7 efectos de ser criados por padres sin inteligencia emocional

Las emociones nos ofrecen información sobre cómo nos sentimos y qué deseamos hacer. Desconocerlas es no permitir darnos lugar a nosotros mismos. Sin dudas, esto atenta contra nuestra identidad y nuestro bienestar.
7 efectos de ser criados por padres sin inteligencia emocional
Maria Fátima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fátima Seppi Vinuales.

Última actualización: 19 julio, 2023

La crianza con padres sin inteligencia emocional puede dificultar el desarrollo de las distintas habilidades para la relación con los otros y el autoconocimiento de los niños. Tal como lo menciona Daniel Goleman en su libro La inteligencia emocional, la familia es la primera escuela para el aprendizaje de las emociones.

En este sentido, identificar y gestionar nuestras emociones —o no hacerlo— depende, al menos en una primera instancia, de aquello que vivamos en nuestro hogar. No cultivar la inteligencia emocional puede tener ciertas consecuencias sobre la salud y la calidad de vida. Conoce más sobre este tema a continuación.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Antes de adentrarnos en el tema, es preciso describir qué es la inteligencia emocional. Según Seitún, los psicólogos Salovey y Mayer la definen como:

«La capacidad de controlar los sentimientos y las emociones propias, así como las de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar los pensamientos y las acciones».

Según la psicóloga Maritchu Seitún, podemos identificar alrededor de 5 distintos estilos de respuesta en los progenitores. Estos, a su vez, pueden ir cambiando a medida que el niño o la niña crezca. Así mismo, pueden variar entre la madre y el padre.

  • Los permisivos: son aquellos que se «acomodan» a sus hijos. No son capaces de marcar un límite.
  • Los autoritarios: no empatizan, son inflexibles y rígidos.
  • Los despectivos: invalidan la emoción o el pedido de su hijo.
  • Los ambivalentes: a veces pueden ser un soporte, a veces no. No hay una coherencia o estabilidad en el tiempo.
  • Los que minimizan: desconocen la importancia de la demanda de su hijo.

Según la profesional, estos estilos no son los adecuados para brindar una respuesta empática y sensible. En este sentido, los padres sin inteligencia emocional subestiman lo que sienten sus hijos y dificultan su expresión. Esto tiene consecuencias en la vivencia y expresión de las emociones en los niños.

Consecuencias de ser criados por padres sin inteligencia emocional

La inteligencia emocional es un factor crucial en la crianza de los hijos. Cuando los padres carecen de esta habilidad para reconocer, comprender y manejar sus propias emociones, así como las de sus hijos, pueden surgir una serie de consecuencias que afectan el desarrollo emocional y psicológico de los pequeños.

En este sentido, es importante analizar las siete consecuencias más comunes que pueden surgir cuando los niños son criados por padres sin inteligencia emocional.

1. Escaso contacto con el propio universo emocional

Los hijos de padres que no dan importancia a las emociones han crecido en un entorno «aséptico». Como si no sintieran, sin posibilidades de expresarse.

Aquí podemos encontrarnos con casos de hijos que no saben lo que sienten, que saben que algo les pasa, pero les resulta difícil e incómodo ponerlo en palabras.

También pueden aparecer casos de niños complacientes, que se «acomodan» a los deseos y necesidades de los otros, al ser incapaces de reconocer las propias. Son niños que dudan y que toman como referencia a otros para poder pensarse a sí mismos.

También encontramos casos de hijos que reaccionan de una manera «políticamente correcta» para evitar confrontar.

2. Daltonismo emocional

Este es un término propuesto por la psicóloga Maritchu Seitún. Se trata de aquellas situaciones en la que los padres solo dan lugar o prestan atención a aquellas emociones que conocen.

En general, son adultos que no se atreven a tomar contacto con sus propias emociones, por lo tanto, también restringen las experiencias emocionales de sus hijos. Aquí podemos encontrar niños con una inteligencia emocional empobrecida.

3. Dificultades para validar y sentirse validados

Aquellos niños con padres ausentes y que no encontraron una respuesta sensible a sus demandas y experiencias emocionales, pueden tener dificultades para reconocer las emociones de los otros y tener empatía.

También pueden quitarle importancia a aquello que experimentan. Incluso llegan a igualar a las emociones como «algo que está mal» o que es «negativo» y que, por lo tanto, hay que ocultar o negar.

4. Problemas al relacionarse con otras personas

Al no conocer sus emociones —ni cómo expresarlas ni sus límites—, en ocasiones los pequeños no saben «leer el entorno» ni cómo comportarse. De esta manera, es posible que tengan una respuesta que no es adecuada a la circunstancia.

5. Dificultades en el control de impulsos

Al no saber cómo gestionar sus emociones, es posible que los niños experimenten ciertos desbordes emocionales, con expresiones violentas, gritos, agresividad. Para «controlarse», es importante que alguien los haya ayudado a hacerlo previamente, aportando calma y contención, ayudando a «desentrañar» ese complejo mundo emocional.

6. Empleo único del pensamiento «racional»

Ante la poca atención a la inteligencia emocional, los niños pueden aprender a guiarse solo por el pensamiento, tender a racionalizar todo, a tratar de encontrar conexiones lógicas. De este modo, se olvidan de la información que también le proporcionan sus emociones y se enfocan en la búsqueda de explicaciones.

Al respecto, Seitún manifiesta que las personas somos «sentipensantes», es decir, pensamos y sentimos. Por ello, debemos aprender a darle su lugar a ambos: pensamientos y emociones.

7. «Pseudoadaptaciones»

Esta es otra de las consecuencias que menciona Seitún. Los pequeños pueden intentar convertirse en lo que se espera de ellos, y no en lo que realmente son. Así es como van en contra de su propia autenticidad.

También pueden ser niños «sobreadaptados», que se mantienen siempre en el terreno de lo seguro, de lo «prolijo», que no se atreven a explorar más allá. Esto los aleja de «estar o sentirse vivos», tal como lo menciona Seitún. Con el tiempo, esto puede llevar a la frustración de no haberse animado y haber perdido oportunidades.

Por otro lado, intentar negar lo que nos sucede acaba «explotando» o apareciendo en otro lado: enfermedades, dolores, pérdida del interés, entre otras manifestaciones.

¿Cómo trabajar las emociones?

El manejo adecuado de las emociones nos permite enfrentar los desafíos de la vida de manera más efectiva y fortalece nuestras relaciones interpersonales. En este sentido, es fundamental adquirir las habilidades necesarias para reconocer, comprender y regular nuestras emociones de manera positiva. Algunos recursos para el abordaje de las emociones en familia son los siguientes.

Facilita la expresión de todas las emociones

En ocasiones, solemos celebrar ciertas emociones, mientras que castigamos otras. En este sentido, los niños aprenden a desplegar algunas y a silenciar otras. Lo mejor es que les permitamos que descubran todo el abanico emocional y luego ayudarlos a encontrar una respuesta saludable y amable con lo que les sucede.

Escucha a tu hijo de manera activa y genuina

Pregúntale por sus emociones, permitiendo que se exprese libremente, sin interrupciones ni juicios. Fomenta un ambiente seguro y abierto en el que tu hijo se sienta cómodo compartiendo sus pensamientos y sentimientos contigo.

Usa cuentos, películas y canciones

Más allá de reflexionar sobre el contenido en sí mismo, también puedes aprovechar para hacer preguntas del tipo: ¿Te has sentido alguna vez como este personaje? ¿Qué crees que podría ayudar a que se sienta mejor? También, existen diferentes dinámicas para que los infantes puedan pensar y gestionar sobre sus emociones.

Comparte tus experiencias

Todos experimentamos días en los que nos sentimos mejor o peor. Es importante comenzar a mostrar a nuestros hijos que también tenemos emociones, ya que esto les ayudará a sentirse cómodos al expresar las suyas propias. Al hacerlo, fomentamos la confianza y les brindamos un espacio seguro para que compartan lo que sienten.



Las emociones, una «hoja de ruta»

Las emociones aportan valiosa información sobre cómo nos sentimos, qué deseamos y qué no. Por eso, nos sirven para analizar situaciones y tomar decisiones. Debido a ello, es recomendable identificarlas, darles lugar, aceptarlas y gestionar la respuesta adecuada. Como adultos, somos los principales referentes en la educación emocional de los niños.

Por eso, como primer paso, vale la pena sumergirnos en ese universo de nuestras propias emociones y vivencias, trabajar nuestros temores, permitirnos sentir «en nuestra propia piel» para poder ser buenos interlocutores con los niños. Exponerse no es sencillo, pero es prometedor de una vida más equilibrada y sincera.

De este modo, de ser padres sin inteligencia emocional, pasaremos a ganar por partida doble en nuestro propio autoconocimiento, respeto y bienestar y en el de nuestros hijos.


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