La exigencia positiva para educar niños felices

En lo que respecta a la crianza, pocas cosas resultan más contraproducentes que el autoritarismo y la exigencia desmedida. Es mucho más conveniente recurrir a estrategias motivadoras que fortalezcan la autoestima y motivación de los niños y adolescentes.
La exigencia positiva para educar niños felices
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Fernando Clementin

Última actualización: 07 agosto, 2020

La exigencia positiva está caracterizada por el uso de normas que guían pero no asfixian y resulta bastante diferente a los métodos de crianza autoritarios usados en décadas pasadas. A continuación, nos detendremos en la importancia de educar niños felices y cuál es el mejor método para hacerlo.

Hoy en día, ver padres demasiado exigentes es algo, lamentablemente, muy frecuente. Muchas veces, ellos no se dan cuenta de las presiones que hacen sentir a sus hijos con sus imposiciones, las cuales no siempre tienen fundamentos sólidos.

Lo que se debe buscar es precisamente lo contrario. Los límites y las obligaciones sirven, ya que todos debemos ajustarnos a ciertas exigencias y obligaciones por el simple hecho de vivir en sociedad. Sin embargo, es importante elegir bien cómo transmitirlos. Ahí es donde debemos aplicar estrategias de exigencia positiva que permitan al niño sacar lo mejor de sí sin sentirse sobreexigido.

Consecuencias de la sobreexigencia en los niños

Si nos excedemos en las demandas, estaremos haciendo un gran daño a los pequeños. En parte, además, limitaremos su capacidad de disfrutar de una etapa tan maravillosa y llena de oportunidades. Una exigencia desmedida o impuesta de mala manera puede generar problemas como los siguientes:

  • Dependencia e incapacidad de tomar decisiones propias.
  • Baja autoestima.
  • Irritabilidad, ansiedad y agresividad.
  • Represión emocional.
  • Miedo a equivocarse y tomar riesgos.

¿Cómo implementar la exigencia positiva?

Existen ciertas pautas básicas que podemos considerar a la hora de fomentar la responsabilidad en nuestros pequeños. Estos son algunos de ellos:

1. Establecer una rutina

Por más que muchos la detesten, la rutina nos ayuda a darle orden a nuestra vida. De ese modo, nuestra mente, incluso nuestro organismo entero, se ‘programan’ para llevar a cabo funciones en momentos específicos.

Los padres exigentes tienden a tener expectativas demasiado altas para sus hijos.

Esta simple costumbre nos permite liberar espacio en nuestra mente para cuestiones más importantes. Así, en lugar de pensar cada día con qué se va a encontrar hoy, el niño ya tendrá una idea de las tareas y actividades que deberá cumplir durante el día.

Además, le permitirá conocer sus responsabilidades en cada situación; por ejemplo, sabrá que, luego de cenar, deberá irse a dormir.

2. Dedícales tiempo

Fortalecer el vínculo entre padres e hijos es fundamental por muchas razones. La primera es que ellos lograrán un mayor equilibrio emocional; esto redundará en mayor motivación, tranquilidad y constancia a la hora de buscar alcanzar sus metas.

Asimismo, también verán en sus padres figuras de apoyo, que pretenden lo mejor para él. Si en lugar de mostrarnos autoritarios, les explicamos el por qué de nuestras demandas, es posible que las cumplan con mejor ánimo.

Para lograr todo esto, es primordial darles la debida atención: leer el cuento de buenas noches, estar pendientes de sus actividades, jugar con ellos en los ratos libres y permanecer abiertos al diálogo son acciones sencillas pero elementales.

“Los padres deben aplicar estrategias de exigencia positiva que permitan al niño sacar lo mejor de sí sin sentirse sobreexigido”

3. Reconocer sus logros y avances

Una parte importante de la exigencia positiva es felicitar a los niños cuando las cumplen. Si bien alguien podría decir que ‘es su obligación’ cumplir los deberes, también es cierto que a nosotros nos gusta que nos reconozcan el esfuerzo, pese a que también trabajamos por dinero.

Darle a un niño su merecido reconocimiento —y, por qué no, su recompensa— es de suma importancia: así, verá que sus acciones son reconocidas, así como también sus capacidades.

4. Limitar las expectativas

Si hay algo totalmente opuesto a la exigencia positiva es pretender que el niño sea el mejor en todo. Si a esto le sumamos el hecho de inscribirlo en cada actividad que encontremos, mucho peor.

En cuanto a lo primero, no se debe buscar que el pequeño se destaque por sobre los demás; en realidad, la idea es que sea la mejor versión de sí mismo. Que lo dé todo de acuerdo a sus capacidades.

Por otra parte, de nada sirve obligarlos a cumplir con miles de actividades extraescolares; probablemente, muchas de ellas ni siquiera le gustan o le cuestan demasiado.

Intenta hacer todo lo contrario; la exigencia positiva tiene mucho que ver con potenciar sus habilidades para aquellas cosas que le apasionan. Lo mejor, por ende, es que sea él quien elija qué deporte hacer, qué idioma aprender o qué instrumento tocar.

La exigencia positiva logra mejores resultados que las demandas autoritarias.

5. No volverse permisivo

Con todo lo anterior, puede quedar la idea de que hay que ser abiertos y permisivos. A decir verdad, esto tampoco es conveniente. Desde pequeños, los niños deben aprender que hay reglas y exigencias que cumplir. Así lo es en la niñez y lo será a lo largo de toda su vida. Por lo tanto, debe comprender cómo respetarlas desde un principio sin interpretar que su libertad se ve coartada por ellas.

6. Darle participación

En lugar de ordenarle que haga las cosas ‘porque sí’, resulta muy positivo que le des a elegir siempre que sea posible. Así, tus exigencias sonarán mucho más amenas y respetuosas para él.

Por ejemplo, en lugar de un simple ‘siéntate ya y haz tu tarea’, es más conveniente ‘¿Quieres que tomemos la merienda mientras haces tus deberes o prefieres darte un baño primero? Verás que se sentirá motivado por adquirir más ‘independencia’ y libertad en sus decisiones.

Como ves, la exigencia positiva es perfectamente aplicable mediante acciones cotidianas. Se trata, básicamente, de reemplazar la imposición por la persuasión; claro, esto siempre debe hacerse manteniendo la autoridad y los límites en el hogar.


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