No a los gritos: consecuencias y alternativas

La disciplina no consiste en gritos, golpes y otras formas de maltrato sino en transmitir asertivamente el mensaje deseado.
No a los gritos: consecuencias y alternativas
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 10 abril, 2020

El no a los gritos debe ser una consigna dedicada a fortalecer la relación entre padres e hijos. A pesar de que se ha demostrado que no es necesario recurrir a la violencia, el maltrato y las agresiones para educar a los hijos, hoy en día aún existen padres que se imponen de esta forma. Resulta estremecedor ver cómo se opta por la violencia por comodidad en lugar de evaluar otras alternativas.

Por esta razón es de suma importancia discernir cuál es el límite entre disciplina y comodidad; firmeza y violencia.

Padres que gritan

A menudo, los padres que optan por gritarle a sus hijos han perdido el control de la situación. Al perder la paciencia y llegar a la frustración, en su desespero se dejan llevar por lo primero que les surge. Esto resulta tan dañino para los niños como para los propios padres, ya que todos quedan expuestos a un ambiente emocional dañino.

Los gritos no son agradables, de hecho, son un sonido desagradable que suele activar la alarma y defensa en todo ser humano. El hecho de gritar para hacerse entender es una conducta aprendida que, con el tiempo, se convirtió en un mal hábito. Aquellos adultos que gritan, a su vez, recibieron gritos de pequeños.

Por lo general, estas personas se escudan la excusa de: “mi mamá se pasaba el día gritándome y a mí no me pasó nada”, “el hecho de que mi padre me gritara no me hizo una persona mala” o “mis padres me decían que esa era la mejor forma de educar”.

El no a los gritos debe ser una consigna dedicada a fortalecer la relación entre padres e hijos.

Todo padre que grita debería hacerse una auto evaluación para replantearse si realmente considera que los gritos le favorecen a él, a su hijo. Además debe evaluar hasta qué punto se está dejando llevar por la comodidad del grito y hasta qué punto ha considerado alternativas más inteligentes (y eficaces) a la hora de instruir, disciplinar y detener una conducta indeseable en el niño.

Una cosa son los gritos de una madre que advierte del peligro a su hijo y otra cosa son los gritos que intentan disciplinar a los niños. ¿Cuál es la diferencia más significativa entre ambos escenarios?

Los gritos de advertencia son emitidos solo en situaciones en las que existe un agente externo (amenaza) que amerita el grito; mientras que los gritos de en el hogar suelen estar cargados de emociones negativas y muchas veces, son un acto de crueldad.

No es necesario gritar para expresarse y hacerse entender. Si se cree que el grito es la solución es porque no se sabe transmitir el mensaje de otra forma y es el momento de buscar las alternativas, idear estrategias sanas y crecer a nivel psico-emocional.

Castigar con gritos, no es una verdadera forma de instrucción. Los gritos no enseñan a pensar.

El maltrato infantil no solo incluye la agresión física, también la agresión verbal y psicológica. En tal caso, gritar a los niños por todo representa un ataque hacia ellos.

Consecuencias de los gritos

La consecuencia de una educación a gritos es que los niños tendrán una clara tendencia a victimizarse y, a la larga, adoptarán una conducta pasivo-agresiva como mecanismo de defensa ante otros. Por lo general, los padres que recurren a los gritos, manipulan a los niños al hacerles creer que sus acciones los hacen infelices, lo cual hace mella incluso en su autoestima.

Los niños toman tal actitud como un ejemplo a seguir. Dado que los padres son el modelo a seguir, los niños los imitarán en todo lo que puedan. Por lo tanto, si ven a sus padres gritar, ellos también gritarán cada vez que tengan la oportunidad, lo cual dará lugar a otros conflictos sociales, como puede ser el aislamiento escolar.

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Los gritos propician un estado nervioso. Más allá de disciplinarlos lo que hacen los gritos, en realidad, es producirles un desequilibrio emocional que los hace vulnerables, frágiles. En otras palabras, los gritos abonan el terreno a las carencias.

Por otra parte, los niños pueden llegar a creer que podrían ser agredidos físicamente, lo cual trae como resultado un estado de alerta constante, tras el cual se esconde un gran temor incluso hacia sus propios padres.

Un grito es una expresión de incapacidad para comunicar un determinado mensaje.

Si los padres gritan de forma constante por todas aquellas situaciones que le generen estrés, a largo plazo perderán autoridad y el respeto por parte de sus hijos. 

En este mismo sentido, cabe destacar que los padres quedan mal ante el resto de la sociedad. Los padres que suelen gritar son percibidos de forma negativa ante sus vecinos, compañeros, familiares y resto de los individuos. Normalmente son reconocidos y tachados con sobrenombres desagradables y las personas pierden el respeto hacia ellos.

No a los gritos: sí existen alternativas

Ciertamente, en algunos casos los niños pueden llegar a colmar la paciencia de sus padres. Puede que solo sea para llamar la atención o por otros factores No obstante, existen distintas alternativas para evitar recurrir a este mal hábito.

 

Se recomienda a los padres que prueben con otros métodos de disciplina. Existen diversas formas que sirven de alternativa a los gritos. Evitar las opciones más agresivas para disciplinar a los niños siempre es la alternativa correcta.


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