Solo al ser madre es posible comprender la realización que una mujer siente cuando concibe a sus hijos. Esta realización nada tiene que ver con aspiraciones profesionales ni logros revolucionarios de igualdad de género. Y no es que no sean importantes, realmente lo son. Y, de hecho, todas las madres deberían luchar para que las mujeres tengan trato igualitario en todos los ámbitos.
No obstante, la realización que alcanza la mujer cuando experimenta el maravilloso don de ser madre no tiene comparación con nada. Porque nada puede igualar la sensación que vive un alma cuando da vida.
Ser madre, el milagro de crear vida
Y ese es justamente el punto insuperable, pues la vida es el acontecimiento más prodigioso que la naturaleza ha creado. Y a la mujer le ha sido otorgado el gran don de hacerlo posible, y de ser testigo y al mismo tiempo coprotagonista del milagro que se gesta dentro de su vientre.
Dentro de esa mujer que empieza a convertirse en madre hay una célula fecundada que a su vez guarda el misterio de la vida. Uno que se hará presente entre los demás en nueve meses. Esos 270 días constituyen un hito para la pareja que ha concebido. Y la madre que guarda al bebé en su seno siente en carne propia cada cambio, cada avance, cada angustia, cada alegría, cada atisbo de vida. De esa madre surgirá un ser inteligente y hermoso, con conciencia y capacidad para crear y transformar el mundo. Y quien lo parió lo sabe porque su hijo, sin duda, le ha cambiado el mundo.
Un don que te hace plena
La mejor manera de que una mujer viva una experiencia tan intensa es con gratitud. Dar gracias por el don recibido te ayudará a hacer surgir ese sentimiento tan único que es el amor materno. Es el amor que una madre siente hacia su hijo lo que la hace capaz de luchar contra el mundo si es necesario hacerlo.
Al dar a luz, la mujer experimenta la propia plenitud. Parece mentira pero la experiencia de la maternidad hace que la mujer madure completamente, pues ha experimentado el don más preciado: la posibilidad de dar vida. Y es esta experiencia la que la hace crecer, y la prepara para proteger al bebé que nació de sus entrañas.
El cambio que genera el don de ser madre en la mujer hace que se prepare para enfrentarse sin pesar a sacrificios y dificultades, fatigas, esfuerzos y alegría. En un proceso que, contradictoriamente, se combina junto a la tranquilidad, el nerviosismo y el optimismo.
La maternidad te hace crecer
Vivir la experiencia de la maternidad hace que la mujer sea consciente de este nuevo sentimiento materno que fluye de ella de manera inextinguible. El amor de una madre agradecida por su don no tiene límites.
Experimentar el don de ser madre te permite observar y apreciar la belleza de la vida. La cual se expresa con más claridad que nunca durante el proceso de crecimiento de tu propio hijo. Y es ese día a día junto a tu criatura la llama que repone muchas esperanzas en el futuro.
No hay sonrisa más genuina que la que se dibuja en los labios de una madre que ve a su hijo ahí, junto a ella. Nunca antes había sentido tanta dicha como ahora que tiene un hijo, una personita que le hace sentir con cada fibra de su cuerpo que ser madre es un don maravilloso, inigualable.
Desde el día que esa mujer se sabe madre empieza un viaje que, no solo se circunscribe al milagroso hecho de dar vida, sino que se profundiza. Pues, por encima de todo, ser madre significa cuidar del bebé porque su futuro depende de su padre y de su mamá.
Y así es como una verdadera mujer se da cuenta que el maravilloso don que le fue otorgado trae consigo una inmensa responsabilidad. La cual implica miles de tareas y sacrificios que siempre son llevados a cabo con el inmenso amor que solo una madre sabe dar. Cada preocupación, cada desvelo y cada esfuerzo se ve recompensado al observar a su hijo crecer, sano, feliz y a su lado.
Bibliografía
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