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¿Es normal que mis hijos se peleen todo el rato?

3 minutos
Las peleas entre hermanos pequeños suelen ser una situación normal en muchas familias. Las causas son muy variadas: envidias, celos, posesión de juguetes... Es un papel importante, por parte de los padres, el deber de mediar en estas situaciones.
¿Es normal que mis hijos se peleen todo el rato?
Última actualización: 04 enero, 2021

En cuestiones de crianza y educación, compartir experiencias con otras personas cuidadoras es esencial para no desesperar. Frases como ‘no quiero que mis hijos se peleen todo el rato’, son mucho más frecuentes de lo que los padres se imaginan. En este artículo veremos algunos consejos para evitar las peleas entre hermanos pequeños.

Cuando son pequeños, el narcisismo incipiente hace que sea difícil compartir espacios, afectos y juguetes. En la actualidad, los modelos de crianza aconsejan respetar los tiempos y procesos de los niños.

Juego, pelea, juego…

El hecho de que los hermanos peleen es normal, siempre dentro de ciertos parámetros. En la mayoría de casos, son los juegos los que desembocan en peleas. Lo normal sería que, cuando terminase la discusión, los niños volvieran a jugar sin rencores. La resolución positiva es lo deseable.

Lo que sí debería ser motivo de consulta con especialistas es la agresión permanente. Si uno de los hermanos maltrata injustificada y repetidamente al otro o a los otros, quizás se deba a un problema que exceda la relación fraternal. El trastorno de espectro autista (TEA), por ejemplo, podría provocar reacciones desmedidas en los niños hacia las personas que los rodean.

En cualquier caso, aquellos padres que dediquen atención de calidad a sus hijos también podrán resolver, con ayuda terapéutica, que sus hijos con TEA socialicen con sus hermanos, dentro de los parámetros de peleas y reconciliaciones propias de los niños.

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¿Es normal que mis hijos se peleen todo el rato?

Lo normal es que después del juego venga la reconciliación. Sin embargo, a veces son los propios padres quienes, con su intervención, dificultan la buena relación entre sus hijos. Las dudas son comprensibles: ¿cuándo poner límites? ¿cómo detener una pelea? ¿qué hacer si un hijo no logra sosegarse con sus hermanos?

Las peleas entre hermanos pueden pasar por distintas etapas. Primero es un juguete, luego la bicicleta, una consola o la rivalidad en el grupo de amigos. Puede ocurrir que haya un hijo más conflictivo que los otros. Ante estas situaciones, poner etiquetas es uno de los errores más frecuentes en los padres que llegan a una consulta terapéutica preguntando si es normal que sus hijos se peleen todo el rato.

Hay quien comete el grave error de considerar ‘malo’ o ‘poco normal’ a uno de sus hijos, culpándolo constantemente por las peleas. Para un niño, que se considere la maldad como algo inherente a su persona puede ser demoledor. Así, es fundamental hablar con los hijos para poner freno a la situación, es lo deseable para una crianza basada en la consciencia y el respeto.

Motivos de peleas y maneras de mediar entre ellas

Identificar el motivo de la pelea es importante: no se deben minimizar las causas de cada niño. Además, muchas veces las razones aparentes esconden miedos o inseguridades que los niños aun no pueden expresar. De este modo que los padres deben, ante todo, observar y escuchar. Así detectarán lo que se repite en cada riña.

El hecho de que te preguntes qué hace que tus hijos se peleen todo el rato, sin estar atentos a las causas, hará imposible una intervención adecuada. Para la mente de los pequeños, proteger sus juguetes de ser dañados es comprensible y deseable.

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También es importante para los más niños cuidar el vínculo que tienen con sus padres. Por ello, la mediación de los adultos debe ser, ante todo, comprensiva y empática. Las charlas, los argumentos y el buen trato deben ser un ejemplo dado por los adultos en cada hogar.

Si los padres están demasiado ausentes, sea por falta de tiempo o por otras cuestiones, puede que los niños encuentren en las peleas un modo de expresar la soledad. Necesitan tiempo de calidad para sí mismos y para pasarlo con sus hermanos.

A modo de conclusión, hay que destacar que la figura de los adultos debe ser un gran ejemplo de diálogo y comprensión. No solo hay que enseñar a compartir, también a escuchar, a conservar la calma y a perdonar a aquellos a los que quieres.


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