¿Qué es realmente la disciplina?

La disciplina es un tema recurrente en la educación de los niños, muchos padres se preguntan cómo enseñarla a sus hijos, o si están actuando bien al imponerla. Sin embargo, no siempre nos motivamos a conocer de qué se trata este elemento. De hecho, ¿es la disciplina lo que pensamos?

Lo que necesitamos saber es que la disciplina engloba una serie de acciones destinadas a educar, guiar el desarrollo y fomentar el autocontrol; aunque este elemento está asociado a los niños, en realidad las medidas disciplinarias van dirigidas a entrenarnos o entrenar a alguien en cualquier actividad o hábito.

En tal sentido, cuando nos referimos a educación, son los niños quienes mejor nos motivan. Se puede educar a los adultos, pero para formar hombres de bien, se debe comenzar desde la niñez. Aunque es preciso que los niños se definan a sí mismos de acuerdo a su personalidad, guiar el comportamiento facilita otros aprendizajes.

De manera que, se debe tener disciplina para aprender cualquier habilidad. Para ello se debe modificar la conducta en cada elemento constitutivo de dicha destreza. Por lo tanto, para que se estabilice la escuela o la familia, hace falta un toque de orden.

Con disciplina moldeamos a los hombres del futuro

Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a los demás.

Tal como las rosas, a quienes los jardineros ponen varas para guiar su crecimiento, la disciplina es esa vara que debemos usar para guiar a nuestros hijos, no para golpearlos.

-Anónimo-

Una de las motivaciones principales que tenemos los padres para enseñar disciplina a los hijos, es que queremos estar seguros de que actuarán de la manera correcta aun cuando no los estemos mirando. Si extendemos esta premisa, la misma preocupación nos motiva a guiarlos para que se comporten del mismo modo también cuando sean hombres y mujeres.

Algunos padres llegan a sentir temor de disciplinar en exceso, esto es comprensible y se debe regular, pero es correcto guiarlos en el buen comportamiento sin ningún tipo de vergüenza. También existe el caso de quienes no sienten remordimientos por educar de manera excesiva, pero estos no pueden estar seguros de si han alcanzado respeto o temor.

La labor de disciplinar es dura y tiene retos muy desafiantes, pero es sin duda la más importante, porque además de favorecer la convivencia de la familia, también garantiza que se formen a los herederos del mundo. Cuando se ha conseguido establecer un método para que los niños asuman sus deberes y regulen su conducta, se facilitan otros procesos formativos.

La disciplina se enseña de manera paulatina, día a día desde el nacimiento y se intensifica a medida que el niño vaya comprendiendo mejor las normas. Es preciso recordar que los métodos varían con la edad y las capacidades de cada etapa, además es necesario renovarlos para que se adecuen a las exigencias de la época.

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Disciplina y respeto vs severidad

La severidad tiende a ganar cualquier combate, pero solo eso, un combate… Es común que los padres que recurran a método excesivos para guiar el comportamiento de sus hijos, pierdan mucho más de lo que ganan, porque aunque consigan “disciplinar” a los niños, estos pueden desarrollar sentimientos de las personas maltratadas.

En tal sentido, una persona lastimada puede manifestar emociones perjudiciales a la familia, es temerosa y difícilmente puede llegar a sentir respeto o estima por su maltratador. Por lo tanto, los padres que son severos no obtienen los mismos resultados que aquellos que son más considerados con sus hijos.

Para disciplinar es necesario que se acuda al respeto por las individualidades de cada quien y los derechos deben ser respetados también. La clave para lograr esto es ser justos, porque si actuamos correctamente no debe importar que nuestros hijos se nieguen, nos ignoren y nos tachen de anticuados.

Para superar este reto de padres, se debe reconocer que la disciplina realmente es:

  • Autocontrol para enseñar a otros a autocontrolarse.
  • Impartir justicia en acciones sucesivas desde la infancia hasta la adultez.
  • Respetar los derechos, pero establecer normas de convivencia adecuadas al contexto.
  • Aplicar métodos de orientación reales y firmes.
  • Establecer reglas claras y factibles.
  • Ser flexibles, pero no débiles.
  • Practicar la observación y la tolerancia a niveles de buda.
  • Organizar actividades ocupados a los niños, con el fin de evitar que desvíen el comportamiento.
  • Ser el ejemplo de lo que queremos que nuestros hijos sean.
  • Hacer las correcciones responsablemente y en el momento acertado.
Bibliografía

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