¡Mamá no te vayas!: Ansiedad de separación en niños

La ansiedad de separación es especialmente común durante etapas nuevas, como la guardería. Aprende a identificar esta situación lo antes posible y a lidiar con ella justo en este artículo.

La ansiedad de separación es la responsable de los “ataques” de algunos infantes, por lo general, entre el primer y el segundo año de vida. Existen trastornos como vómitos, faltas de aire al respirar, frecuentes pesadillas o miedo a dormir solo que son síntomas de pánico y sí llevan a la revisión y supervisión de psicólogos y especialistas.

No obstante, la ansiedad de separación que sufre la mayoría de los infantes es pasajera y suele terminarse cuando los padres aprenden a manejar la situación.
Un niño que tiene ansiedad de separación llora o se pone rebelde cuando advierte la ausencia de sus padres. Da lo mismo si se fueron a trabajar o si están en la habitación contigua. Para él lo que vale es que no están a su lado.

Igual sucede cuando al niño le toca quedarse con otras personas. Cuando él advierte que van a dejarlo se aferra al cuello de mamá, los pantalones de papá y grita todo lo que puede para expresar su angustia.

Hay menores que nunca sienten ansiedad de separación. En otros, este comportamiento puede extenderse hasta que alcanzan la edad escolar. En un tercer grupo se termina cuando concientizan que ellos se quedan protegidos bajo la supervisión de los adultos y sus padres, al final, siempre regresan.

Niña con ansiedad de separación

S.O.S mamá que necesita dejar a su hijo en la guardería

Mamá, si sabes que tu hijo sufre ansiedad de separación existen muchos métodos para afrontar lo que le ocurre. Nosotras te recomendamos uno:

Evita las situaciones estresantes y bruscas. No lo dejes mal y te vayas pensando que va a calmarse algunas horas después porque al final “ningún niño se pasa todo el día llorando”.

Escucha nuestro consejo. Si tienes que trabajar y necesitas dejar a tu niño en una guardería:

Haz que él quiera conocer el lugar

Adelántate algunas semanas antes de que tengas que dejarlo el día entero, y visiten juntos la guardería. La primera vez háblale sobre un sitio especial en donde hay mucho niños y juguetes para divertirse.

Pasen por la guardería y muéstrale lo felices que están los niños, y cómo las cuidadoras les cantan y hacen actividades para ellos. No es necesario que entren ni se acerquen, basta con que tu niño vea lo que sucede dentro. Ese día pueden seguir de largo y cuando estén en casa comentar con la familia sobre ese lugar especial que vieron.

A la jornada siguiente harán lo mismo. Si él lo desea pueden acercarse un poco más para ver mejor los juguetes y escuchar las canciones de las cuidadoras. Pero si aún no quiere acercarse no lo fuerces. Lo importante es que tu hijo vea que en ese lugar los niños están muy bien y se divierten. En casa y en cualquier momento deberás hablarle sobre esas visitas.

A medida que pasen los días podrás ir avanzando en tu empeño. Se acercan, entran a la guardería, toman un juguete, se sientan a ver los juegos, se relacionan con algún otro niño y las cuidadoras…

Haz que él quiera regresar a la guardería

Cuando tu hijo ya no rechace el lugar y quiera regresar allí para ver a los niños te recomendamos pasar a la segunda etapa: la de quedarse al menos durante una hora. Ese tiempo tanto tú como él lo emplearán en jugar y participar de las actividades.

Sal de su campo visual unos segundos

Si tu hijo se siente bien estando en la guardería durante esa hora diaria que pasan debes dejarlo solo por algunos instantes.

Opta por salir de su campo visual sin separarte mucho. Las primeras veces él va a notar muy rápido que te le has perdido y hará por comenzar a llorar. Cuando veas esto llámalo y dile que estás allí, pero no dándole a conocer que lo llamas porque notaste que él se puso triste. Mejor dile: ¡Mira qué juguete tan lindo! o corre hacia él en zigzag para que piense que se trata de un juego.

Esto lo harás varias veces durante cada jornada.

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Haz que desvíe su atención

Lograr la independencia en el juego es importante para que tu niño se vaya desprendiendo de esa necesidad de estar siempre a tu lado.

Deja de jugar con él, pero sigue estando cerca. Desarrolla tu propia diversión: arma un rompecabezas, por ejemplo, y no le prestes mucha atención a tu hijo.

En este propósito las cuidadoras deberán ayudarte mucho. En ese momento en que el niño vea que estás jugando y te mantienes concentrada. Las cuidadoras pueden comenzar a cantar y hacer una rueda con todos los niños, hacer preguntas sobre cómo hacen los animales, y desarrollar cualquier otro tipo de ejercicio que convoque a todo el grupo.

Toda vez que tu hijo vea que tu juego no es divertido, que no le prestas atención y, por el contrario, la actividad que está ocurriendo en el campo sí lo motiva, irá a reunirse con el resto del grupo.

Claro, él no olvidará que estás allí y a cada rato te echará el ojo para ver si continúas en el mismo sitio y hasta se te acercará en algún que otro momento. En ese entonces ya se sentirá más a gusto formando parte del grupo de niños e integrándose a las actividades de la guardería.

A medida que pasen los días irás notando que tu niño va cogiéndole afecto a las cuidadoras y sintiéndose bien al compartir el área con otros niños. Tú no le harás tanta falta ni el rato a tu lado será tan atractivo como antes. En ese momento estará listo para quedarse solo.

La primera vez que lo dejes solo será por muy pocas horas. Seguramente te quedarás detrás de un árbol para medir cuánto tiempo le toma calmarse y cerciorarte que no sufre en demasía. Pero tendrás que irte a trabajar alguna vez y tu hijo, así como tú, también se calmará y se integrará al juego.

El ajetreo de la jornada y los horarios que allí rigen lo atraparán de tal manera que hasta se olvidará que existes, al menos hasta que llegue la tarde cuando llegue la hora de ir a buscarlo.

Bibliografía

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