La leche rancia puede ser un problema importante. Durante la lactancia, es una práctica común extraer y congelar la leche materna. Sin embargo, mientras está congelada, la leche materna puede desarrollar un sabor rancio. Este evento induce estrés en la rutina de la alimentación infantil y aumenta las preocupaciones de las madres sobre la calidad de su leche materna congelada.
¿Cuál es la recomendación para congelar la leche materna?
Las recomendaciones para almacenar la leche materna extraída varían según las condiciones de almacenamiento. En general, el almacenamiento de la leche materna puede hacerse a temperatura ambiente, por debajo de 26 grados centígrados, durante 4–6 horas.
También, puede almacenarse en un refrigerador a temperaturas por debajo de los 4 grados centígrados durante 3–8 días. Por último, en un congelador a temperaturas de −17 a −20 grados puede almacenarse durante al menos 3 meses. En consecuencia, cuando se espera que la leche materna se consuma después de 3 a 8 días, la congelación es una práctica común para las madres que manejan su leche en casa.
¿Qué ocasiona la leche rancia?
El sabor típico de la leche rancia es causado por los productos de la lipólisis (o digestión) de la leche. En este punto, es importante destacar que, al momento del nacimiento, el sistema gastrointestinal del bebé no ha alcanzado su madurez.
Así, muchas de las funciones digestivas son incipientes o ausentes en el recién nacido. Solamente hacia los doce meses la totalidad de las funciones gastrointestinales se habrán adquirido.
Pero la sabia naturaleza lo tiene todo arreglado. La leche materna, además de su alto contenido de grasas o lípidos, también posee las enzimas necesarias para su digestión: las lipasas. Cuando las lipasas atacan los lípidos de la leche, esta se pone rancia.
Los detalles de este proceso
La digestión de los triglicéridos (TG) de la leche produce que se libere glicerol y ácidos grasos libres (AGL). A medida que se acumulan grandes cantidades de AGL, va aumentando el sabor rancio en la leche. Este se debe, principalmente, a los ácidos grasos volátiles de cadena corta e intermedia.
En la leche fresca, los lípidos de la leche existen en forma de glóbulos de grasa de 0,1 a 20 micras de diámetro. Tales glóbulos actúan como bolsas que encierran el contenido de triglicéridos y su membrana aísla los TG internos de la lipasa que viaja en el suero de la leche. Por tal razón, la leche fresca nunca está rancia.
Sin embargo, el proceso de congelación resulta en la cristalización de los lípidos de la leche y daña la membrana del glóbulo graso. Esto es lo que permite que ocurra la lipólisis de la leche.
Las lipasas de la leche materna humana
La leche humana difiere de la leche de vaca en que contiene dos lipasas: la lipasa de lipoproteína y la lipasa estimulada por sales biliares. La presencia de lipasas en la leche ingerida tiene importantes implicaciones nutricionales.
Así, gracias a que la lipasa fragmenta los TG, el organismo del bebé puede asimilar esta grasa. Por tanto, la función de la lipasa es prodigiosa y muy útil para el bebé.
Pero ¿por qué todas las leches no se ponen rancias?
Es importante entender que el contenido de lipasas es variable de una madre a otra. De hecho, algunas mujeres expresan más lipasas o poseen lipasas que se activan con más facilidad. Por esa razón, no todas las madres tienen problemas de leche rancia.
¿La leche rancia le sentará mal al bebé?
Esta es la duda más frecuente en mujeres cuya leche se pone rancia por el congelamiento. Sin lugar a dudas, la leche rancia no es mala para el bebé. Esta leche no está contaminada, ni va a provocar ninguna enfermedad en el lactante.
Es oportuno considerar que los bebés ya conocen el sabor de la leche predigerida. Cada vez que tiene regurgitaciones, le llega a la boca la leche del estómago que ya ha pasado por la acción de las lipasas. A pesar de este hecho, puede suceder que el bebé se resista al sabor de la leche rancia y, por consiguiente, la rechace.
¿Qué hacer si el bebé no tolera la leche rancia?
Cuando los bebés rechazan la leche descongelada, expertos que han estudiado este tema recomiendan tratar de proporcionar leche materna recién extraída o leche materna congelada por menos de 7 días.
Al mismo tiempo, es importante poner en práctica el precepto de usar primero la leche más antigua en el refrigerador o congelador. Siempre recordando que el límite de tiempo de congelación sea de menos de 7 días. Todo ello con el fin de evitar el estrés de la alimentación infantil.
Por último, también se conoce que pasteurizar (o escaldar) la leche fresca ante de ser congelada inactiva las lipasas, aminorando la ranciedad.
Bibliografía
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