Cuando pensamos en el éxito, quizá solo visualizamos un momento, el del resultado final. Sin embargo, si lo pensamos en detalle, un logro son los pequeños esfuerzos de todos los días. Así, es esencial enseñar a los niños a ser constantes, ya que eso no solo les permitirá alcanzar sus metas y ser dedicados en sus actividades o intereses, sino que también tiene que ver con el orden y, por supuesto, con su autoestima. Conseguir algo a partir del propio esfuerzo es algo que nos hace sentirnos muy satisfechos.
¿Por qué es importante enseñar a los niños a ser constantes?
La constancia es la base para el logro de los objetivos. Los niños podrán disfrutar de haber obtenido un 10 en lengua, pero eso es porque todos los días se sentaron a estudiar un momento.
Además, les permite tener un orden y un cierto control sobre sus cosas, por lo tanto, también tienen cierta certeza y mayor seguridad sobre lo que va a suceder. Esto es algo que ayuda mucho a los pequeños a mantener la calma.
Por otro lado, el desarrollo de la constancia también va de la mano de la paciencia, de aprender a esperar, de reconocer que las cosas requieren un tiempo y que no todas las satisfacciones son inmediatas.
Sin duda, el esfuerzo, la constancia y la responsabilidad serán claves para el desarrollo académico de niños y niñas, además de que dan forma a las habilidades requeridas en todos los ámbitos de la vida.
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Claves para enseñar a los niños a ser constantes
La constancia es un reto para todas las personas. Después de todo, ¿cuántas veces te ha pasado que has empezado a ir al gimnasio y lo has acabado abandonando tras algunas semanas? Con los niños sucede lo mismo, y dependiendo de la edad, es aún más desafiante. Por eso, algunas de las claves para trabajar la constancia en niños pueden ser las siguientes.
1- Crear un espacio de comodidad, sin distracciones
La constancia tiene que ver con muchas cosas, y una de ellas es la atención. Si intentamos instalar un hábito, pero todo el tiempo los niños se ven “en jaque” por un sinfín de distracciones mucho más tentadoras, será difícil que logren el objetivo propuesto.
Por ello, es importante generar las condiciones para que puedan concentrarse y enfocarse en la tarea. En este sentido, dependiendo de la edad, y sobre todo al principio, se pueden quitar elementos distractores. Por ejemplo, si buscas que tu hijo se acostumbre a realizar una tarea, entonces es conveniente ordenar la mesa, quitar los juguetes y disponer un ambiente de estudio.
2- Plantear metas claras y alcanzables
Para que los niños sean constantes, también se requiere de motivación: deben comprender el beneficio que obtienen por llevar a cabo una determinada conducta, pero aquí beneficio no debe entenderse como premio. Por ejemplo, si quieres que tu pequeño sea capaz de acordarse de llevar su propio abrigo al salir, debes lograr que visualice que así evita sentir frío, enfermar y quedarse en cama luego.
A su vez, la motivación también tiene que ver con lo alcanzable. Por eso, siempre hay que considerar en qué momento evolutivo se encuentra el niño y proponer metas acordes a su edad, evitando convertirse en unos padres demasiado exigentes.
Si propones algo demasiado difícil o algo muy fácil, además de desmotivar, estarás yendo en contra de sus capacidades y tampoco estarás respetando sus propios tiempos personales. Es necesario plantear metas que sean justas y realizables.
3- Escuchar su voz y dar espacio a la participación
Ya sea que se trate de algo negociable (como elegir qué actividad deportiva quiere realizar) como de algo innegociable (como lavarse los dientes todos los días), siempre es importante involucrar al pequeño en las decisiones. Así, se permite que sea parte y se apoya el camino progresivo hacia la autonomía para que ejercite la libertad de elegir.
Además, hace que el camino de la constancia sea más fácil, ya que es “trazado” por él mismo. Por ejemplo, al tenerlo en cuenta, puedes descubrir obstáculos o puntos a favor que habías omitido: para lavarse los dientes, puede que te indique que le resulta más sencillo hacerlo subido a un banco porque alcanza bien. De este modo, ese habito que quieres instalar será más fácil de lograr.
4- Fomentar la disciplina para enseñar a los niños a ser constantes
Para desarrollar la constancia también se necesita disciplina. Es decir, mantener un cierto orden y organización. De este modo, se evita llegar con todas las cosas a último momento, cansados o desganados.
Por ejemplo, si una de las tareas de un niño es mantener su habitación ordenada, es importante enseñarle que debe ir guardando los juguetes en la medida que los usa, que cuando se cambia de ropa debe ordenarla o colocarla en el cesto, etc. Así, al llegar la noche, después de un largo día de juegos y estudios, no tendrá que ponerse a ordenar. La disciplina también se acompaña de una cierta rutina: establecer horarios para descanso, juegos, visitas y comidas.
5- Empezar y terminar
La constancia también tiene que ver con cumplir bien con una tarea y hacerlo de comienzo a fin. La constancia requiere dar lo mejor de uno mismo. Por otro lado, dependiendo de la edad, es posible que su atención perdure más o menos tiempo en torno a dicha tarea. Por eso, es importante que cuando detectes que está perdiendo interés, lo ayudes a concentrarse de nuevo.
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El rol de los adultos en la constancia de los niños
Para el desarrollo de la constancia, dependiendo de la edad, los niños necesitan mayor o menor acompañamiento de los adultos. Por eso, es importante saber que también será necesario comprometerse durante el aprendizaje. Es decir, si se acuerda con el niño que a determinada hora lo ayudaremos a hacer la tarea o que tal día lo llevaremos a patinar, entonces debemos procurar cumplir con lo pactado.
Por otro lado, también se debe evitar interrumpir cuando se encuentre concentrado e inmerso, realizando la actividad. Así, la paciencia también debe ser cultivada por parte de los adultos; en el ejercicio de la constancia, ellos irán resolviendo las cosas a su modo, a su tiempo. Hay que ser conscientes de ello y dejarlos que vayan a su ritmo.
Por último, como adultos, tenemos que saber que constancia no es rigidez. Debemos ser capaces de llevar el pulso de lo que les pasa a los niños y no anteponer la orden o la tarea a la emoción o a lo que están sintiendo. En determinados momentos, la flexibilidad es necesaria y les comunica a ellos un mensaje: en ocasiones, es importante parar para cuidarse.
Por ejemplo, un niño que ha tenido un mal día en el colegio porque se ha peleado con sus compañeros o que está preocupado por su mascota enferma, puede necesitar hacer “una excepción” y faltar al partido de fútbol.
Hay que valorar el proceso
Para enseñar a los niños a ser constantes, tanto ellos como los adultos deben tener presente lo importante que es el paso a paso y no concentrarse solo en el resultado final o en el logro. Muchas veces, habrá algunos intentos fallidos o fracasos, pero lo importante es que el esfuerzo no sea desestimado.
Es necesario alentar a los pequeños a continuar para que no quieran cambiar de juego o de actividad a la primera dificultad que aparezca. Enseñarles a superarlas, aprender de ellas e imaginar cómo sortear un obstáculo también son habilidades que los niños aprenden para ser constantes.
Por último, la constancia también se nutre del reconocimiento, por lo cual, es importante demostrar al niño que estamos a gusto con su comportamiento y valorarlo.
Bibliografía
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