5 diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes

Ansiedad y depresión comparten elementos comunes, pero sus síntomas y la intervención que requieren son diferentes. Te contamos cómo identificar si tu hijo sufre uno u otro trastorno.
5 diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 26 julio, 2023

En ocasiones pensamos que los trastornos psicológicos son algo propio de adultos. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 13 % de la carga mundial de estos se corresponden con jóvenes entre 10 y 19 años.

En estos casos, los padres juegan un papel fundamental a la hora de detectar las dificultades en sus hijos y apoyarlos para obtener ayuda. Por eso, hoy queremos hablarte de las diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes.

La capacidad para rendir en el colegio, mantener buenas amistades, relacionarse con la familia o asumir oportunidades de interés, se ve limitada por los síntomas de estos desórdenes. Ahora bien, aunque ambos tienen aspectos que se pueden solapar, sus manifestaciones y tratamientos son distintos, por lo que conviene ser capaces de diferenciarlos.

¿Cuáles son las diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes?

Con frecuencia es difícil diferenciar entre estas dos entidades dado que tienen algunos elementos comunes. Por ejemplo, en ambos casos el joven presenta malestares físicos sin causa aparente, conocidas como somatizaciones o síntomas somáticos.

Dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, mareos, dolores en las extremidades o visión borrosa, son algunos síntomas que pueden llevar a pensar en un posible trastorno ansioso o depresivo.

Además, tanto la ansiedad como la depresión suelen acompañarse de alteraciones en el apetito y en el sueño, de dificultades para rendir a nivel cognitivo o intelectual y de una sensación de vulnerabilidad.

Es más, según recoge un artículo publicado en la Revista de Posgrado de la Vía Cátedra de Medicina, en un 25 a 50 % de los casos, ambos trastornos coexisten en el adolescente, por lo que distinguirlos se vuelve aún más complejo. No obstante, hay algunos elementos que ayudan a identificar si se trata de uno u otro diagnóstico.

Interpretación

Ambos trastornos generan una reacción frente a estímulos internos o externos, pero el resultado dependerá de la interpretación. La ansiedad aparece cuando el estímulo se percibe como una amenaza o un riesgo. Como consecuencia, se activa el sistema de alerta y defensa en el organismo, de tal modo que el joven se prepara para evitar un daño.

Esto da lugar a una activación fisiológica, con taquicardias o sudoración, entre otros síntomas, y psicológica, con preocupación, anticipación o rumiación. Tal y como advierten los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), las conductas tienen por objetivo mantenerse a salvo, por lo que puede haber una actitud defensiva o una tendencia a evitar lo que causa temor.

Por el contrario, la depresión surge cuando el evento se interpreta como una pérdida. En este caso, se busca conservar o restaurar la energía o el bienestar, y para ello el organismo entra en letargo. Aparece la apatía, la falta de energía, la tristeza y el enlentecimiento de los movimientos.

Emoción predominante

Otra de las principales diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes es la emoción predominante. En el primer caso, domina el miedo, el temor, la alerta y la inseguridad.

En el segundo, y siguiendo al National Health Service, se resalta una profunda tristeza y sensación de vacío. El joven no siempre es capaz de distinguir o identificar de forma plena qué siente, por esto es importante dotarle de un buen vocabulario emocional y ayudarle a reconocer esa emoción principal.

Pensamientos alterados

Ambos trastornos cursan con una alteración en los pensamientos del adolescente. Pero son de distintos tipos. La ansiedad lleva a interpretaciones poco ajustadas de los eventos, que tienden a magnificar el riesgo, el impacto o las posibles consecuencias negativas.

El joven puede sentirse vulnerable, inseguro, incapaz de afrontar la vida o estar convencido de que los riesgos son mayores a lo que realmente son. La depresión, por su lado, genera creencias de culpa o inferioridad. La autoestima se ve mermada, el joven puede sentirse poco válido y tener desesperanza respecto al presente.



Capacidad para disfrutar

Uno de los elementos más distintivos de la depresión es la anhedonia o incapacidad de disfrutar. Esto es algo que no está presente en la ansiedad. Un joven con un trastorno afectivo como la depresión perderá el interés en aquello que antes le gustaba, se sentirá desmotivado y tendrá dificultades para sentir placer.

En el caso de la ansiedad, no se pierde la capacidad de disfrute y, pese al malestar o las limitaciones propias del trastorno, el adolescente aún puede querer salir con sus amigos, jugar a videojuegos, hacer deporte, seguir con sus hobbies y disfrutar de todas estas actividades.



Aislamiento y relaciones

Un último punto a considerar en las diferencias entre ansiedad y depresión en adolescentes es el grado de aislamiento. Este es muy común cuando el joven sufre depresión, debido a la pérdida de interés, de placer y de motivación.

En el caso de la ansiedad, un posible aislamiento estará relacionado con el miedo a que lo juzguen (por ejemplo, en la fobia social) o al temor a sufrir un ataque de pánico en público. Sin embargo, el joven no rechazará la compañía ni dejará de buscar compartir con sus familiares o amigos.

Conocer las diferencias es clave para apoyar la recuperación

Tanto si sospechas que tu hijo o hija adolescente sufre ansiedad como si crees que padece depresión, es importante buscar apoyo profesional cuanto antes. Pero, en cada caso, la intervención será distinta.

En el primer caso, será necesario enseñar al joven estrategias para reducir su activación y ayudarle a pensar diferente respecto a aquellas situaciones que le causan temor. En el segundo caso, por el contrario, el objetivo principal será activar al adolescente, fomentando la realización de actividades que puedan resultar placenteras y reforzantes.

Así, para acompañarlo, es fundamental entender qué está atravesando y poder realizar un buen diagnóstico diferencial entre estos dos trastornos que suelen confundirse o incluso combinarse. En cualquier caso, el apoyo de la familia será valioso para que el joven se adhiera al tratamiento y lo continúe hasta lograr su recuperación.


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