Masticar es una habilidad que se adquiere durante las primeras etapas de la vida. Normalmente, los bebés pueden comenzar a comer comidas con trozos o tropezones a los 8 o 9 meses de vida. Esto, a pesar de no haber desarrollado la dentadura completamente todavía. Por otra parte, no conviene retrasarse mucho la introducción de los alimentos sólidos en la pauta, ya que esto podría alargar el proceso de aprendizaje de la masticación.
Es importante que los niños adquieran pronto la costumbre de sentarse a la mesa con los demás miembros de la familia. Poco a poco comenzarán a familiarizarse con los alimentos y sus características organolépticas, lo que evitará rechazos en un futuro. Así, se conseguirá que la dieta sea lo más variada y equilibrada posible.
¿Cómo actuar si el niño no quiere masticar?
Puede ser que, superados los dos años de vida, el niño no quiera masticar. En este caso, lo mejor que se puede hacer es incrementar de manera progresiva la textura de los purés para que se encuentre poco a poco tropezones para que al principio sean fáciles de procesar. Poco a poco, estos sólidos estarán cada vez menos triturados para que el pequeño tenga que incrementar el esfuerzo.
Paralelamente, se pueden incluir trozos pequeños de alimentos que se deshagan fácilmente en la boca, tales como los siguientes:
- Fideos muy cocidos.
- Fruta asada.
- Galletas empapadas en leche.
Ahora bien, tampoco conviene abusar de estos comestibles en la dieta, debido a que muchos de ellos cuentan con gran cantidad de azúcares simples en su interior. Estos elementos, se ha demostrado que pueden resultar nocivos para la salud a medio plazo.
El siguiente paso consiste en comenzar a ofrecer alimentos machacados con un tenedor, como la patata cocida. Más adelante habrá que aumentar el tamaño de los trozos o de los tropezones. Algunos ejemplos de comidas que se podrían introducir en este momento son las preparaciones fáciles de masticar:
- Arroz con salsa.
- Carne picada.
- Albóndigas.
- Guisos.
Algunos niños más mayores se niegan a masticar
Puede ser que los niños mayores de dos años tengan también un problema con la masticación y se nieguen a realizar este acto. Puede que exista también una dificultad a nivel neurológico que le impida una correcta alimentación. Por este motivo, será necesario descartar alteraciones relacionadas con el sistema nervioso central.
En este caso, lo más conveniente es preparar diferentes tipos de verduras blandas y cocinadas, así como trozos de frutas o de queso. También, la tortilla francesa puede resultar una buena opción para ofrecer. Todos estos alimentos son sencillos de machacar en la boca sin necesidad de masticar de manera intensa. Además, suelen contar con bastantes nutrientes en su interior.
Esta dificultad puede provocar un déficit de ciertos nutrientes esenciales que condicionen el crecimiento. Por ello, habrá que tratar de cubrir los requerimientos proteicos. Estos pueden superar el gramo de proteínas por kilo de peso al día durante las primeras etapas de la vida, tal y como afirma una investigación publicada en la revista Annals of Nutrition & Metabolism.
Del mismo modo, será importante conseguir un consumo adecuado de grasas y de carbohidratos. No obstante, esto puede resultar más sencillo, ya que los alimentos que los contienen suelen poseer una textura más blanda y fácil de procesar. Con la inclusión de pastas, arroces o aceites en la dieta se debería conseguir cubrir los requerimientos diarios.
Hay que optimizar la dieta cuando los niños no quieren masticar
Que los niños se nieguen a masticar es un problema relativamente frecuente. A veces, esto sucede por el dolor que provoca la salida de los primeros dientes. Sin embargo, existen condicionantes a nivel del sistema nervioso central que pueden provocar que el aprendizaje de la masticación se retrase. Sea como fuere, se debe asegurar un consumo de nutrientes óptimo para evitar problemas en el desarrollo.
Ten en cuenta que si pasados los dos años el niño se niega a masticar, puede llegar a ser preciso consultar con un especialista para tomar la solución más acertada. Este realizará una serie de pruebas para determinar si existe algún problema psicológico que explique este comportamiento. En el caso de que así sea, se planteará una solución a medio plazo con la ayuda de la farmacología o de expertos a nivel conductual.
Bibliografía
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