Nadie duda que tener un hijo es una de las experiencias más maravillosas que puede vivir una madre, por no decir la mejor de su vida. Ahora bien, eso no significa que toda la existencia de la progenitora tenga que girar alrededor de la de su retoño hasta confundir la felicidad del niño con la suya propia.
Aunque un niño sea importante en tu vida, aunque su felicidad y bienestar sean tu primera preocupación, aunque debas dedicarle casi cada minuto del día a su cuidado, tú sigues siendo tú, y él es él.
¿Qué sucede cuando una madre basa toda su vida en la felicidad y bienestar de su pequeño? Que puede acarrear serios problemas psicológicos para ambos, pues no solo afectará a ella, también el hijo puede verse involucrado.
No confundir la felicidad propia con la del niño
Tal vez para alguna madre resulte duro escucharlo, pero tu pequeño no eres tú. Desde el mismo día en que comienza a gestarse, es un niño que tendrá su propio cuerpo, su personalidad y su forma única y diferenciada de ver el mundo.
Aunque ambos compartáis genes, educación y similitudes, cada persona es un mundo y eso debe respetarse. Todos somos únicos y lo que me resulta agradable a mi, puede no serlo para ti. Por ello toda madre debe tener claros estos conceptos. De lo contrario, el problema puede acabar siendo grave.
Exceso de dependencia
Si una madre que ama con exceso de locura a su niño lo sobreprotege, en realidad no le está haciendo ningún favor. Estos chicos aprenden a depender de sus progenitores para todo, por lo que no gozan de autonomía y tardan más en desarrollarse psicológicamente.
Un niño sobreprotegido suele ser menos responsable, mucho más tirano y exigente y, sobre todo, tremendamente inseguro de sí mismo. Tal vez te parezca bien mientras es muy pequeño, pero según se desarrolle y se deba socializar, este punto le afectará en exceso.
¿Qué hay de tu vida?
¿Y tú, no tienes vida? No hay que olvidar que una madre, por mucho tiempo que dedique a su pequeño, por mucho que lo ame y por mucho que desee su felicidad, sigue teniendo una vida. Pareja, familia, amigos, otros hijos… sea cual fuere tu situación, no debes dejar de lado tu mundo social.
En este sentido, es positivo cuidar a quien te rodea, pues ellos también lo harán contigo. Además, te permitirá tener ciertos descansos y disfrutar de algo de tiempo para ti. Aunque no lo creas y sueñes con estar cada segundo con tu pequeño, en los ratos de reposo puedes reflexionar sobre tus sueños, cómo educar al hijo, qué hacer para protegerlo, recibir consejos…
Ademas, no has de olvidar que un día tu niño se marchará, pues se hará mayor. Imagina que te has dedicado tanto a él que ahora todo tu mundo es su felicidad. Cuando te encuentras sola, ¿cómo crees que lo llevarás?
Insatisfacción
Otro gran problema de convertir nuestra propia felicidad en la del pequeño es la insatisfacción que esto puede provocar en él. Aunque sea de forma inconsciente, nuestras frustraciones, sueños e ilusiones podrían verse volcadas sobre el chico.
Como dijimos al comienzo del artículo, cada persona es un mundo y tu hijo es parecido, pero diferente a ti. Es importante que sea autónomo, que tenga sus propios sueños y objetivos y que se sienta libre de elegir.
Tú debes ser su guía, su ancla a la realidad y su compañera y confesora. Pero tus sueños son tuyos, no suyos. Tus desilusiones son tuyas, no suyas. Él es el único dueño de su vida, y debe ir descubriéndola poco a poco según su criterio con tu ayuda y consejo, no intentando que él haga lo que tú no pudiste en su día, especialmente si no lo desea.
Es importante que todas las madres y padres acepten a sus niños como son, y no como quieren que sean. Ellos son seres maravillosos que nos amarán sin complejos ni ambages. Pero no son nosotros, es un detalle que hemos de tener claro. Lo que me hace feliz a mi, tal vez no le haga a él. Mi felicidad no tiene siempre por qué ser la suya.
Dale un mundo bonito en el que vivir, ayúdale a ser autónomo, amable y crítico. Pero no vuelques toda tu vida y el sentido de tu existir en él, pues no merece esa responsabilidad. Debéis abrazar la felicidad ambos, cada uno con su forma de ser única, aceptando las diferentes personalidades y entendiendo que todos podemos vivir en un bello lugar de comprensión y complicidad.
Bibliografía
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