctica. De allí que los padres deban fomentarla desde la niñez temprana.
¿Por qué tu hijo comenzó a mentir?
Como comentábamos anteriormente, cuando los niños comienzan a hablar no saben decir más que la verdad. Sin embargo, y por muchas razones, al crecer, comienzan a ser deshonestos. Por lo general, para evitar las consecuencias de sus acciones: un regaño, un castigo y cualquier otra privación del placer.
Ahora bien, los niños aprenden a ser deshonestos por la conducta de las personas a su alrededor, especialmente de los adultos. Al ver que mediante la mentira pueden ganarse el favor de los demás u obtener algún tipo de recompensa, creen que este no solo es el camino más fácil para conseguir lo que quieren sino también, el que está ‘bien visto’ por sus modelos.
La honestidad se aprende con el ejemplo
Si los niños observan a los adultos decir mentiras u ocultar cosas, entonces aprenderán que la honestidad es algo que no les beneficia y que todo es válido mientras no se descubra la mentira. Por otra parte, si se les convierte en cómplices de un comportamiento deshonesto, no sabrán distinguir claramente entre lo que es correcto y lo que no.
Si tu hijo es honesto a menudo, es importante reforzar sus acciones y felicitarlo por ello. Y si alguna vez falla, como es natural en nosotros los seres humanos, hay que tener en cuenta que la mejor medida disciplinaria que puedes tomar es corregir desde un enfoque positivo.
Consejos para cultivar la honestidad
Habla con tu hijo sobre qué es la verdad y por qué ayuda a ser mejores. Explícale que las personas que mienten no son confiables, y aquellos que no son fiar no siempre son bien recibidos por otros.
Por otra parte, enséñale que no es malo responsabilizarse por los propios actos. Toda acción tiene consecuencias y hay que saber pensar antes de actuar. Si ha cometido una falta, explícale qué es lo que ha hecho mal, por qué esta mal y cómo podría hacerlo bien en un futuro.
El hecho de que el niño opte por decir la verdad en la próxima situación será la señal de que ha entendido su error y ha decidido mejorar. Por eso, evita a toda costa hacer cómplice a tu hijo de mentiras, por más simple que sea. Por otra parte, trata de no justificar a tu hijo cuando diga alguna mentira o que participe en ella como un ‘juego’.
Si tu hijo ha aprendido a decir mentiras en la escuela, por la conducta de otro niño, no lo castigues. La mejor medida que puedes tomar es enseñarle a que, aunque otros niños lleven a cabo acciones malas, él no tiene por qué imitarlas. Por supuesto, esto se logra teniendo en cuenta los consejos anteriores.
A la hora de cultivar la honestidad es necesario recordar que hay que adecuar nuestro lenguaje y acciones a la edad del niño, ya que así nos aseguraremos de que nuestro mensaje sea verdaderamente comprendido y puesto en práctica.
Bibliografía
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