Como adultos, no siempre somos conscientes de lo que hacemos o decimos delante de los hijos. Por eso, no resulta tan sencillo admitir que nuestros malos hábitos los perjudican.
Es complicado estar en todo momento con la guardia alta y cuando nos sentimos cansados, bajos de energía o agobiados, obramos sin pensar.
Ante los niños, los padres somos el ejemplo más importante para aprender a comportarse, a hablar y a actuar. Por eso, si tenemos malas costumbres, es probable que ellos nos imiten y eso es algo que no debemos cambiar cuanto antes.
Reconocer los malos hábitos es el punto de partida para el cambio
Para modificar el curso de las cosas, hay que empezar por reconocer las fallas. En línea con esto, debemos revisar ciertos hábitos de nuestra conducta y cambiar aquello que no es apropiado. Esto no solo beneficia a nuestros hijos, sino que también tiene un valor terapéutico para nosotros mismos.
“Las personas no deciden su futuro, deciden sus hábitos y sus hábitos deciden sus futuros”
-F.M. Alexander-
1. Usar palabras malsonantes
El uso de palabras malsonantes suele transmitir cierta rebeldía y por este motivo, capta la atención de los más pequeños. De cualquier modo, es conveniente que desaparezcan del vocabulario de los niños, especialmente cuando llegan a la adolescencia.
Ya hay demasiados ambientes en los que los pequeños pueden aprender groserías, como para que el hogar familiar se sume a esos.
2. Criticar a otras personas
Hasta cierta edad, los niños no captan el significado de algunas expresiones, como las que usamos al criticar a otros. De esta forma, ellos entienden lo que decimos de forma literal.
Tanto es así que, a posteriori, pueden reproducir lo que escucharon sin filtro alguno. Y sobre todo, sin ser conscientes del daño que pueden provocar en los demás.
Además, esta forma de actuar sienta un ejemplo sobre cómo referirse a las otras personas del entorno. Al criticar o hablar de otros de forma despectiva, los niños pueden hacer daño a otra gente a la que, en muchos casos, ni siquiera conocen. Tal como hacemos los adultos y debemos modificar.
3. Mostrar falta de autoestima
Si los mayores demostramos falta de autoestima e inseguridad, los niños entienden que esa es una forma de comportarse normal y aceptada. Por desgracia, este sentimiento tan humano, cuando es exteriorizado, también provoca baja autoestima en los niños.
Recordemos que los pequeños están en pleno proceso de desarrollo. Por eso, cualquier expresión negativa, sobre todo si es recurrente, se puede convertir en un hábito para ellos. Y lo que es peor, en una forma de ser y de comportarse bastante dañina para sí mismos.
4. Hablar como si el niño no estuviera delante
Ningunear a los niños y hablar de ellos como si no estuvieran presentes es una mala costumbre que debemos evitar a toda costa.
Si ellos se sienten invisibles, aprenden que eso es normal y se comportarán de esa manera en todos los ámbitos. Por lo tanto, conviene hacerles partícipes de toda conversación en la que estén inmersos y que se sepan parte activa de la misma.
5. Mirar el teléfono móvil mientras nos hablan
Si mantenemos una conversación con nuestros hijos o con cualquier persona, conviene no mirar el teléfono móvil.
El pequeño merece toda nuestra atención para entender que nos interesamos por sus necesidades, por sus anhelos y por sus preocupaciones.
Si cuando hablamos con él no le prestamos atención y estamos más pendientes del smartphone, ¿qué ejemplo recibe?
Ahora que ya detectaste los malos hábitos, ¡proponte mejorarlos!
No debemos ser padres ausentes, ya que mientras que los niños se desarrollan todo detalle es clave.
Ellos se fijan en todo y aprenden de lo que ven. Cualquier mal gesto o mala palabra, puede tener consecuencias serias en su comportamiento futuro.
Como progenitores, debemos tratar de controlar nuestros malos hábitos para que se desarrollen como seres plenos, felices y seguros de sí mismos.
“No te preocupes porque tus hijos no te escuchan; te observan todo el día”
-R. Fulghum-
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Perry, P. (2020). El libro que ojalá tus padres hubieran leído: (y que a tus hijos les encantará que leas). Barcelona: Planeta.