La disciplina es una forma de enseñar. Lo que se puede transmitir a través de ella es quizás lo más importante para nuestros consentidos: valores y hábitos positivos.
Lo fundamental en la relación entre nosotras las madres y nuestros hijos es prepararlos para la vida. La realidad es que algún día nuestros pequeñines serán adultos hechos y derechos que buscarán sus propios horizontes.
Pero para poder llegar allí, deben aprender un conjunto de lecciones que incluyen: formación escolar, aseo integral, comportamiento social y sobre todo, valores. La idea es proveerles las herramientas para que procuren el éxito en cada objetivo que se propongan en la vida.
Para lograr este propósito es necesario tener disciplina. Básicamente la disciplina, consiste en la aplicación de un conjunto de reglas de comportamiento, para mantener un orden general de todo lo que se asuma para conseguir los mejores resultados.
Disciplinar es enseñar
Desde esta perspectiva, establecer normas forma parte de un proceso educativo largo y continuo. Lo ideal es realizar el proceso paulatinamente, es decir, iniciar con reglas y responsabilidades pequeñas y luego subir el nivel durante el crecimiento del niño.
No se trata de castigar o de ser inflexibles. Tampoco contribuirás mucho al desarrollo de tu hijo siendo flexible en todo.
La disciplina permite establecer un equilibrio moral en el que se premia lo correcto y se penaliza lo que está mal. No obstante, tenemos que tener en cuenta que jamás debemos hacerlo con una conducta de autoridad hostil o incomprensiva.
Consejos para que aprenda sobre disciplina
Toda regla que apliques debe estar en concordancia con la edad y las capacidades del niño. Exagerar puede ser tan destructivo como no disciplinar, o incluso mucho peor.
La constancia debe ser la guía de tu accionar. Nada de dudar o de contradecirte tú mismo en una orden. De lo contrario estarías rompiendo los patrones de conducta adecuada. Cuando dices “No” es “No”.
Otro aspecto fundamental de la disciplina es que la misma debe ser lógica y razonada. No es un acto de capricho o de control a tu pequeño, debe haber una explicación sensata para lo que pides como padre. No puede parecer un acto arbitrario.
Definir límites
Además de establecer tareas, normas e inculcar valores, es imprescindible colocar límites. Es importante que los niños entiendan que sus acciones influyen en otros y que las cosas no son siempre como ellos creen.
Esto refuerza la idea de que ellos no viven solos en este mundo, sino en una sociedad, lo cual implica que deben tener en todo momento consideración y respeto con cada una de las personas que estén en su entorno.
A largo plazo también lograrán ser compasivos practicando la empatía. Esta capacidad de “colocarse en los zapatos del otro” les permitirá entender las realidades de las otras personas.
Los parámetros principales están en no hacer daño a terceros ni a ellos mismos. Hay que lograr que entiendan que no asearse, no estudiar, ser groseros o no contribuir, es un daño que les afecta a ellos mismos y a la sociedad en general.
Diferenciar entre el daño y el descuido
Los padres deben tratar de diferenciar cuando el niño genera un daño intencional y cuando cometa un error, omisión o descuido. Las acciones correctivas dependerán de eso, teniendo respuestas más suaves para el descuido.
Cuando un pequeño hace un daño intencional, probablemente lo que esté ocurriendo es que esté copiando a alguien o no tenga la conciencia de sus actos. El regaño debe ser más enérgico, pero acompañado del mensaje correcto.
Es importante que el niño entienda las consecuencias de sus actos y a su vez se genere una comunicación bidireccional para saber su punto de vista. Si la falla afecta a personas de su entorno se debe lograr que pida “unas genuinas disculpas”, con el compromiso de que la situación no se repetirá en el futuro.
Pero cuando el niño comete un descuido u omisión, lo mejor es explicarle en qué ha fallado, que trate de comprender lo que sucedió y las implicaciones que tiene el hecho. Lo importante es alertar para que pongan más atención.
Estos son algunos principios fundamentales a la hora de establecer pautas de disciplina. Es importante que seamos constantes y coherentes sin olvidar que toda persona es generalmente el reflejo de sus padres y de las vivencias de su infancia.
Bibliografía
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