Es muy común cometer el error habitual de pensar que, por estar más horas trabajando, por ejemplo, se es más productivo. Esto no es así, y es una realidad que se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida, como el lectivo de nuestros niños y jóvenes. Por eso, hay que pensar en la importancia del descanso frecuente en clase.
La neurociencia ha demostrado que la mente va perdiendo capacidad de concentración según se pasa el tiempo mientras está demasiado centrada en algo, como puede ser atender a las explicaciones de un profesor.
Así pues, establecer tiempos de descanso predeterminados y frecuentes, con diversas duraciones, va a favorecer un aprendizaje más activo por parte de los chicos y una mejor comprensión de las lecciones.
El cerebro humano y el comportamiento infantil
Los tiempos de descanso son muy importantes para el aprendizaje. Si queremos una educación de calidad para nuestros pequeños, hay que tener en cuenta que es durante los descansos cuando la mente se relaja y los conocimientos se asientan.
De hecho, existen datos que demuestran que los descansos más constantes y más largos mejoran el comportamiento del niño, su competencia educativa y las estadísticas y notas.
Todo ello se ha observado a través de la neurociencia. Esta disciplina, encargada de estudiar el sistema nervioso, nos ayuda a comprender el comportamiento del cerebro y sus reacciones.
Y ha sido a través de esta disciplina aplicada al aprendizaje como se ha demostrado que los descansos son excelentes para romper la monotonía en la educación, creando ambientes más estimulantes que potencian la experiencia del alumno.
La neurociencia aplicada a la educación en clase
El cerebro requiere de actividad física para ser activado. Sin embargo, el sistema educativo actual es bastante sedentario y, a ratos, monótono. Así, es complicado promover el interés y la motivación del niño.
La educación actual obliga a los niños a pasar muchas horas sentados ante el profesor. Con esta fórmula, el cerebro humano libera pocas dopaminas y provoca que la mente no esté suficientemente activa para asimilar los nuevos conocimientos.
Una clase que sobrepase los 50 minutos de duración, e incluso que se vaya por encima de los 60 minutos sin interrupción alguna, acaba por reducir la productividad cerebral del niño, que tendrá más problemas para aprender.
Si alargamos las clases en exceso, el cerebro pierde mucha de su capacidad para la asimilación de información. Por eso, es interesante optar por los principios del aprendizaje activo. Defendidos por la neurociencia, recomiendan que las clases no sobrepasen la duración de 45 minutos, tiempo máximo para optimizar la asimilación de nuevos conocimientos.
El aprendizaje y el descanso frecuente
Según el nivel educativo, puede ser común que una clase sobrepase o ronde los 60 minutos de duración. Es más habitual en la universidad, pero también se puede encontrar en la formación secundaria o primaria.
En muchas ocasiones, son los propios profesores los que incumplen el margen de tiempo de descanso entre clase y clase. Pero lo cierto es que, por más importante que sea la materia que enseñan, esto es un error.
Pasados los 45 minutos, el cerebro que no ha descansado pierde capacidad de asimilación de la información. Si lo observamos desde los principios del aprendizaje activo propuesto por la neurociencia, vemos que los últimos 15 minutos de una clase de una hora no están siendo optimizados y se está desperdiciando concentración e información por no hacer un pequeño descanso de 5 a 10 minutos.
Por eso, si se tuviera que elegir una estructura de clases que optimizara el aprendizaje y el aprovechamiento del tiempo, lo ideal, a tenor de los postulados de la neurociencia, sería intercalar clases de 45 minutos con tramos de 15 minutos de descanso entre cada una de ellas.
“El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose”.
-Vincent Voiture-
El descanso frecuente
En definitiva, el descanso frecuente permite oxigenar el cerebro y refrescar la mente del estudiante para volver a enfocarse y concentrarse en las siguientes lecciones de clase.
Por tanto, entendemos que un descanso frecuente puede promover el aprendizaje activo y productivo. Si todos remamos en la misma dirección, podríamos instaurarlo para optimizar la educación de nuestros niños.