“Disfruta cada segundo, el tiempo pasa volando”, no existe frase más certera y, paradójicamente, tan ignorada y desoída. “Que detengan el tiempo para poder disfrutarte entre mis brazos”, rezarías cada fugaz instante de tu vida de madre, si entendieras realmente que la infancia de tu hijo es excesivamente efímera.
De un día para el otro te encuentras alimentando a tu desdentado hijo con alimentos sólidos. En un abrir y cerrar de ojos, adviertes que ya no cambias pañales, sino que lavas diminuta ropa interior. En menos de lo que canta un gallo, tu hijo no cabe en tus acogedores brazos y tu espalda no soporta su peso, mientras él da sus primeros pasos.
Disfruta estos momentos con toda tu fuerza, el día de mañana entenderás que esta proposición se presenta con fuerza brutal justo a tiempo, en presente, pero duele con intensidad a futuro, en donde desearás volver al pasado a fin de exigir que detengan el tiempo para poder disfrutar de tener a tu hijo en tus brazos.
Que detengan el tiempo para amarte sin medidas
Si bien mucha gente advierte oportunamente algo que, más temprano que tarde, se convierte en una verdad tan lamentable como irrefutable, la realidad es que las madres solemos no creerlo. “Son exageraciones”, pensamos con cierto escepticismo.
Aún creyendo todo lo que se nos dice, pensamos erróneamente que amamos y sobreprotegemos en exceso al bebé, incluso llegando a temer malcriarlo y, por supuesto, midiéndonos por el qué dirán y los consejos que no han sido probados y solo apuntan a desaprovechar un momento de la vida único e irrepetible.
¿Qué mal puede hacerle establecer el más arraigado contacto piel a piel, cargarlo de más, sentir la elevación del amor teniéndolo en brazos? ¿Qué cargos y culpas enfrentarás en un futuro por haber disfrutado cada instante su calor pegado a ti, por haber fulminado de besos a tu hijo?
¿Acaso no te gustaría que detengan el tiempo donde miras y admiras su perfección e inocencia mientras alimentas a tu pequeño? Sentías que los minutos se extendían hacia la eternidad, a tal punto, que llegaste a creer que esos días transcurrirían lentamente, y durarían para siempre.
Que detengan el tiempo, que se me escurren tus momentos
“El tiempo no pasa volando, simplemente se detiene cuando tengo a mi solcito en brazos”, creías equivocadamente. Sin embargo, y para tu sorpresa, el tiempo se caracteriza por ser tirano. Una noche te quedaste profundamente dormida y al despertar entendiste a fuerza de realidad que el tiempo no corre, sino que vuela.
Ese amanecer comprendiste que tus hijos ya no necesitaban tus brazos, sino que solo querían correr por todos lados. Ya no hacían berrinches por su tan preciado pecho, sino por llamar tu atención con sus “monigoteadas”. Te acostaste con un sinsabor indescriptible, pero al otro día, la realidad volvió a pegar duro.
En la mañana encontraste un chico con delantal y mochila aguardando para ir a su escuela y con cierta tendencia a socializar que nunca percibiste antes. En un simple abrir y cerrar de ojos la vida pasó delante de tus ojos para marcar, a través de tu hijo, nada menos que el paso del tiempo.
Y allí están hoy ellos, se volvieron grandes, bellos y fuertes pero, especialmente, nobles y valientes. Son, sin lugar a dudas, chicos criados con amor, lo que se traduce inmediatamente en su seguridad, felicidad e independencia. Chicos plenos, pero hoy grandes.
Disfruta siempre el aquí y ahora cuando se trate de tus hijos, pues no hay vuelta atrás.Cárgalos cuanto quieras, mételos en tu cama si así lo deseas, bésalos mucho, bésalos siempre. El tiempo efectivamente pasa volando y se lleva consigo aquellos condimentos de la vida que tornan a cada momento único y especial.
Disfrútalos tanto como puedas para luego, sí, poder dejarlos volar, crecer y ser sin culpas. Confía en aquello que crees necesario dar y demostrar a tu bebé cuando aún estás a tiempo. Después de todo, en algún momento de tu vida deberás dar un paso adelante dando lugar al mayor acto de amor de toda madre: el desapego.
Bibliografía
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