Cosas que tus hijos pueden enseñarte

Descubre todas las cosas que tus hijos pueden enseñarte en torno a tu actitud frente a la vida, los valores que enaltecen y el valor de las pequeñas cosas.
Cosas que tus hijos pueden enseñarte
Ana Couñago

Revisado y aprobado por la psicóloga Ana Couñago.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 abril, 2020

La niñez es la etapa más dulce  y tierna, signada por la pureza, la inocencia y y la transparencia. Por eso mismo, suele ser el estadío de la vida más disfrutado en la vida de las personas. Hoy aprecias las vivencias y travesuras de tus pequeños, sin reparar en aquellas cosas que tus hijos pueden enseñarte.

Sí, tenemos mucho que aprender de los niños. Llegan a nuestras vidas para marcarnos, enseñarnos y terminar de moldearnos como personas. Hay dos caminos para observarlo: te detienes a mirar a tu hijo día a día o viajas con la mente a tu infancia para recordar la verdadera felicidad y el disfrute pleno de la vida.

En este artículo te explicamos por qué el niño que tienes ante ti va a cambiarte y te demostramos las cosas que tus hijos pueden enseñarte para ser mejores personas y vivir la vida más intensamente. ¡Descúbrelas con nosotros!

Cosas que tus hijos pueden enseñarte

Entre las cosas que tus hijos pueden enseñarte hay de todo. Es que, dependiendo del aspecto en el que te focalices, verás que los menores tienen una gran diversidad de lecciones para darnos. Está en nosotros aprender de de la luz que ellos irradian o seguir en nuestra vida de adulto gris y corrompida.

Lo que tus hijos pueden enseñarte sobre dones y características personales

  • Dejar de lado el egoísmo para optar por el altruismo. Con un hijo uno aprende a hacer foco en aquellas cosas que realmente importan, alcanzando la oportunidad de no preocuparse y ocuparse por un uno mismo sino también, fundamentalmente, por otro ser viviente. Sin pensar en nada, de pronto te encuentras respirando por los dos.
  • Ser demostrativa y afectuosa. Entre las cosas que tus hijos pueden enseñarte se encuentra además el poder demostrar sin pudor los sentimientos y el afecto a nuestros seres queridos. Cada beso, caricia, abrazo u otra muestra de cariño infantil sin filtro ni prurito, te convierte en una persona más amorosa.
  • Curiosidad. Con el paso de los años perdiste la curiosidad y, al ser mamá, con sus profundas reflexiones y preguntas que seguramente no te hiciste puedes comprender la belleza y el misterio que oculta esta palabra. Te asombras de las cosas que naturalizas, que no cuestionaste ni reparaste y él se interesa a tan corta edad. Celebra tu nuevo nacimiento y aprende a ser curiosa nuevamente.
  • Paciencia. Sea un niño dormilón y tranquilo o uno gritón y súper activo, debes aprender de su mano algo que todo chico sabe manejar a la perfección: ser paciente. ¿Que no son pacientes?, pues entonces revee la insistencia, perseverancia y capacidad de espera que muestran en la edad de los porqués o bien cuando algo no les sale y con suma tenacidad intentan una y otra vez sin desesperarse y vuelve a pensar en ese don único que poseen.
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En torno a nuestra actitud frente a la vida

  • Sonríe. ¿Recuerdas cuando eras niña y reías de todo, sin reparar en el lado oscuro de la vida? ¿Y todavía crees que es la vida la que ha cambiado, volviéndose cruel contigo ahora que eres adulta? Pues, saca ese chiquilla que llevas dentro y sonríe a pesar de la tormenta. Mira todo lo bello que ofrece la vida: tu hijo, nada más ni nada menos, y cuando lo veas, probablemente tendrá una sonrisa más linda que el amanecer. Que tu risa sea la carta de presentación de tu forma de ser como en tu infancia, recuerda sonreír solo y por placer.
  • Encuentra la alegría. Cuando niños, creemos que nuestra vida está completa y plena. Claramente lo está, mas nos falta aún conocer lo que realmente es ese camino lleno de aprendizajes, miedos, logros y fracasos. Aun en aquellos días en blanco y negro, tus hijos ponen color y convierten el mundo en “felicilandia”. Remóntate a tu infancia y comienza a apreciar y valorar las bellas cosas simples que te ofrece la vida, disfrutando de cada cosa que hagas y que te pase.
  • Diviértete. Una de las cosas que tus hijos pueden enseñarte es a divertirte y a jugar de nuevo como cuando eras una niña de escasa edad. ¿Acaso pensabas en la edad adulta tomar el té en minúsculas tazas de plástico, convertirte en ponny o jugar en el barro con cochecitos por sí sola? Nuevamente, siente y vive como si fuera ayer.

En relación a los valores que enaltecen

  • Amor del más puro, eterno e incondicional, especialmente, hacia nuestros héroes de la infancia: mamá y papá. Alcanzada la adolescencia, dejamos a un lado ese amor tan leal hacia los personajes que hicieron hasta lo imposible por nosotros, con tanto esfuerzo y dedicación, para hacernos sentir bien. Así que aprovecha a tus padres, abrázalos y demuéstrales que ese profundo amor se mantiene intacto a pesar de los años y el cambio de circunstancias.
  • Capacidad de pedir perdón y perdonar. Una de las lecciones que puede darte tu hijo es decir con facilidad y total convencimiento el “lo siento” tan poco común entre los adultos. ¿O acaso tu niño, tras ser regañado por algún error que ha cometido, no es más rápido que un bombero para afligirse y buscar las disculpas?. ¿Imaginas un mundo donde todos esbozaran sus “lo siento” más frecuentemente y con la sinceridad de los niños?.
  • Aprende a creer. La mirada optimista de tu hijo no te vendría para nada mal, pues recuerda que los chicos suelen creer que todo puede mejorar, son un recipiente sin fondo colmado de esperanzas y sueños. Incluso, ellos creen poder lograrlo todo mediante el uso de su imaginación. Porque son seres de luz, sigue sus pasos: confía más y teme menos.
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Respecto al valor de las pequeñas cosas

  • Mira las estrellas. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un instante para ti y te sentaste a mirar con tranquilidad las estrellas? Aún brillan para ti, así que deja el estrés de lado y contempla la belleza que todavía hoy puede ofrecerte el firmamento. Una simple acción que puede dar mucha paz y relajar tu mente.
  • Disfruta de la lluvia. ¿Quién no miraba de chico la lluvia caer por la ventana?. Respira profundo para sentir su olor, aprecia las gotas deslizarse suavemente por el vidrio uniéndose y fundiéndose con otras, observa el impacto de la lluvia en los charcos y, porqué no, sal a sentir la llovizna fresca en tu cuerpo, a saltar sobre charcos, retorna al placer que significaba para ti este pequeño acontecimiento.
  • Ve al parque o al campo. ¡Qué bello disfrutar de la naturaleza, correr en el pasto, sentir el olor de la libertad!. Abandona de una vez el mundo virtual y olvida el sillón en tu hora de descanso: escapa a deleitarte con un rato al aire libre. Siente el viento golpear en tu rostro, escucha con atención las melodías entonadas por las aves, observa el vaivén en las ramas de los árboles y corre detrás de tus hijos. No hay mejor forma de sentirse vivo.
  • Ábrete a la comunidad. Seguramente, cuando eras una criatura tenías una gran facilidad a la hora de hablar e invitar a los niños a jugar, pues solo bastaba con exhibir una tímida sonrisa o con compartir tu juguete favorito. De eso se trata, de socializar, de hacer nuevos amigos. ¿El nuevo método? Fácil: saluda y sonríe a tu prójimo.

Ser feliz como en la niñez es fácil ya que todas esas mínimas cosas donde reside el secreto de la felicidad permanecen presentes en tu vida cotidiana. Lo único que cambió es el cristal con el cual las observas. Que no te venzan la rutina y la cotidianidad: ama, vive y aprecia lo que te rodea como niño.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.