Ser madre implica hacerse responsable de otra vida. Desde que un niño llega al mundo, sus padres son los encargados de alimentarlo, bañarlo, cuidarlo y consolarlo. A medida que crece, han de estimular su desarrollo, enseñarle habilidades y valores. Finalmente, la idea de atender a ese ser humano que depende de ti queda tan impregnada que puedes llegar a olvidar que hay cosas que nunca debes hacer por tus hijos.
Permanecer al margen es complicado cuando el bienestar de un hijo está en juego. Es natural que tu mayor deseo sea allanarle el camino y facilitarle la vida en la medida de lo posible.
Sin embargo, parte de tu tarea como madre consiste en fomentar su autonomía y ayudarle a convertirse en una persona autosuficiente. Por ello, existen ciertas ocasiones en las que habrás de ir contra tus instintos para permitir que tu hijo se desarrolle plenamente.
Lo que no debes hacer por tu hijo
Hablar o contestar por é
En una reunión familiar, al encontrarte a un conocido por la calle, en la consulta del médico, etc., una persona se dirige a tu hijo, le hace una pregunta y tú respondes como un resorte. ¿Has vivido esta situación? Lo más probable es que sí, ya que se trata de una actitud compartida por muchos padres.
Algunos niños piden y agradecen que sus padres respondan por ellos, ya que se sienten nerviosos o incómodos ante adultos desconocidos. Para otros menores, esta conducta paterna resulta molesta y es causa de conflictos entre padres e hijos. Pero, en cualquier caso, se trata de un hábito que debes abandonar.
Al hablar tú en lugar de tu hijo refuerzas la idea de que él no es capaz de expresarse por sí mismo o que sus palabras y opiniones no son válidas. Permitirle expresarse refuerza su confianza en sí mismo, le ayuda a mejorar sus habilidades sociales y le prepara para convertirse en una persona autónoma.
Intentar ser su mejor amigo
Es completamente válido y positivo que desees establecer un vínculo afectivo sólido y estrecho con tu hijo, que promuevas la confianza, la complicidad y el respeto entre vosotros.
Sin embargo, los menores necesitan límites claros, ya que estos constituyen una guía que les hace sentir seguros, amados y protegidos. Así, recuerda que tu hijo no necesita una mejor amiga, sino una madre. Una amorosa y respetuosa, sí, pero firme y capaz de ofrecerle orientación y directrices.
Asumir sus responsabilidades
¿Alguna vez has hecho los deberes de tu hijo? ¿Has completado sus trabajos escolares sin que ni siquiera él estuviese presente? ¿Has corrido al colegio para llevarle ese libro que había olvidado meter en la mochila? Todas estas actitudes tienen de base una buena intención; sin embargo, impiden que el menor experimente las consecuencias de sus actos y, por tanto, lo convierten en irresponsable.
Es importante no hacer por los niños lo que ellos son capaces de hacer por sí mismos. Por ende, desde sus primeros años resulta positivo asignarles tareas y responsabilidades acordes a su edad y permitir que se hagan cargo de ellas.
Permitir cualquier tipo de maltrato
No existe justificación para la violencia de padres a hijos, pero tampoco para aquella que se dirige de los hijos a los padres. Permitir que un menor grite, insulte o agreda a sus progenitores es completamente negativo para todos los involucrados.
Justificar conductas violentas o irrespetuosas alegando que el niño estaba cansado, enfadado o frustrado, no solo transmite la idea de que la violencia es aceptable, sino que, además, termina con la oportunidad de enseñar modos más apropiados de gestionar las emociones. Asimismo, desdibuja el respeto y hace que los padres pierdan la autoridad en el hogar.
Controlarle todo en su vida
Por último, procura no ejercer un excesivo control sobre la vida de tus hijos. Por supuesto, es necesario que estés al tanto de lo que les ocurre, que supervises y orientes. Sin embargo, has de darles espacio (dentro de unos límites razonables y acordes a su edad) para experimentar, cometer errores y aprender de ellos.
En suma, lo que haces por tus hijos es tan importante para su desarrollo como lo que no haces. Ser madre también consiste en observar (desde una distancia prudencial), sin intervenir, y contener la respiración mientras les permites practicar sus habilidades en el mundo real. La recompensa es saber que has criado a una persona capaz, autosuficiente y preparada para la vida.
Bibliografía
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- Ballesteros-Moscosio, M. Á. (2017). Padres y madres sobreprotectores: el reto de la escuela y los docentes. Diálogo: Familia Colegio, 328, 22-28. https://www.researchgate.net/profile/Miguel-Angel-Ballesteros-Moscosio/publication/337244477_Padres_y_madres_sobreprotectores_el_reto_de_la_escuela_y_los_docentes/links/5dcd2db092851c382f3b03b1/Padres-y-madres-sobreprotectores-el-reto-de-la-escuela-y-los-docentes.pdf
- Guerrero Silva, E. M. (2014). Poner límites: una manera de amar a los hijos: una propuesta de talleres para padres y madres de niños de 5 años de edad. Recuperado abril de 2021, de http://repositorio.puce.edu.ec/handle/22000/10779