Todos los niños en sus primeros años de vida van dando pistas sobre cómo será su personalidad a futuro, solo hay que saber leer las pequeñas señales que te va dando. Con un año de edad, generalmente, cada niño ya manifiesta su propio carácter. No se puede actuar igual con un niño alegre que con uno serio, con uno tranquilo que con otro activo. Por eso, para educar bien a tu niño debes conocer su forma de ser.
El modo de ser de un niño está condicionado por el ambiente que le rodea, las experiencias que tiene y la forma en que se le trata.
7 rasgos que te dan pistas de cómo puede ser su personalidad
El nivel de actividad
Si es muy activo, debes darle muchas oportunidades para moverse. Necesita espacio, tanto dentro como fuera de casa. Con este tipo de niños hay que procurar reducir, en la medida de lo posible, las salidas largas que les obliguen a estar mucho tiempo quietos. No es que se porte mal, es que es así. Cuando madure se adaptará mejor, pero por ahora no puede controlarse.
Si, por el contrario, el niño es tranquilo y nosotros somos muy activos, puede extrañarnos o frustrarnos su comportamiento, pero es mejor aceptarlo como es y disfrutar de las ventajas de su modo de ser. No obstante, un verdadero exceso tanto de actividad como de pasividad puede indicar problemas de salud.
La regularidad de los hábitos
Esto también marca la personalidad y con esto nos referimos a la regularidad de funciones biológicas como el hambre, el sueño o las deposiciones, entre otras. Los niños muy regulares facilitan a los padres la organización del día, aunque también, como contrapartida, es difícil cambiar sus rutinas ante viajes u otros imprevistos.
Los niños irregulares comen o duermen mal hasta que los padres se dan cuenta de que les falta un ritmo estable. Conviene imponerles suavemente un horario. Acostarse y comer a horas fijas les hará sentir que la vida es predecible, aunque sus ritmos internos no lo sean. Estos niños pueden tardar más en aprender a controlar el pis y la caca, por lo que hay que ser especialmente tolerantes con ellos.
La adaptabilidad
Hay niños que se adaptan fácilmente a los cambios y se les considera una bendición, pero los padres debemos recordar que, como todos los niños de esta edad, también ellos necesitan estabilidad y rutinas.
Para los que soportan mal los cambios, lo mejor es mantener lo más posible las rutinas diarias. Pero como un cierto nivel de cambios y novedades, las cuales son inevitables y hasta convenientes. El truco está en graduar esos cambios. Las comidas nuevas, por ejemplo, se harán poco a poco y de una en una. Si les damos oportunidades fáciles y frecuentes de probar cosas nuevas, les ayudamos a tolerar mejor los cambios.
Reacción a la novedad
Esta es otra pista que debemos observar, la facilidad de algunos niños para aceptar personas y situaciones nuevas allana muchas dificultades, aunque el problema puede ser su excesiva sociabilidad con extraños o la tendencia a alejarse.
Los que se retraen no han de ser presionados por ello, sino todo lo contrario: conviene prepararlos y darles su tiempo. Es fundamental informarles de antemano de los cambios y circunstancias nuevas. Tenemos que comprenderlos en este rasgo de su carácter y no hacerlos sentir que los valoramos menos por eso.
Intensidad de reacción
Este rasgo se refiere a la intensidad con la que el niño expresa sus emociones. Se manifiesta, por ejemplo, en la fuerza de su risa y de su llanto. Con los niños más intensos, hay que distinguir, por ejemplo, cuándo se les ha de consolar porque su desesperación está justificada, o cuándo hay que ignorarlos porque sus estallidos de rabia son más teatrales.
Con los niños más suaves, el peligro puede estar en que sus necesidades resulten ignoradas. Si no arman pataletas y no protestan, puede que no reciban la atención que merecen. Hay que diferenciar los matices más sutiles con los que expresan sus sentimientos y animarles a ser más firmes y hacerse valer.
Atención y persistencia
En tempranas edades la atención es inestable, pero mientras algunos niños pasan de una actividad a otra en menos de un minuto, otros pueden dedicarse a un objeto o actividad durante cinco, diez, quince minutos e incluso más. Los más inestables necesitan que los acompañemos en sus juegos, les hablemos sobre ellos y les animemos a persistir. No es bueno ofrecerles demasiados juguetes a la vez.
Distracción
La gran actividad y capacidad de distraerse de muchos niños de un año lleva a muchos padres a pensar que su hijo es hiperactivo, circunstancia difícil de diagnosticar a una edad tan temprana. En cualquier caso, siempre conviene mantener a su alrededor un ambiente tranquilo, bajo en estímulos.
Tienen la ventaja de que es fácil hacerles pasar de una actividad a otra sin que se opongan. Los más difíciles de distraer pueden ser más testarudos y oposicionistas, por lo que conviene avisarles con antelación de los cambios. Al contrario, son más autónomos.