La vida tiene muchos colores y muchas formas, pero la que más le agrada a un padre o a una madre es la que se refleja a través de la mirada pícara de sus hijos, a través de la música de sus sonrisas, de sus cabellos ondulados y de esa risa que decora nuestra alma de alegrías y esperanzas. Porque la vida es más bonita al lado de un niño…
Decía José Saramago que un hijo es un ser que nos llega prestado para hacer un curso intensivo sobre cómo es amar a alguien, más que a nosotros mismos. Explicaba, además, que pocos actos requieren tanto coraje, porque cada día debemos enfrentarnos a la incertidumbre de si lo estamos haciendo bien, si nos hemos equivocado en algo, en algún pequeño aspecto que pueda causar daño a un ser tan amado y preciado.
Es como si el amor y el miedo fueran siempre la cara de una misma moneda. La ilusión y la incertidumbre siempre van juntas y eso es algo que se vive de forma más intensa durante la crianza de un hijo. Sin embargo, y esto debemos tenerlo claro, ese temor es algo saludable. No podemos olvidar que el miedo se halla enclavado genéticamente en nuestro cerebro por una razón muy concreta: para sobrevivir mejor, para anticipar riesgos y garantizar así nuestro bienestar y el las personas amadas.
Preocuparse es algo natural cuando uno sabe qué es lo más bonito de su propio mundo. En “Eres Mamá” te invitamos a reflexionar sobre ese tesoro que actúa como motor de tu día a día.
Tú eres mi presente, tú haces que la vida tenga su mayor significado
A día de hoy, algo que está muy de moda son los blogs de personalidades famosas (actrices, cantantes, periodistas…) que hablan sobre la maternidad, sobre sus peripecias cotidianas y sus originales consejos. No faltan sin duda aquellas que, sin pelos en la lengua, hablan de lo dura que es esa etapa y de cuánto echan en falta aquellos días en que, carentes de responsabilidades, disponían a su antojo del tiempo, dormían cuanto querían y podían tomar decisiones rápidas sin tener que depender de nada ni nadie.
- Bien, si reflexionamos sobre estos comentarios nos daremos cuenta de que siempre hay a quien le gusta colocar fronteras entre el antes y el después. Entre esa época “con niños” y esa nueva etapa “con los hijos”. Aún más, también podríamos poner otra en la que carecíamos pareja y esos días en que contamos ya con una relación sólida.
- No se trata de reflexionar sobre qué época era mejor o peor, sino en qué nos aporta cada momento de nuestra vida.
- Debemos entender que la vida son ciclos de los cuales hemos de aprender para seguir creciendo, madurando y aprovechando todo lo que nos encontramos en nuestro camino para ser mejores cada día.
Entendamos a su vez que un hijo, marca un instante clave en nuestro ciclo vital. Es un instante en que todo hombre y toda mujer debe reiniciarse, reinterpretarse y superarse como persona para sacar lo mejor de sí, su esencia más noble, más responsable, más digna.
Lejos de poner la mirada atrás para echar en falta esa libertad de ayer, la persona madura pondrá todo su enfoque en el presente, en ese “aquí y ahora” donde toda palabra, toda caricia, todo acto, cobra una importancia esencial.
El mundo siempre será más bonito a tu lado
Puede que tu hijo sea un regalo de la vida largamente buscado. Puede incluso que sea un niño arcoíris, la esperanza renovada tras perder a tu pequeño niño estrella. Es posible, también, que tu pequeño llegara de improviso, sin que lo esperaras y en el momento más complicado. Sin embargo, las incertidumbres quedan ahora difuminadas y diluidas en las aguas del ayer, porque has descubierto que es lo mejor que le ha podido ocurrir a la isla preciosa de tu presente. Nunca has sido tan feliz.
Los niños llegan a nuestros brazos de muy diversas formas, a veces en compañía de la mejor pareja del mundo, otras veces toca afrontar tal aventura en soledad. No obstante, sea como sea, has comprendido que la vida ha cobrado otro color, ahora todo es más intenso, más ruidoso, divertido, caótico a instantes… Ahora, a su vez, todo es inmensamente fugaz. El tiempo pasa muy rápido y tu hijo crece segundo a segundo y eso, en ocasiones, te llena nuevamente de temores, de miedos e inquietudes…
Recordemos aquí nuevamente las palabras de José Saramago:
“Llegará el día que perdamos a nuestros hijos… Pero ¿perder? ¿cómo? No, nuestros hijos no son nuestros. Fueron apenas un préstamo… el más preciado y maravilloso préstamo, ya que son nuestros solo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Que la vida bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”
Bibliografía
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