Paternidad condicional: te quiero solo en las buenas

En ocasiones utilizamos la retirada de nuestro afecto y nuestra atención para mostrar a los niños cuándo se están portando mal. Sin embargo, esto puede tener serias repercusiones.

Padre intentando hablar con su hija para evitar las luchas de poder entre ellos.

Todo padre y madre al que se le pregunte afirmará, sin lugar a dudas, que el amor que siente por sus hijos es completamente incondicional. Y, seguramente, en una gran mayoría de los casos esto sea cierto.

Sin embargo, querer a los hijos no es suficiente, sino que resulta imprescindible que ellos verdaderamente se sientan amados. Un objetivo que no se logra con ciertas prácticas de crianza que nos conducen a lo que se conoce como “paternidad condicional”; o, en otras palabras: “te quiero solo en las buenas”.

Piensa por un momento en tu propia infancia. ¿Te sentiste plenamente aceptada por tus padres? O, por el contrario ¿sientes que su afecto por ti dependía de tus logros académicos, de tu habilidad deportiva o de lo bien que te comportases? Probablemente, tus padres tenían la mejor intención y un amor inmenso hacia ti, pero el daño ocurrió de igual modo. Si quieres evitar repetir estos patrones con tus hijos, te contamos cómo hacerlo.

Padre jugando con su hija con mucho afecto.

¿Qué es la paternidad condicional?

La paternidad condicional implica que el amor de papá y mamá tiene condiciones y, por ende, el niño debe cumplirlas para ganárselo. Es decir, que el afecto, la atención y las muestras de cariño de los progenitores solo están disponibles cuando el pequeño cumple con lo que los adultos quieren de él.

Cuando su comportamiento no se ajusta a estos deseos y expectativas, la atención se retira y lo único que recibe de los padres es indiferencia o muestras de enfado y decepción.

La paternidad condicional puede manifestarse de formas más o menos evidentes. En algunos casos, los mensajes son extremadamente claros. Por ejemplo, cuando el niño rechaza una y otra vez comerse las verduras y la madre responde con un: “pues ya no te quiero”. Esta suerte de chantaje emocional es sumamente dañino para los pequeños, pero no siempre las muestras son tan directas.

También aplicamos la paternidad condicional cuando nos mostramos alegres y afectuosos con el niño cuando este es obediente y está de buen humor.

Sin embargo, cuando está frustrado o enfadado (momento en el que seguramente más necesite nuestro cariño) nos vamos de su lado con una mueca de desaire y desaprobación. Esto solo transmite un mensaje: “te quiero cuando me complaces y te abandono cuando me incomodas”.

Las graves repercusiones del afecto condicionado

Estas conductas paternas tienen un gran impacto en el desarrollo emocional del niño. En primer lugar, porque vivirá en una tensión constante. Tengamos en cuenta que los niños, más que ninguna otra cosa, desean obtener el afecto y la aprobación de sus padres, entre otras cosas porque dependen completamente de ellos.

Transmitirles que solo podrán contar con nosotros cuando cumplan nuestras expectativas generará graves consecuencias como las que mencionamos a continuación:

  • Aprenderán a reprimir la ira, la tristeza y todas las emociones que les hemos transmitido que nos resultan inaceptables. Puede que dejen de tener rabietas, pero interiormente seguirán sintiendo. Únicamente les habremos privado del derecho a expresarse.
  • Obedecerán, pero no por convicción o por respeto, sino simplemente para evitar la retirada del afecto. De este modo, estaremos coartando totalmente el desarrollo de su autonomía y su capacidad de decisión y les estaremos volviendo sumisos y dependientes. Además, crecerán con sentimientos de hostilidad y rencor hacia sus progenitores.Niño pensativo y triste en su habitación debido a que sufre paternidad condicional.
  • Les condenaremos a repetir este patrón en sus futuras relaciones. Las interacciones y dinámicas que se establecen con los padres impregnan de manera importante la mente de los niños y es esto lo que tomarán como referencia para sus futuras relaciones de amor, amistad o cualquier índole. En este caso, se convertirán en personas complacientes, ansiosas y poco asertivas. Vivirán con temor a perder el afecto de los demás, con miedo a ser rechazados y harán lo que sea necesario para evitarlo, incluso si esto atenta contra su dignidad.

El amor incondicional es imprescindible

En definitiva, si queremos que nuestros niños crezcan emocionalmente sanos, el amor y la aceptación incondicional son elementos de los que no podemos prescindir. Un niño que se siente amado sin condiciones es libre para expresar sus emociones, desarrollar su personalidad y volverse autónomo.

Además, desarrollará un vínculo mucho más sano y sólido con sus padres. Entonces, inténtalo; es posible educar, orientar y poner límites sin utilizar nuestro afecto como moneda de cambio.

Bibliografía

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