En la actualidad existe la peligrosa tendencia de juzgar a las amas de casa. El 8 de marzo se conmemoraba el día de la mujer trabajadora, excluyendo a todas aquellas madres que cuidan de sus hijos en casa. Ellas, que se dedican en cuerpo y alma al hogar y a los niños, también son mujeres trabajadoras.
Lamentablemente, la conmemoración tiene una una historia muy trágica detrás. Ese día, en 1911, un gran grupo de mujeres obreras moría en un incendio de una fábrica textil. Lo único por lo que luchaban era por la igualdad, o mejor dicho, el reconocimiento de sus derechos.
Su meta era conseguir mejoras laborales, sin importar su género o su condición. Hoy en día, su implicación se rememora en esta fecha como símbolo histórico del feminismo.
Ahora bien, ¿es lícito considerar que aquellas madres que dedican su vida al hogar no son también dignas de celebrar este día?
Definitivamente, no. Aquellas que decidieron y eligieron eso para su vida merecen igual reconocimiento que quienes optaron por profesionalizarse, descartando o no la maternidad. El cuidar de una casa y una familia también es una ardua tarea, que no tiene remuneración y que nunca termina.
Son mujeres que cuidan de sus hijos sin cotizar ni cobrar. No perciben aguinaldos ni cuentan con vacaciones pagadas. Para mucha gente, ni siquiera suman. Sin embargo, sin ellas nosotras no estaríamos aquí. Son algunas de nuestras madres, hermanas, abuelas, tías y amigas. Y todas merecen el mismo respeto.
No, no es atenuante el permanecer dentro de casa. Ellas tampoco viven en una suerte de vacaciones un poco más ajetreadas. Es algo que la sociedad tiene que empezar a asumir, porque las madres que cuidan de sus hijos también son mujeres importantes.
Mujeres trabajadoras puertas para adentro
Los días transcurren dándolo todo a cambio de nada. Desinteresadamente, solo por amor. Pueden pasar una jornada completa simplemente recogiendo juguetes y limpiando muebles. En otras ocasiones, sienten que son multitarea, y no paran ni un segundo, corriendo entre comida, ropa, desorden y niños.
Pueden pasar días e incluso semanas sin entablar relación con una persona adulta (que no sea su marido, claro). Realmente ser madre a tiempo completo puede ser mucho más duro de lo que verdaderamente parece. Solo hay que pensar en la monotonía de cada día para darse cuenta de que no es un trabajo sencillo.
Desde luego, no se trata de competir para ver quién tiene más sueño, más ojeras y quién se sacrifica más. De hecho, hay madres que trabajan el doble: fuera y dentro de casa. Entonces, ¿por qué no pensar que todas, a su modo, son mujeres trabajadoras?
La cuestión no es quien me va a permitir, si no quien me va a detener
-Ayn Rand-
Sea como fuere, hay otra triste realidad que subyace de fondo. Ya de por sí es muy complicado encontrar trabajo siendo madre. La gente juzga sin haberlo vivido. Solo hay que oír testimonios de mujeres que dedicaron tiempo a sus hijos y que ahora intentan reinsertarse en el mercado laboral.
A la frustración que, de antemano, supone no encontrar el trabajo que se necesita, la sociedad condena y señala. Doblemente castigadas, por el simple hecho de ser madres. Por la decisión de elegir una prioridad diferente a la de otras mujeres.
Todas somos mujeres trabajadoras
Ciertamente, aquellas madres que cuidan de sus hijos también deben ser consideradas mujeres trabajadoras. Si perciben un sueldo o no, y si aportan o no, poco importa. No viene al caso.
Las unas y las otras merecen el mayor de los respetos. El trabajo, cualquiera sea, dignifica. Se debe valorar la labor de todas y cada una de ellas. Cuidar jamás ha sido un trabajo menor y menos aún en los tiempos que corren. El tener la responsabilidad de criar a un niño es algo muy duro, y no todo el mundo da la talla. Hay que guiarse más por la paciencia y por el corazón.
Cuidar implica mucho más que un simple verbo. Precisamente, ignoramos que muy poca gente quiere hacerlo de manera genuina. Esta acción, que a ojos de muchos puede parecer menor, conlleva dosis de amor que casi nadie puede llegar a experimentar.
Cariño, abnegación, dedicación y esfuerzos en dosis elevadas. Sueño y cansancio por mayor. Sobre todo, sacrificio, una entrega por completo a un hijo. Eso que la gente no tiene en cuenta, posee un gran valor emocional, para el niño y para la madre. Un niño que, acompañado en su crianza, no sufrirá ningún tipo de carencia sentimental, algo que el mundo entero agradecerá.