La felicidad de tu hijo, como la de cualquier ser humano, también depende de atesorar recuerdos gratos. Una mente llena de memorias felices hace que esa persona se sienta bien y amada.
En el presente artículo te explicamos la razón de nuestra tesis.
La memoria autobiográfica
Se le llama memoria autobiográfica al conjunto de recuerdos que tenemos de nuestro pasado y lo que sabemos de nosotros mismos.
La memoria autobiográfica comienza a formarse alrededor de los 3 años, pero tampoco es un hecho que ocurra en esa etapa. Muchos de nosotros no podemos recordar lo que nos sucedió antes de los 7 u 8 años de edad.
La plasticidad del cerebro durante la niñez es asombrosa y a medida que crecemos gran parte de lo vivido se olvida y se reemplaza por el aprendizaje de nuevas experiencias.
Ahora bien, recientes estudios han concluido que los padres pueden influir, de alguna manera, en la formación de los recuerdos de sus hijos aun cuando estos sean pequeñitos.
A continuación te explicamos cómo.
Los recuerdos de una infancia feliz
Para la creación de recuerdos que evidencien una infancia feliz lo primero es hacer que esa infancia, en verdad, sea feliz. Entre tanta dicha, el cerebro de tu hijo ya se encargará de grabar algún que otro buen momento.
También debes saber que la niñez es una etapa caracterizada por la inexperiencia y la inocencia. Por ese motivo, para los niños, la vida misma, es una interesantísima aventura.
Basados en ese saber no pocos avezados en el tema refieren que las mejores experiencias se forman con el vivir, la exploración y la práctica.
Un niño podrá escuchar lecturas sobre las mariposas y verlas, incluso, en un dibujo animado; sin embargo, es probable que esas vivencias nunca pasen a formar recuerdos.
En cambio, la visita a un jardín florido en donde haya mariposas de colores, grandes y pequeñas de tamaño, que revoleteen a su alrededor y se posen sobre las flores, puede ser un recuerdo que lo acompañe hasta la adultez.
El perfume que usas para salir, la suavidad de las mantas que pones en su camita, la forma en que lo acaricias, tu voz al cantar, el pastel que le haces para las meriendas… cualquiera de estos efímeros instantes pueden quedarse grabados en su memoria para siempre.
¿De qué sirve una mente llena de recuerdos buenos?
Las informaciones de nuestro andar por la vida se van “almacenando” en el cerebro a medida que crecemos y nos relacionamos con el mundo. Todo ello creará nuestra memoria a largo plazo la cual utilizaremos para la construcción de nuestra identidad.
Los recuerdos ayudan a tomar mejores decisiones. Quien asimiló una experiencia vivida y aprendió de ella es capaz de resolver sus problemas de una mejor forma.
También, el bienestar psicológico y emocional que producen los recuerdos gratos se traduce en mejores relaciones sociales y son el principio de la formación de la autoestima, la aceptación de uno mismo y el estar satisfechos con lo que somos.
Una mente llena de recuerdos es el camino hacia la felicidad de tu hijo
Los padres podemos influir en el recuerdo de nuestro hijo propiciándole momentos agradables y enfatizando en ellos con todos los recursos que podamos.
Si por ejemplo, vas a celebrarle su fiesta de cumpleaños y quieres que la recuerde los años venideros:
• Háblale sobre ese momento días previos a que ocurra. Su significado, todo lo importante que va a ser tanto para su vida como para el resto de la familia, y escucha su opinión de cómo quiere que sea
• Hazlo partícipe de los preparativos y la planificación de la actividad
• Filma y fotografía el momento con todos los detalles que puedas
• Háblale sobre la fiesta posteriormente a que ocurra
• Hagan dibujos e inventen canciones sobre lo que sucedió en el cumpleaños
• Comenten sobre la actividad y vean sus imágenes en etapas venideras. Rememora todos los sentimientos que le provocaron y repasen juntos lo que recuerdan de ella.
Mamá, dale a tu hijo la oportunidad de tener una infancia feliz, para eso, sé la cómplice de sus aventuras.
Dedícale momentos a solas en donde solo estén ustedes dos para darse cariño y hablar sobre sus ideas y emociones.
Dale confianza, apóyalo, abrázalo, hagan viajes juntos, jueguen, rían, bailen…
Muéstrale desde pequeñito que la vida es bella y hay que disfrutarla como el mejor regalo que nos dio el universo.
Enséñalo a ser positivo y optimista, a ver la luz, más que al final, al principio del camino.
De esta manera, tú podrás ser uno de sus mejores recuerdos.