Comer en el colegio no debería convertirse en un problema. Sin embargo, muchas veces esta transición puede resultar un poco difícil para los pequeños de la casa. Como consecuencia, el niño puede desarrollar problemas de conducta que repercutan directamente en sus hábitos alimenticios.
Comer en el colegio: ¿bueno o malo para el niño?
Para los niños que están acostumbrados a estar todo el tiempo en casa puede resultar algo difícil hacer la transición al colegio o a la guardería. Son muchos los aspectos que influyen en este sentido, pero sin duda alguna, el comer en el colegio es uno de los más significativos.
Expertos en psicología infantil explican que uno de los principales motivos por el cual un niño se niega a comer en el colegio son sus hábitos alimenticios.
En otras palabras, en casa el niño suele ser consentido con los alimentos que más le gustan. Sin embargo, en el colegio debe adaptarse al menú que día a día se prepara en el comedor.
Pese a que en un principio al niño le cueste adaptarse al comedor del colegio, si es bien tratado, será un cambio favorable en todo sentido. La principal razón de ello es que aprenderá a comer de una forma mucho más balanceada y abrirá su paladar a otros gustos y sabores.
Un niño que se adapte al procedimiento del comedor de su colegio saldrá de su zona de confort. Además, ampliará significativamente la cantidad de alimentos que le gustan, así como sus diferentes preparaciones.
¿Qué hacer si mi hijo no quiere comer en el colegio?
Los cuidadores del comedor son fundamentales para estimular al niño a comer. En este sentido, es importante resaltar el valor de su trabajo. Deben estar al pendiente de los pequeños y evitar presionarlos para que terminen todo lo que tienen en el plato.
Paciencia
Una cualidad que deben desarrollar los cuidadores es la paciencia. La presión y las amenazas no suelen funcionar muy bien con los niños. Por el contrario, estos suelen reaccionar cerrándose aún más a la actividad en cuestión.
Informar sobre los gustos del niño
Aunque una de las principales ventajas de que el niño coma en el colegio es que amplíe su dieta, se puede implementar una estrategia para que el cambio no sea tan brusco. Esta consiste, básicamente, en informar a los cuidadores sobre cuáles son los alimentos que más le gustan al niño.
Con esta valiosa información, ellos podrán manejar mejor la situación. Por ejemplo, si al niño le gusta más el puré que los vegetales, el cuidador colocará una porción más grande del primero y más pequeña del segundo.
La idea es ir llevando al pequeño a comer de todo de una forma balanceada, pero sin obligarlo a consumir en un principio aquello que aborrece. Con el tiempo, irá cogiendo el gusto a esos nuevos alimentos.
Incentivar al niño
Junto a la paciencia, viene el incentivo y también el refuerzo positivo. Los niños no responden bien ante las amenazas, pero si el cuidador refuerza la autoestima del pequeño con frases motivadoras, conseguirá que el niño comience a comer mejor.
De igual manera, se debe felicitar al niño cuando tenga una buena conducta en la mesa y dé pasos de mejora en cuanto a la alimentación.
“La idea es ir llevando al pequeño a comer de todo de una forma balanceada, pero sin obligarlo a consumir aquello que aborrece”
Lo que no se debe hacer
Existen varias pautas que, en vez de fomentar una mejora en los hábitos alimenticios del niño, pueden empeorarla. En este sentido, es importante tenerlas en cuenta, ya que de ello depende el progreso del infante.
Castigar, amenazar y obligar
Los cuidadores deben saber que nunca deben obligar a un niño a comer sin el consentimiento paterno. Ya sea bajo amenazas de castigo o con cualquier otro tipo de estrategia negativa, no se debe obligar al pequeño a terminar todo lo que hay en el plato.
Humillar
Como hemos visto, no se debe obligar a comer al niño. Pero tampoco se debe humillar ridiculizándolo delante de sus otros compañeros. Si esto llegara a ocurrir, el niño no solo dejará de comer, sino que su autoestima se verá profundamente afectada.
Para que el comer en el colegio no se convierta en un dolor de cabeza para padres y cuidadores, es importante establecer una comunicación franca y abierta en ambos sentidos.
Con paciencia, información y los estímulos adecuados, todos los niños pueden adaptarse a este cambio, que sin dudas les traerá grandes beneficios en sus vidas futuras.