La importancia de no etiquetar a los niños

Las palabras que repetimos a nuestros hijos calan en la definición que tienen de sí mismos. Tratemos de no asignarles etiquetas que los limiten.
La importancia de no etiquetar a los niños
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 10 julio, 2020

Las personas usamos etiquetas, categorías para clasificar a los demás y desenvolvernos más fácilmente. Afirmamos que nuestro padre es sensible o que nuestra amiga es divertida. Pero no nos damos cuenta de que, en los niños, seres en pleno desarrollo, estas definiciones pueden ser contraproducentes. En este artículo te explicamos la importancia de no etiquetar a los niños.

Sin ser conscientes, muy a menudo nos formamos una idea concreta e inamovible de cómo son nuestros hijos. Desde temprano, los etiquetamos como tímidos, desordenados o desobedientes, y actuamos en consecuencia a esas definiciones.

Seguramente, estas ideas no han surgido de la nada y tu hijo ha mostrado comportamientos que te han llevado a considerarlo de ese modo. Lo que quizá no sepas es que tus expectativas sobre él tienen un gran poder para moldear su personalidad

El efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión fue definido por el psicólogo Robert Rosenthal como la capacidad que tienen las expectativas de una persona de influir en el rendimiento de otra. Este fenómeno fue principalmente estudiado dentro de las aulas. Se informó a los profesores de que se había evaluado a sus alumnos con un test de capacidades intelectuales. A continuación, se les indicó que algunos de ellos (elegidos al azar) eran brillantes.

Es muy importante no etiquetar a los niños para evitar el efecto Pigmalión.

Los resultados mostraron que aquellos alumnos a los que se había considerado más capacitados obtuvieron un mayor progreso y un mejor rendimiento a final de curso. Sin embargo, dicho test de inteligencia nunca se realizó, y los alumnos elegidos como ‘brillantes’ fueron totalmente aleatorios.

¿Cómo podemos explicar, entonces, su mayor rendimiento académico?. La clave la encontramos en las expectativas de los profesores, en las etiquetas que ellos pusieron de ‘brillantes’ o ‘mediocres’ a sus alumnos.

La actitud del profesor y la predisposición a enseñar a cada niño fue diferente. A aquellos niños supuestamente más capacitados les ofreció mayores oportunidades y retos intelectuales. Como consecuencia, y a modo de profecía autocumplida, aquellos de quienes él esperaba un mejor rendimiento terminaron obteniéndolo.

Profecía autocumplida

El efecto Pigmalión es extrapolable a cualquier situación de interacción social. Sin embargo, el impacto en nuestros hijos es mucho mayor. Pensemos que son seres humanos en pleno desarrollo y que nosotros constituimos su mayor referente. El poder de nuestras expectativas, actos y palabras sobre ellos es realmente grande. Veamos algunos ejemplos:

  • Mi hijo tiene un temperamento algo retraído y, por ello, asumo que es un niño tímido y le pongo la etiqueta. En consecuencia, hablaré con él y con otras personas de su timidez a menudo. Además, le ofreceré menos oportunidades de socializar porque entiendo que no le gusta. Con estas conductas no hago otra cosa que afianzar en su mente la idea de que es tímido y es incapaz de relacionarse socialmente. Y, por supuesto, su conducta se amoldará cada vez más a esta idea.
    Niño tímido al que le han impuesto esa etiqueta y le cuenta mucho más socializar.
  • El niño no suele recoger sus juguetes y su madre, cansada de intentar que recoja, asume que es un desordenado. Probablemente, comenzará a reprocharle constantemente al niño lo desorganizado que es mientras ella misma recoge sus cosas. Con sus palabras y sus actos está reforzando en el niño la idea de que él es una persona desorganizada y, por tanto, en el futuro actuará como tal.
  • Un niño trata de servirse la leche del vaso de forma autónoma y, por error, la derrama. En este momento, su padre le dice: “déjalo, ya lo hago yo, que tú no sabes”. Y de la misma forma cuando el pequeño trata de llevar los platos a la mesa o peinarse solo. Le está mostrando una y otra vez que le considera incapaz de valerse por sí mismo. Por ello, no ha de extrañarse si en el futuro el niño se comporta de una forma pasiva o indecisa; le ha convencido de que él es así.

Intenta no etiquetar a los niños

Por tanto, trata de ser muy consciente de las expectativas que tienes y las palabras que utilizas. Intenta no etiquetar a los niños, no les limites. Por el contrario, impúlsales a mejorar. Convéncete a ti y a él de que es alguien inteligente, seguro y capaz. Dale oportunidades para desarrollar todas sus habilidades y mantén la mejor actitud; espera siempre lo mejor de él. Tus expectativas están creando su realidad.


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