Todos los padres se enfadan de vez en cuando, es algo tan normal como natural. Disciplinar a los hijos no es tarea fácil y, en ocasiones, sientes cómo te desbordan las emociones. Tampoco ayuda que haya un sinfín de presiones en la vida: horarios que cumplir, cosas que se olvidan, preocupaciones diarias -salud o financieras-, y la lista puede seguir y seguir. Sin embargo, resulta necesario tener algunas estrategias para controlar la ira y que los hijos puedan crecer emocionalmente sanos.
Aprender a evitar las rabietas de adulto
En medio del estrés, es posible que sin darte cuenta le grites a tu hijo o le hables de malos modos. Eres humano, pero no se justifica que lo hagas de forma continuada. En los momentos más tranquilos, sabes que eres capaz de manejar cualquier desafío de crianza siempre y cuando estés en calma. Sin embargo, en la tormenta de la ira te sientes con pleno derecho a mostrar la furia a los hijos.
Es entonces cuando quizás te acuerdes de la promesa que te hiciste: que nunca gritarías a los pequeños igual que te gritaban así con su edad. Sin embargo, de forma inconsciente, ha vuelto a ocurrir. Lejos de sentirte mal, es el momento de despertar y pararlo a tiempo. Y si ya has llegado a leer esto, es el primer paso para empezar un nuevo camino.
No importa lo mal que te parezca el comportamiento de los hijos, debes controlar los pensamientos para poder evitar el descontrol de las emociones. Un grito lleno de ira y la violencia física o verbal puede llevarse a cabo en tan solo dos minutos, pero nunca estará justificado. Por todo esto es necesario pensar con claridad y actuar sin tener que mostrar las propias rabietas de adulto.
Controlar la propia ira
Como ser humano que eres, cuando estás en un momento de estrés es posible que te encuentres en modo de lucha o huida y quizás sientas que tu hijo puede parecerse al enemigo en un momento dado. Cuando la ira te domina te encuentras listo para luchar.
Las hormonas y los neurotransmisores inundan el cuerpo y tendrás los músculos tensos, la respiración acelerada y te costará mantener la calma. Cuando tengas un ataque de ira debes saber que nunca debes actuar mientras estés enojado, aunque tengas la necesidad urgente de hacerlo para «enseñar a tu hijo una lección». Es la ira la que te hace pensar así y no es una lección lo que le transmitirás.
Nunca les grites, y si de verdad quieres hacerlo, métete en un coche con las ventanas y grita todo lo que quieras, donde nadie te pueda escuchar. No utilices palabras porque eso solo te hará estar más enfadada, solo grita. Si empiezas a controlar la ira, además de hacerte un favor por tu salud mental, serás un buen modelo para tus hijos. Controlar la ira de forma adecuada, es madurar: a la edad que sea.
Preguntas para reflexionar antes de enfadarte con los hijos
Como primer ejercicio para reflexionar sobre este comportamiento, te proponemos que te hagas algunas preguntas. Si te sientes intrigado una vez que leas las respuestas, te invitamos a que te adentres en aquellas estrategias que te ayudarán a controlar el enfado o la ira con los más pequeños por ti mismo.
- ¿Sabes darte un tiempo?: los adultos también necesitan espacio para calmarse, no solo es cosa de niños.
- ¿Es tan malo que los hijos se equivoquen?: quizás sientes el deseo imparable de mostrarles que hacen las cosas mal, pero no es más que el ego que habla. Si quieren aprender, lo mejor es que experimenten y vean las consecuencias.
- ¿Prefieres ser feliz o tener razón?: si eliges ser feliz antes de ganar la discusión, quizás estés más relajado.
- ¿Sabes percatarte de que te enfadas antes de reflexionar?: te invitamos a tomarte un minuto para notarte en ese estado.
- ¿Te das cuenta de por qué estás así?: lo importante es descubrir cuál es la verdadera causa, quizás no es la que piensas.
- ¿Sabes reflexionar y buscar soluciones?: puede que nunca hayas trabajado con los hijos para llegar a una solución pacífica.
- ¿Has aprendido técnicas de relajación?: de las mejores opciones para calmarte a ti mismo, como comprobarás a continuación.
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Estrategias para controlar la ira
“Las emociones juegan un papel muy importante para la salud, son una parte innegable de nuestras vidas y son fundamentales para potenciar una conducta saludable, o por el contrario, si éstas son negativas suponen un riesgo potencial para nuestra salud, de modo que las personas deben buscar que las emociones se transformen en estímulos y aprendizajes positivos”.
Si aprendes a controlar la ira, los hijos podrán crecer emocionalmente sanos, tal y como señala Susan Malcom en su último libro, Gestión de la ira para padres: Cómo manejar las emociones con éxito para criar niños felices y seguros (2022). Por eso:
1. Establece límites antes de enfadarte del todo
El problema está dentro de ti, no en tu hijo. Por eso, es importante entender que la mente transporta emociones que van y vienen en constante movimiento. La velocidad a la que vayan dependerá de la personalidad que uno tenga.
Sin embargo, tienes que comprender que cada emoción es fruto de heridas, decepciones y luchas que has pasado. Por eso, el iniciodel camino es aprender a detectar qué es aquello que desencadena esos sentimientos. Cuando lo descubras, podrás pararlos a tiempo.
2. Escucha la ira
Cuando sientes ira, esa clase de emociones te están dando una gran lección sobre ti mismo. ¿Qué hay malo en tu vida que te hace sentir furioso/a? ¿Qué es lo que debes hacer para cambiar la situación y volver a estar bien?
Algunas de las emociones más comunes que generan este sentimiento son:
- Enojo.
- Frustración.
- Miedo.
- Tristeza.
- Culpa.
3. Cálmate y recuerda la metáfora de las oficinas
Encuentra una forma que te ayude a descargar la tensión interna como reír, practicar respiraciones profundas, pasear… Cualquier método tiene que funcionarte a ti mismo para que sea efectivo.
La clave es priorizar la lógica a las emociones. Si te das cuenta, la mayoría de las veces que grites a los hijos es probable que lo hagas no porque quieras enseñarles una lección por hacer algo mal, sino porque hay factores que te hayan afectado. Por eso, lo que sientas se verá reflejado antes que la lógica, y esto es lo que tienes que evitar.
Te incorporamos un ejemplo que te hará reflexionar: imagina que tu cerebro tiene dos oficinas, una arriba (controlada por la lógica) y otra abajo (encargada de la información práctica para procesar y recibir los sentimientos). Cuando todo está en calma en la planta baja, la planta alta también. Es decir, que si las emociones están en paz, la lógica también.
Sin embargo, si la planta baja empieza a alterarse y a incendiarse, las alarmas sonarán y la planta de arriba estará desesperada por enfriar las llamas. Este es el punto donde te dejas llevar por las emociones y empiezas a actuar en contra de los hijos. Si decides no gritarles, no habrá que reparar ningún daño, pero si lo haces tarde, alguien saldrá herido: el menor de la casa.
4. Sal del lugar
Si tu hijo tiene edad suficiente para dejarlo un momento en la estancia, es mejor que salgas del lugar para calmarte, respirar hondo y reencontrar la compostura. Puedes decir mantras o recordar la canción favorita que tengáis juntos mientras abrazas a tu hijo.
5. Lee sobre los factores que te hacen perder el control
La información es poder. Por eso, te invitamos a llevar a cabo este ejercicio para aprender a enfrentar aquellas causas que te generan ese estado. Cuanto más leas sobre esto, el cerebro intentará procesar aquello que sea útil y podrás recordarlo a tiempo.
Sin embargo, quizás detrás de recopilar datos te sientas identificado con algunas conductas que no eres capaz de controlar como te gustaría. Por eso la mejor alternativa en estos casos es acudir a un profesional para pedir ayuda. Los ataques de ira no se deben tomar a la ligera; ya que, como bien afirma una investigación publicada por la Revista de Toxicomanías, hay veces que se relacionan con enfermedades mentales que se desconocen por no haber acudido a un chequeo médico, como la depresión.
6. Asume el control
Contra las palabras, evita la agresión -de cualquier tipo-, no amenaces, no insultes ni seas agresivo. No sirve de nada y solo te sentirás mal tú, además de que crearás unas heridas emocionales muy difíciles de reparar en los hijos.
7. Expresa la ira una vez te tranquilices
Solo cuando todo el enojo haya pasado podrás hablar de la situación con cada hijo, nunca antes. Recuerda que muchas veces los niños hacen cosas dentro de su inocencia que quizás te puedan alterar, por eso deberás tener paciencia y aprender a comunicarte de forma correcta con él.
8. Haz un poco de ejercicio
La actividad física puede ayudar a disminuir el estrés de forma considerable, como bien sugieren los expertos de la Clínica MayoClinic; por lo que una buena idea para controlar la ira puede ser hacer ejercicio. De esta forma, no importa si caminas, trotas o vas al gimnasio, lo importante es ejercitarse unos minutos al día.
9. Busca soluciones al problema
Lo ideal es que ubiques las posibles soluciones al enojo en lugar de concentrarte en la situación en sí. Evitar buscar culpables o guardar rencor, esto no solucionará nada y agravará el problema de base. Además, solo te provocará dolores de cabeza y generará más dolor.
10. Practica técnicas de relajación
Cuando sientas que la ira es incontrolable, puedes quedarte solo unos minutos y utilizar técnicas de relajación como meditar o practicar yoga. En la web existen múltiples videos que pueden ser útiles para este propósito.
Busca ayuda para controlarla a tiempo: sí es posible
Mira dentro de ti y considera que quizás tú seas parte del problema y no tanto el comportamiento de tu hijo. Busca estrategias para controlar la ira que vayan bien contigo y apuesta por la disciplina positiva.
Si no te sientes con fuerzas o no eres capaz de ganarle la batalla a la hora de luchar contra ella, desde Eresmamá te recomendamos que pidas ayuda. Según un estudio publicado en 2015 por la Revista de Casos Clínicos en Salud Mental, la terapia cognitivo conductual ha demostrado tener resultados satisfactorios en la gestión de esta emoción.
Por ejemplo, un psicólogo será un aliado perfecto para darte aquellos consejos que necesitas. Conseguirás tener a una persona que apueste contigo para vencer, y recuerda que merecerá la pena cada uno de los esfuerzos que hagas por el bien de los pequeños de la casa.
Bibliografía
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