¿Para qué sirve la integración sensorial en los niños con autismo?

Los niños con autismo pueden tener dificultades para procesar y organizar la información que reciben. Descubre cómo la integración sensorial puede ayudarles en este sentido.
¿Para qué sirve la integración sensorial en los niños con autismo?
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 07 agosto, 2023

Las personas nos relacionamos con el entorno a través de los sentidos. La información que nos llega mediante luces, sonidos, olores o sensaciones es la que nos permite entender qué está pasando dentro y fuera de nosotros y cómo reaccionar. Pero, ¿qué ocurriría si esa información llegara con una intensidad alterada y de forma desorganizada?

Esto es lo que aborda la integración sensorial en los niños con autismo. Si observamos, hay varias conductas y reacciones de estos niños que, pese a parecer extrañas o carentes de sentido, son motivadas por esa falta de claridad y orden en el procesamiento sensorial.

No soportar las etiquetas de la ropa, reaccionar en exceso ante los ruidos fuertes o no darse cuenta de cuando tienen hambre o deberían ir al baño son algunos ejemplos. Ahora bien, ¿por qué ocurre esto y de qué forma la integración sensorial puede influir de forma positiva? Veamos.

¿Qué es la integración sensorial en niños autistas?

Como decíamos, para poder desenvolvernos en el día a día, las personas necesitamos recibir, procesar y organizar con claridad la información que nos llega. Para la mayoría de las personas neurotípicas, este es un proceso que no requiere esfuerzo y se produce de manera natural.

Sin embargo, tal como recoge un artículo publicado en la Revista Chilena de Terapia Ocupacional, los niños con autismo pueden tener algunas dificultades al respecto y se pueden manifestar de las siguientes maneras.

Hipersensibilidad

Perciben los estímulos con una intensidad mayor a la esperada. Por ejemplo, pueden sufrir ante focos de luz o ante el ruido del tráfico, aspectos que no perturban al resto de personas. También, al ser más sensibles a las texturas, pueden rechazar ciertas prendas de ropa y presentar selectividad alimentaria.

Hiposensibilidad

En el polo opuesto, también es posible que su umbral sensorial esté más elevado de lo normal. De este modo, la información no es captada o recibida si no tiene intensidad suficiente. Por ejemplo, el niño puede no sentir dolor al hacerse una herida o no percibir que tiene sed y necesita beber agua.

Dificultad para filtrar

Por otro lado, los menores con TEA pueden tener complicaciones a la hora de filtrar la información que les llega. Es decir, a la hora de separar lo relevante de lo irrelevante. Esto puede llegar a saturarlos (pues están procesando demasiados datos a la vez) y dificultarles la capacidad para atender, entender y tomar decisiones.

Problemas para integrar la información

A su vez, cuando reciben información de manera simultánea por varios sentidos, puede resultarles complicado integrarlas para comprenderlas en conjunto. Por el contrario, suelen poner excesiva atención a los detalles.

Dificultades para regularse

Por último, las dificultades de procesamiento sensorial también conllevan una alteración en la regulación. Así, las respuestas de estos niños ante estímulos cotidianos pueden ser exageradas. Por ejemplo, pueden tener una crisis o meltdown si se sienten sobrepasados por las luces, sonidos o personas en el ambiente, en especial en lugares públicos.



¿Cómo funciona la integración sensorial?

Estas dificultades de procesamiento sensorial interfieren de forma notable en la vida de los niños. Y es que, dado que la información que viene del ambiente y de su propio cuerpo no está siendo recibida ni procesada de forma adecuada por su sistema nervioso central, experimentan un importante caos.

La terapia de integración sensorial ayuda a poner orden en este escenario, enseñando a los niños cómo recibir y organizar de forma apropiada esta información. Para ello, se siguen diferentes pasos.

1. Realizar el perfil sensorial del niño

Esto resulta clave, ya que no todos los menores tienen las mismas dificultades. Algunos pueden presentar hipersensibilidad y otros hiposensibilidad, o alternar ambas situaciones en distintas áreas sensoriales. Realizar el perfil ayuda a identificar las necesidades concretas del menor para poder trabajarlas.



2. Exponer al niño a estímulos sensoriales

El segundo paso consiste en exponer al menor a la estimulación de forma estructurada y repetitiva en un ambiente controlado. Así, se diseñan sesiones con varias actividades que permiten al niño exponerse a esta información sensorial, entendiendo que, con el tiempo y la práctica, su procesamiento mejorará y, por tanto, también lo harán su ajuste y funcionamiento.

En este punto, se diseñan tareas y juegos que desafían o estimulan los sentidos de formas variadas. Por ejemplo, tal como recoge un artículo de la American Academy of Pediatrics, pueden utilizarse columpios, trampolines, juego con arena, cepillado o elementos de presión profunda.

Esta terapia trabaja con 7 sentidos. Los cinco básicos que son vista, olfato, gusto, tacto y sabor, y dos adicionales: el vestibular (sentido del movimiento del propio cuerpo) y el propioceptivo (posición del propio cuerpo respecto al espacio).

3. Involucrar a la familia

Como siempre que se trabaja con niños, la presencia y participación de la familia puede ayudar a que los resultados sean mejores. En este caso, es importante informar a los padres acerca del procesamiento sensorial, explicar las necesidades del niño y pautar algunas recomendaciones que pueden llevarse a cabo en el hogar para apoyar.

Por ejemplo, permitir o favorecer el movimiento del niño durante el día, facilitar su balanceo colocando una hamaca u ofrecer juguetes que permitan experimentar con todos sus sentidos.

Una forma de mejorar sus vidas

En suma, el objetivo de la integración sensorial en niños con autismo es favorecer la recepción, el procesamiento y la organización de la información que reciben. Se espera que esta terapia aumente el umbral de tolerancia de los niños ante los estímulos sensoriales, haciendo los entornos muy estimulantes menos perturbadores para ellos.

También se busca una mejor autorregulación y una mejor capacidad para responder al ambiente. Sin embargo, pese a que este tipo de terapia ha mostrado ser útil en algunos casos, no tiene evidencia suficiente que respalde su uso. Por último, recordemos que, aunque las dificultades del procesamiento sensorial son muy comunes, no todos los niños con autismo las presentan.

En definitiva, si sospechas que tu hijo puede tener alguna dificultad similar a las planteadas, lo más apropiado es que busques guía y orientación al respecto. La terapia de integración sensorial en niños con autismo debe ser impartida por un profesional formado y especializado.


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