“No cortes mis alas” dirían los niños si pudieran expresarse adecuadamente desde muy corta edad frente a padres que, con la paciencia derrotada, imploran que el niño se quede quieto, callado y sin hacer ninguno de sus típicos desparramos.
“No cortes mis alas, solo soy un niño”, rezaría cualquier pequeño ante cada grito, enojo, castigo, chantaje o frustración proveniente de cualquier madre o padre molesto ante situaciones que los desbordan y creen no poder controlar.
Ciertamente, los padres solemos cometer por lo general muchos errores respecto a la crianza de nuestros hijos y este es otro craso error. No podemos pretender que los niños permanezcan como estatuas o manteniendo un comportamiento de adultos.
No cortes mis alas: Déjame jugar, estoy aprendiendo
Ninguna criatura nace para permanecer quieto en un lugar ni para ser paciente. Tampoco es lícito pretender que los menores no toquen todo lo que ven o estén callados por importantes lapsos de tiempo. Menos que menos podemos esperar como madres que el chico simplemente se entretenga a sí mismo.
“No cortes mis alas”, bajo ningún punto de vista, aunque el cansancio y la paciencia a veces no resistan el trajín del día. Aunque te encuentres abocada a cientos de ocupaciones y te encuentres prisionera de otras cien preocupaciones, eres el mundo de tu hijo y te necesita para crecer feliz.
Nada mejor que invertir tiempo, dedicación y mucho amor en esos solcitos que día a día devolverán con creces todo lo dado. No basta con ponerlo frente a una tablet, ni comprarle los mejores juguetes; el nene necesita de tu compañía, contacto y estimulación.
Todos estos elementos fundamentales para la crianza y el desarrollo de los pequeños se combinan y conjugan magistralmente en el juego infantil, el cual incluye la exploración del mundo. De conocer y aprender se trata toda experiencia lúdica y, porqué no, todo desorden o lío en el hogar.
No cortes mis alas, solo intento descubrir el mundo
“Mamá, no cortes mis alas todo el tiempo”. Deja de perseguirle exageradamente con peligros, infecciones y la higiene personal. El niño necesita protección, pero también merece conocer el mundo. Pero si no le permites de vez en cuando caminar descalzo, jugar con la comida o tocar tierra, no podrá aprender.
Es que efectivamente él necesita acercarse a cualquier objeto novedoso que llame su atención y despierte su curiosidad, dirigirse a la aventura y, sobre todas las cosas, dedicarse de lleno a descubrir el mundo con todo su cuerpo.
Y todo ello conlleva necesariamente moverse, estar inquieto, ensuciarse, chupar y generar cierto desorden, percibir, sentir y tocar diferentes texturas. Es hora de confiar en eso tan instintivo que los niños traen consigo, como grabado naturalmente.
Y qué más da si esto implica tener que pasarse años enteros reordenando todos los objetos regados por cada ambiente de tu “dulce hogar”, lavando un mayor caudal de ropa de lo habitual, aseando a tu bebé tantas veces al día como decida e ingenie otro ‘maquiavélico’ plan.
No importa cuántas veces debas salir corriendo tras el pequeño ni la cantidad de ojos que deba fijar toda la familia en él para que pueda experimentar sin lamentar ningún hecho desafortunado. Tampoco cuenta el tiempo invertido en él que no puedes destinarle a la casa, al trabajo ni a tu ejercicio físico.
El tiempo no vuelve hacia atrás, por eso se trata de disfrutar y dar lo mejor que se pueda para ese pequeño ser que te brinda un amor tan incondicional como único. Todo sea por el correcto desarrollo y crianza de tu hijo, para que sea un niño feliz, inteligente, libre y pleno.
Es momento de dejar que se eche a volar: “Nos cortes mis alas”. Permítele jugar de mil maneras, hasta de las más insólitas y sorprendentes, pues todo ello a final de cuentas se materializará en conocimientos más que útiles para toda su vida.