La capacidad que tiene nuestro cerebro de adaptarse y de cambiar frente a cualquier circunstancia y experiencia se conoce como neuroplasticidad, o plasticidad neuronal. Con lo cual, entre neuroplasticidad y aprendizaje se plantea una relación muy estrecha porque, mientras más expongamos a nuestro cerebro a nuevas y diversas situaciones de aprendizaje, más capacitado estará para seguir aprendiendo.
¿Qué es la neuroplasticidad?
En cierta época, la psicología afirmaba que los cambios y modificaciones en la estructura del cerebro solo tenían lugar en la etapa de la infancia. Sin embargo, con el tiempo, esta idea ha ido cambiando, y hoy en día se estudia cómo el cerebro sigue cambiando aún cuando somos adultos.
Así, la neuroplasticidad hace referencia a la potencialidad del sistema nervioso de modificarse para crear nuevas conexiones nerviosas, modificarlas, alterarlas o, incluso, desecharlas si no se usan. Estas nuevas conexiones neuronales responden a información nueva, a estímulos, incluso al daño o la disfunción.
Entonces, la plasticidad cerebral es inherente a nuestro tejido nervioso, el cual es un sistema dinámico, adaptable y plástico que reacciona frente a sucesivas activaciones.
La bonita relación entre neuroplasticidad y aprendizaje
Para que nuestro cerebro se fortalezca y sea capaz de adaptarse cada vez mejor, debemos enfrentarlo a nuevas situaciones de aprendizaje. Es decir, debemos provocar a nuestro cerebro para que cambie constantemente. Ya sea por medio del estudio de temáticas o conceptos, o a partir de la experiencia, mediante la que aprendemos y modificamos nuestras conductas y comportamientos.
Decimos que entre neuroplasticidad y aprendizaje existe una bonita relación porque, precisamente, a través de este último, es posible generar mayor plasticidad cerebral.
Es decir, el aprendizaje es la capacidad de cambiar la conducta como fruto de la experiencia para que un individuo se pueda adaptar a nuevas situaciones ambientales y sociales. Entonces, un proceso de aprendizaje supone para una persona cambios a nivel cognitivo, a nivel comportamental y a nivel anátomo-fisiológico del sistema nervioso.
Por lo tanto, para que la neuroplasticidad, en tanto proceso intrínseco del cerebro, se desarrolle, es fundamental la memoria y el aprendizaje. Es decir, cuando aprendemos, memorizamos y almacenamos, y este es un proceso que se produce en las redes neuronales. Con lo cual, cuando aprendemos, a través del estudio o de la experiencia, estimulamos nuestro cerebro y permitimos que se den dos procesos básicos:
- La estimulación sensorial.
- La estimulación cognitiva.
Y, de esta manera, ponemos a prueba a nuestro cerebro y lo entrenamos para que sea capaz de cambiar y adaptarse cuando se enfrente a un aprendizaje.
Aprender algo nuevo cada día para preservar la relación entre neuroplasticidad y aprendizaje
Si hemos comprendido la relación que existe entre la neuroplasticidad y el aprendizaje, ¿cómo podemos, entonces, hacer para que esta no se rompa y perdure en el tiempo? Pues bien, ello implica considerar distintas acciones, actitudes y comportamientos relacionados con el desarrollo de nuestro cerebro. Y, principalmente, con nuestra capacidad de aprender algo nuevo constantemente.
Son muchísimas las acciones que podemos considerar para aprender cosas nuevas cada día. A diario, nos enfrentarnos a muchas situaciones que son oportunidades de aprendizaje. Tanto para ampliar nuestra cultura general o lenguaje, aprender idiomas, memorizar geografía, alimentar nuestra cinefilia o comprender mejor temas de nutrición.
Da igual si se trata de estudios formales, de intereses personales o de un hobbie. El hecho es que tengamos la predisposición y la motivación por aprender.
Actividades cotidianas en las que aprendemos
Algunas de las actividades que llevamos a cabo a diario y con las que aprendemos son:
- Leer todos los días, aunque sea algunas pocas páginas de algún libro elegido.
- Estudiar poco a poco otros idiomas. Ya sea asistiendo a alguna academia física u online, o, simplemente, a través de canciones o películas y series subtituladas.
- Leer las etiquetas de los productos que compramos en el supermercado y revisar o buscar información para comprender el significado de palabras o conceptos desconocidos, o que llamen nuestra atención.
- Indagar más sobre la información que nos proporciona el titular de una noticia. Buscar otra información que amplíe, corrobore o refute la primera, y que provenga de fuentes fiables y confiables.
- Saldar cualquier duda que tengamos respecto al significado de una palabra, a su sinónimo o antónimo. Y más hoy en día con el móvil e internet, que nos permiten resolver de forma inmediata cualquier duda que tengamos.
- Incluso, prestar atención a una receta de cocina compartida por dos personas en cualquier sitio. Y, principalmente, a esa especia ‘rara’ con la que cuentan es fenomenal, y de la que podemos indagar más sobre su origen y sus usos y, tal vez, incluirla en nuestra próxima cocción.
Bibliografía
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