En todo embarazo existe al menos un 20 % de probabilidad de que la gestación se interrumpa antes del término. Los abortos, por lo general, se acompañan de dolor abdominal y de sangrado, por medio del cual se expulsa el tejido embrionario formado dentro de la cavidad uterina.
No obstante, existen algunos casos en los cuales el aborto espontáneo no se acompaña de ningún tipo de sintomatología, pues el embrión o feto queda retenido en el útero. Esto se conoce como aborto retenido y te contaremos de qué se trata a continuación.
¿Qué es el aborto retenido?
El aborto retenido o diferido es aquella interrupción del embarazo en la cual el embrión o el feto sin vida no se expulsa del cuerpo materno. Esto sucede porque el organismo de la mujer no detecta la pérdida del bebé y la placenta continúa ejerciendo sus funciones durante algunos días más.
A su vez, el útero no se contrae para expulsar los restos embrionarios y placentarios. Esta es la razón por la cual en este tipo de aborto no se producen los síntomas característicos, como el sangrado, los calambres y el dolor.
La mujer puede mantener al feto sin vida en su cuerpo por varios días, incluso semanas, y aumentar así el riesgo de sufrir complicaciones graves como por ejemplo, una infección sistémica.
Conoce las causas del aborto retenido
Las causas que generan el aborto retenido son las mismas que provocan las interrupciones sintomáticas y entre ellas, se destacan las siguientes:
- Alteraciones genéticas en el embrión, como las anomalías cromosómicas.
- Problemas en la cavidad uterina: miomas, útero bicorne, hipoplasia uterina o incompetencia cervical, entre otros.
- Alteraciones autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico.
- Problemas endocrinos: provocan del 5 al 10 % de los abortos. Entre estos se destacan la diabetes mellitus, el síndrome de ovario poliquístico, las enfermedades tiroideas y algunas alteraciones hormonales.
- Infecciones maternas: las enfermedades de transmisión sexual pueden interferir en la correcta evolución del embarazo, así como también las infecciones por micoplasma o citomegalovirus y la toxoplasmosis, entre otras. Todas ellas atacan directamente al embrión o al feto en formación y pueden causar malformaciones congénitas e incluso, la muerte.
- Problemas de coagulación: las trombofilias y otras enfermedades de la sangre pueden desencadenar los abortos.
- Otras enfermedades maternas, como el cáncer, las cardiopatías o la hipertensión arterial no controlada.
Junto a esto, la retención del aborto diferido en el útero puede estar relacionada con una estrechez del cuello uterino que no permite la expulsión de los tejidos formados en la gestación. También, con la ausencia de contracciones o con la falta de desprendimiento del embrión del endometrio.
¿Cuáles son los síntomas que acompañan al aborto retenido?
La particularidad de este tipo de aborto es que, por lo general, no se acompaña de una sintomatología característica. Es decir, que no suele presentarse sangrado, ni dolor abdominal que sugiera que algo ocurre dentro del útero.
Algunas mujeres pueden presentar síntomas leves, como un ligero malestar pélvico o la desaparición súbita de los síntomas del embarazo (náuseas, sensibilidad mamaria o somnolencia, entre otros).
¿Cómo se diagnostica un aborto retenido?
Al cursar con ausencia de síntomas, el aborto retenido solo se descubre mediante pruebas específicas, como una ecografía. Durante la realización de dicho examen, el médico no detectará el latido cardíaco fetal. En otros casos, podrá observar un saco gestacional sin embrión.
También, es posible diagnosticar un aborto retenido por medio de análisis sanguíneos, como la prueba seriada de la hormona gonadotropina coriónica humana. Los resultados demostrarán un descenso brusco en los niveles de esta hormona.
El diagnóstico precoz del aborto retenido es clave para mantener la salud de la mujer. La retención de tejido embrionario puede traer complicaciones mortales, como una infección intraabdominal, una septicemia, una coagulopatía por consumo o una degeneración hidrópica de las vellosidades coriónicas.
¿Cuál es el tratamiento que se debe realizar?
Cuando el especialista detecta un aborto retenido, debe decidir cuál es el tratamiento adecuado para provocar la expulsión del mismo. Se puede esperar la resolución natural o proceder a un tratamiento farmacológico o quirúrgico.
Cuando la gestación es menor a 8 semanas, el médico puede indiciar el tratamiento farmacológico con Misoprostol, que es un medicamento que dilata el cuello uterino y genera contracciones. Esto favorece a la expulsión natural del contenido embrionario.
En caso de que el aborto retenido ocurra luego de esta etapa, lo más apropiado será optar por el tratamiento quirúrgico. Este consiste en un legrado uterino, el cual aspira o elimina los restos fetales y los tejidos uterinos remanentes.
En la mayoría de los casos, los abortos espontáneos retenidos son inevitables. Sin embargo, sí se pueden prevenir las complicaciones derivadas de estos. Por eso, se recomienda acudir oportunamente a las consultas prenatales y seguir al pie de la letra las recomendaciones del especialista.
Luego de un aborto, se puede volver a intentar un embarazo. Eso sí, conviene esperar al menos 2 o 3 ciclos menstruales con el fin de que la mujer esté preparada, tanto física como psicológicamente, para un nuevo comienzo.
Bibliografía
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