Frente a conductas disruptivas, estimulación positiva

Frente a conductas disruptivas, estimulación positiva
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 25 abril, 2020

Ante una conducta disruptiva, no existe nada mejor que la estimulación positiva. Al menos así lo entiende el grueso de especialistas que trabaja con niños. Lejos del rigor y las reacciones exageradas que suscitan todo mal comportamiento, se postula afortunadamente una alternativa.

Ahora bien, ¿en qué consiste esta estimulación positiva de la que hoy en día tanto se habla? ¿Cómo se puede implementar durante la crianza de los pequeños? En primera instancia, es posible afirmar que el objetivo de esta tendencia es siempre calmar al menor.

De este modo, la idea es poder sostener emocionalmente a a la criatura. Modificar las conductas disruptivas comprendiendo las causas ocultas y actuando asertivamente es la misión de toda madre. Descubre en este artículo de Eres Mamá cómo actuar cuando crees haber perdido las riendas de la situación.

Estimulación positiva: empaparse con la lluvia de razones

El mal comportamiento no es casual ni fortuito. Como todo en esta vida, tiene sus razones. Precisamente la labor materna es navegar en ese mar de motivos infantiles. Así podrás detectar aquel factor que impulsa al pequeño a incurrir en este tipo de conducta.

Pues sin dudas, todo mal accionar o conducta disruptiva tiene siempre de fondo un motivo muy preciso. Ahora bien, hay un sinfín de causas posibles que pueden generar la molestia del niño. Entre ellas, las más frecuentes suelen ser:

  • Hiperestimulación sensorial.
  • Frustración frente a algo que no se puede realizar o resolver.
  • Problemas o dificultad a la hora de comunicarse correctamente.
  • Desorden emocional.
  • Cambios bruscos de hábitos y rutinas.
  • Situaciones y sucesos dolorosos, así como también pérdidas cercanas.

¿Cómo actuar ante conductas disruptivas?

Una vez establecidas las causas por las que el niño incurre en ese tipo de comportamiento, será posible actuar de manera adecuada. Como bien dijimos, la idea central es llevar calma al menor. Pero resulta vital siempre trabajar desde la comprensión y con mucha paciencia.

De este modo, el diálogo y el trato sereno son fundamentales. Tan elementales como aportar alternativas para exteriorizar aquello que les haga daño o los haga sentir mal. No olvides que, en estos casos, establecer el contacto visual es también muy relevante y conveniente.

Si el niño corre peligro de hacerse daño

En caso de que tu hijo mantenga alguna conducta disruptiva que no represente ningún daño para él, debes seguir dos pasos básicamente. Recuerda siempre mantener la cordura y controlar tu propia respuesta para actuar asertiva y empáticamente.

En primera instancia, sujeta al chico para evitar que no se haga daño. Un claro ejemplo de ello puede ser brindarle un buen abrazo de oso. De este modo, esta primera medida no solo conlleva cierta protección sino también contención y cariño.

El segundo paso consiste en proceder a calmar al niño. Para ello, puedes tomarlo en brazos y cantarle suavemente una canción infantil que le agrade. Luego de ello, disponte a mantener un diálogo sincero, comprensivo y fluido. Mantiene un buen contacto visual y afectivo.

En caso de que el pequeño no corra ningún tipo de peligro

En caso de que el niño no corra peligro con su mal comportamiento, también se requiere de estimulación positiva. Para ello deben llevarse a cabo unos simples pasos que incluso fomentarán un mejor vínculo entre tu hijo y tú.

Antes que nada, intenta dirigir al niño hacia una conducta funcional. Esto implica necesariamente tener siempre preparada una alternativa. No lo reprimas, simplemente ofrece otras opciones, despliega su abanico de posibilidades.

Una vez que el niño olvidó esa conducta disruptiva, resulta fundamentar comenzar a comunicarse con él. Descubrir los motivos por los que incurrió en ese tipo de actitud. Contener al pequeño en su sentimiento y luego marcarle las eventuales salidas y caminos para lidiar con ello.

En cualquiera de los dos casos desarrollados resulta imperioso evitar el uso del no. Más aún basarse en el poco democrático y nada pedagógico “porque yo lo digo”. Tómate el tiempo que haga falta para explicarle al niño los motivos por los que no puede o debe hacer eso que está realizando.

Paralelamente, incentiva al niño a realizar otra actividad o a expresarse de otro modo. La idea es entonces barajar diversas opciones, sin quedarse en la prohibición o negación absoluta. Sin embargo, con este aspecto hay que ser cuidadosos.

Pues frente a este tipo de situación quizás no resulte conveniente ponerse a negociar. Del mismo modo, no se te ocurra sermonear. No funciona, te pones en una posición que no es favorable para la situación ni la crianza del niño.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.



Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.