La maternidad da vértigo. Son innumerables las ocasiones en las que no sabes cómo actuar y sientes que no lo estás haciendo bien. Darías todo por contar con un manual de instrucciones, pero lo único que tienes son tu intuición y un montón de opiniones externas contradictorias. Cuando el miedo se apodere de ti, recuerda que, con solo estar presente para tus hijos, les estás dando el mayor regalo.
Seguramente te habrás acostado muchas noches culpándote por no haber sido perfecta. Por no haber podido pasar más tiempo con tu hijo o por no poder ofrecerle una actividad mejor que ir al parque. Habrás sentido un nudo en el estómago cuando recordaste no haberle prestado suficiente atención por estar ocupada con las tareas de casa, o cuando aquella vez perdiste los nervios y alzaste la voz.
El juicio es constante y muy a menudo proviene de nosotras mismas. Por ello, déjame afirmarte que estás y eso es lo que importa. No necesitas ser perfecta. Porque cuando tu hijo crezca y piense en su infancia, no recordará aquel día que estabas demasiado cansada para jugar, recordará que su mamá siempre estuvo ahí.
Regalar tu presencia
Las circunstancias vitales de cada madre son diferentes. Incluso una misma mujer atraviesa periodos muy distintos a lo largo de su maternidad. Los primeros meses (o incluso años) del bebé están cargados de una gran exigencia debido a la dependencia del pequeño. En estos primeros momentos tú eres todo su mundo, su principal fuente de afecto, sustento y soporte.
Tu bebé te necesita constantemente, llora y se angustia cuando te alejas y de pronto sientes que tu identidad se disuelve. Tu rol como mujer, esposa, amiga, trabajadora, etc., se disipa ante las demandas de esta pequeña ‘personita’. Pasas prácticamente la totalidad de tu días cuidando de tu hijo y, en ocasiones, sientes que solo desearías poder tener una conversación con un adulto.
Esta dedicación absoluta puede llegar a desbordarte. No obstante, trata de recordar que este periodo pasará y que cada segundo de presencia que le regalas a tu hijo está contribuyendo a forjar la base de su autoestima. Cada vez que lo abrazas, le enseñas a sentirse amado. Cada vez que llora y tú acudes, aprende a sentirse seguro y a confiar.
No sientas culpa por saturarte, por necesitar ayuda, por desear un pequeño espacio de libertad. Ser madre es uno de los trabajos más exigentes que existen y es totalmente normal que, a veces, solo desees volver a vivir un día con independencia. Aún así, nunca olvides la gran labor que estás realizando y la importancia que tiene estar presente en el desarrollo de tu hijo.
Estar presente de diferentes maneras
A medida que el niño crece, la dependencia se reduce y puedes comenzar a delegar las tareas. En estos momentos, el papel del padre, de otros familiares, incluso de educadores infantiles, cobra más relevancia. Es entonces cuando vuelves a trabajar y comienzas a culparte por no poder estar presente siempre para tus hijos.
Cuando llegas a casa, cansada, has de ocuparse de las cenas, de la compra, de las tareas del hogar…, y muchas veces no puedes prestar a tus niños toda la atención que desearías.
Sé amable e indulgente contigo misma. Tal vez piensas que no eres una buena madre por no tener el tiempo de sentarte en la alfombra a jugar con tu pequeño. Pero el rato que pasáis haciendo la comida juntos significa mucho para él. Las aventuras yendo al supermercado a tu lado, el camino a casa charlando, el tiempo que empleas en ayudarle con los deberes…
Quizás sientas que deberíais estar yendo a museos o parques de atracciones o que le estás fallando por irte a trabajar en lugar de quedarte en casa. Debes saber que cada segundo que compartís realizando tareas cotidianas se convertirá en los recuerdos más preciados de su vida.
Cuando eche la vista atrás, recordará cómo le enseñaste a echar la sal en la tortilla, cómo le permitías elegir las mandarinas en la frutería o cómo cantabais juntos en el coche. En ese momento, darán igual los días que perdiste la paciencia, que te encontrabas cansada o que visteis una película en casa en lugar de ir al cine. Porque todo lo que recordará será que su madre estaba ahí, y es lo único que importa.
Bibliografía
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