Cuando un niño está enfermo, gran parte de su recuperación dependerá de la atención, cuidados y mimos que podamos brindarle. Como madres, debemos saber balancear el aspecto físico con el aspecto psico emocional. En otras palabras, el afecto de una madre es la mejor cura para un niño pequeño.
Seguramente recuerdas alguna ocasión de tu infancia en la que hayas estado enferma. ¿Qué recuerdas exactamente? Por lo general, solemos recordar a aquella persona que estuvo allí para nosotros, más que los avatares de la sintomatología. Así, al mirar hacia atrás, nos damos cuenta de las impresiones, huellas de esas muestras de afecto que nos ayudaron a recuperarnos.
La mejor cura, el amor
Por excelencia, los seres humanos funcionamos en base a nuestras emociones y sentimientos. Dado que nuestro mundo intangible es incluso más complejo que el físico, muchas veces es necesario movernos en planos estratégicos para lograr esto o aquello.
En otras palabras, nuestro mundo emocional determina gran parte de nuestras vidas. De hecho, está comprobado que el amor y el afecto nos brindan tanto la estabilidad como el bienestar que tanto necesitamos a diario. Constantemente demandamos atención, de una forma u otra y una vez que la recibimos, notamos sus efectos tanto a nivel psicológico como en nuestra salud física.
Cuando un niño se cae y se hace daño, lo primero que hace es romper en llanto para pedir consuelo y asistencia. Entonces, lo primero que hacemos es acoger al niño entre nuestros brazos y procurar ayudarlo rápidamente.
En una primera instancia, atendemos con urgencia el aspecto físico (una herida, un golpe, etcétera) y una vez que consideramos que la situación está ”bajo control” inconscientemente, buscamos consolarle, procurarle afecto para que se sienta seguro y recupere la calma. Esto responde a uno de los aspectos más primitivos del ser humano: proteger al pequeño para preservar la especie.
La mejor cura es aquella que:
- Alivia física y mentalmente.
- Brinda calma. Ayuda a aliviar el susto.
- Transmite seguridad. (Protege)
- Procura comfort.
- Acompaña.
¿Qué puedes hacer tú como madre?
Resulta imperioso no desesperar, no entrar en crisis ni sucumbir ante el pánico. Si bien puede ser realmente difícil ante algunas situaciones mantener la calma, cuando un niño se lastima, lo que necesita es que actuemos con rapidez y estemos allí para protegerlos y brindarles todo el apoyo posible.
Una palabra o frase tranquilizadora transmitirán la calma que el pequeño precisa. Nuestro tono de voz ha de procurar ser lo más sereno posible para poder ir creando un ambiente de paz y seguridad.Otro elemento fundamental son las caricias que son fundamentales sosegar e inducir a la calma.
No puedes evitar que se haga daño, pero sí que viva inseguro. Aporta entereza con actitudes positivas en aquellos casos de emergencia.
Cosas que debes evitar
Muchos padres se aterrorizan y toman una actitud de alarma. Son muy exagerados, se tapan la boca, ponen expresión de espanto, gritan y lloran, y lejos de calmar al niño y de ayudarle, en realidad solo están alimentando más su sensación de vulnerabilidad, dolor e inseguridad absoluta.
Tanto la alarma como la indiferencia total, son cosas que debemos evitar por el bien de los pequeños. La indiferencia no le permite al niño indagar sobre su dolor ni mucho menos sentirse querido y protegido. Muchos padres optan por tomar una actitud fría, distante e indiferente cuando sus hijos (sobre todo los más pequeños, rompen en llanto) y creen que si les dejan, los harán más fuertes y que alimentarán su independencia. Pero todo lo contrario.
El dolor cobra identidad a partir de la percepción y la expresión de los padres. Es muy importante tener una buena actitud ante una circunstancia de dolor, accidente o afines para inculcar en nuestros hijos la capacidad necesaria para enfrentar la situación con el menor traumatismo posible. Con lo cual evitamos consecuencias perjudiciales a futuro.
La mejor cura que podemos brindar a nuestros pequeños es tener la suficiente inteligencia emocional para convertirnos en su sostén cuando todo alrededor produce tanto miedo e inspira inseguridad. Nosotros podemos inspirar poderosamente a los pequeños para que sigan adelante.
Otro tipo de curas
Distintas investigaciones han comprobado que el afecto incide positivamente en pacientes e individuos en general. En un estudio cuya muestra fue un grupo de pacientes de hospital, cuyas edades estaban comprendidas entre los 12 meses y los 12 años de edad, los cuidados afectivos que se les fueron brindados les ayudaron a mejorar su estado de salud en más de un 45%.
De hecho, el gran éxito de los llamados ”payasos de hospital” reside en la excelente recepción que cuentan por parte de los pequeños pacientes y, por supuesto, de los logros obtenidos gracias a sus atenciones. Al mejorar el estado anímico de los pacientes, los payasos de hospital facilitan el proceso de recuperación.
Doctor Yaso es una asociación civil venezolana, sin fines de lucro, cuyo objetivo es aliviar el sufrimiento humano a niños y niñas hospitalizados, sin importar su condición.
Iniciativas como las de Doctor Yaso, permiten que los niños se sientan mejor cuando están hospitalizados, ya que les procuran un rato de risas y diversión en los que va incluida una buena dosis de afecto, atención y sobre todo, disponibilidad para brindar un tiempo de calidad que le ayude a sanar.
Cuando los padres y/o familiares necesitan un relevo al tener que cuidar de un pequeño, la mejor opción es un payaso de hospital. OJO, no es necesario que el pequeño esté hospitalizado para recibir este tipo de atenciones, de hecho, muchos grupos de payasos se ofrecen para hacer sesiones de entretenimiento a domicilio.
El amor y el afecto son los ingredientes mágicos para borrar toda molestia. Nos recuerda que todo pasa. Un gesto, una frase, una mirada, una caricia, un beso o un abrazo ayudan tanto o más que un fármaco. La clave está en saber equilibrar ambos aspectos. La mejor cura es el trato humano, cercano, afectuoso y dulce, sea el de mamá, familiares, amigos, pareja o simplemente aquella persona que decida estar allí.
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
- Bowlby, J. (1995). Teoría del apego. Lebovici, Weil-HalpernF.
- Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 493-507. https://www.redalyc.org/pdf/805/80538304.pdf
- Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La teoría del apego: un enfoque actual. Madrid: Psimática.
- Moneta, M. (2003). El Apego. Aspectos clínicos y psicobiológicos de la díada madre-hijo. Santiago: Cuatro Vientos