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El trastorno de rumiación en niños

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Rumiare, palabra que en latín significa “masticar el bolo alimenticio”, da origen al término “rumiación”. En las personas se traduce en la ingesta de alimentos que, sin terminar de digerirse, regresan a la boca para masticarlos, tragarlos o escupirlos.
El trastorno de rumiación en niños
Última actualización: 10 marzo, 2020

El trastorno de rumiación en niños es involuntario, de corta duración y poco frecuente. Pero, ¿en qué consiste? La rumiación o mericismo es la regurgitación de alimentos para masticarlos y tragarlos nuevamente. Esto ocurre como consecuencia de una serie de factores psicológicos.

La edad de aparición del trastorno de rumiación

Entre los 3 y 12 meses de edad suele presentarse el trastorno de rumiación en niños, que dura aproximadamente 1 mes. Afecta más a niños que a niñas y puede desarrollarse en adultos con diversidad funcional intelectual. Los bebés que presentan discapacidad intelectual son más propensos a contraerla.

¿Rumiación o falta de afecto?

El rechazo de los padres, la falta de atención al niño, el estrés familiar, las situaciones traumáticas vinculadas al aspecto sexual o la falta de estimulación. Todos son factores que predisponen la aparición involuntaria del trastorno de rumiación en los bebés.

Para que sea considerada un trastorno, la rumiación debe ser frecuente, con episodios diarios o, al menos, varias veces por semana. En adultos, sobre todo en casos de discapacidad intelectual, la regurgitación procede de manera voluntaria, no hay náuseas ni vómitos.

Se asocia a una contracción del estómago, seguida de la relajación del esfínter esofágico inferior. Esto provoca una cavidad entre el estómago y la orofaringe que lleva el bolo alimenticio nuevamente a la boca. Algunos especialistas creen tiene efectos auto estimulantes y calmantes.

Síntomas y diagnóstico

Antes de que el especialista brinde un diagnóstico definitivo, se deben descartar posibles anomalías congénitas en el aparato digestivo del bebé. También hay que evaluar el riesgo de hernias hiatales o estenosis pilórica. Si hemos notado algo inquietante, esto puede resultar una información valiosa para el médico, ya que algunos signos pueden dar indicaciones acerca de la presencia (o no) del trastorno de rumiación. Entre tales signos se encuentran:

  • Halitosis.
  • Aspiración.
  • Deshidratación.
  • Pérdida de peso.
  • Crecimiento anormal.
  • Estrés respiratorio.
  • Ahogamiento o problemas dentales, pueden dar una pista al especialista.
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Una nutrición deficiente

La malnutrición, que puede llegar a ser potencialmente mortal, es una de las consecuencias de este problema alimentario. Simultáneamente, afecta el sistema inmune del niño y con ello disminuye la resistencia a las enfermedades. Está asociada también a un aumento de peso menor al esperado para bebés de menos de un año. Si no se atiende a tiempo, la desnutrición se hará presente con el consecuente retraso en el desarrollo del crecimiento.

Cuando un bebé adquiere el trastorno de la rumiación, o mericismo, la posición corporal puede ser un indicativo. Mantiene la espalda tensa, arqueada, la cabeza hacia atrás y hace movimientos de succión con la lengua.  A simple vista, el bebé da una impresión de satisfacción al regurgitar, pero a continuación se muestra irritable y hambriento.

Afecto: el mejor antídoto

Por tratarse de un problema generalmente de origen psicológico, en el tratamiento de la rumiación o mericismo suelen aplicarse estrategias basadas en técnicas conductuales.

Hay que identificar los síntomas de la rumiación y buscar comportamientos apropiados. Se trata de una práctica conductual basada en el condicionamiento operante y se aplica de distintas maneras.

Desde el punto de vista coercitivo, para eliminar las ganas de rumiar se obliga al niño a comer más cantidades de comida. Colocar sabores amargos o desagradables en la comida, o directamente en la lengua, cada vez que empiece a rumiar es otra forma de presionarlo.

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El refuerzo positivo para el trastorno de rumiación en niños

El refuerzo social es muy útil para evitar que el pequeño realice conductas de rumiación, mediante palabras afectuosas, besos o abrazos se sentirá reforzado positivamente. Además, una golosina o un caramelo como recompensa cuando no practique la regurgitación también puede tener buenos resultados.

Asimismo, otra técnica efectiva es la de mejorar el ambiente hostil que puede rodear al niño. Paciencia, afecto, comprensión, en contraposición al maltrato o el rechazo, son imprescindibles. Los padres deben recibir psicoterapia. Con afecto y atención también se logra captar la atención del niño cuando comienzan los movimientos típicos del trastorno de la rumiación.

Hay que tener en cuenta que el trastorno de rumiación en niños no se vincula a bulimia nerviosa, atracones, ni a restricciones voluntarias en la alimentación. Está directamente relacionado con la falta de afecto y atención de los padres.

No hay una forma de prevención conocida. El trastorno de la rumiación se combate con amor, corrigiendo situaciones familiares que afectan el desarrollo emocional de los niños. Es el primer paso hacia una vida sana y feliz.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.