Los 5 principales desencadenantes de las rabietas infantiles

Las rabietas de los niños suelen ir precedidas por una emoción que no saben gestionar. Descubre estos desencadenantes para poder acompañar a tu hijo en un berrinche.
Los 5 principales desencadenantes de las rabietas infantiles
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 19 junio, 2023

Las rabietas o berrinches son de los fenómenos que más ansiedad y malestar causan en los progenitores. Calmarlos parece misión imposible y el miedo a que aparezcan puede generar gran preocupación. Por esto, queremos compartirte los principales desencadenantes de las rabietas infantiles.

Estas suelen aparecer entre los dos y los cinco años, y hacen que los niños experimenten emociones muy intensas de ira, disgusto o frustración, que aún no saben bien cómo manejar.

Y es que, en realidad, estas pataletas, aunque llamativas, no son más que un tipo de expresión emocional. Por lo tanto, suelen ir precedidas por algún evento o acontecimiento que, aunque no tenga importancia para el adulto, sí lo tiene para el niño y hace que su sistema nervioso se desregule.

Comprendiendo los desencadenantes de las rabietas

Si te paras a pensar en ello, verás que cualquier pequeño contratiempo o situación cotidiana ha podido a desencadenar un berrinche en tu hijo. Entre las más comunes se encuentran algunas como:

  • Darle su comida con una cuchara azul en vez de roja (como él quería).
  • Llevarlo a bañarse o decirle que es hora de salir de la bañera.
  • Negarte a comprarle un juguete en la fila del supermercado.
  • Ponerle su abrigo nuevo (incluso si él lo había elegido antes).

En realidad, los motivos de los pequeños para desbordarse emocionalmente parecen no tener mucho sentido e incluso, pueden resultarnos incoherentes e impredecibles. Pero todos tienen algo en común: les ponen en contacto con una emoción intensa, novedosa y desagradable que no dominan bien.

Tal como explica Álvaro Bilbao en su libro El cerebro del niño explicado a los padres, lo que ocurre es que el cerebro infantil aún es inmaduro. Así, un pequeño evento puede excitar en exceso las áreas emocionales del cerebro y el niño no es capaz de inhibir ese estado emocional intenso.

El llanto, los gritos, golpes o pataleos, son el modo que encuentra de descargar esa tensión (Solter, 1992). A medida que crece el niño, ese control emocional irá aumentando y resultará más sencillo. Pero las pataletas son, por ahora, un resultado natural de su momento evolutivo.

Los principales desencadenantes de las rabietas infantiles

Como ves, los desencadenantes de las rabietas infantiles no son tanto los sucesos en sí mismos sino las emociones. Pero, ¿cuáles concretamente? La mayoría de ellas están asociadas a la etapa vital de los pequeños, esos conocidos como «terribles dos años».  Así, estos son los estados a los que más atención debes prestar como posibles precipitantes de las rabietas.

Sensación de falta de control

Entre los dos y los cuatro años, los niños han desarrollado una serie de habilidades cognitivas y motoras que les permiten ser más independientes y quieren utilizarlas. Esto implica poder tomar sus propias decisiones de hacia dónde ir o qué hacer, y si esto no se les permite, puede surgir una rabieta.

Por ejemplo, tu hijo puede sentir falta de control sobre su entorno o sobre sí mismo cuando se le impone desde fuera qué comer, cómo vestirse o a qué dedicar su tiempo en ese momento.

Desafío a la autoridad

Al sentirse más capaces, los niños demandan autonomía y suelen desafiar la autoridad. Notarás que, muchas veces, basta con que tú le pidas algo para que se niegue a hacerlo. De hecho, a esta edad «no» se convierte en su palabra favorita.

De este modo, cuando buscamos que los niños nos obedezcan, sin mostrar empatía y sin generar primero una conexión, es probable que se activen en ellos intensas emociones desagradables.

Problemas para demorar la gratificación

Una de las principales dificultades del cerebro infantil inmaduro es la paciencia. De hecho, una afamada investigación y libro conocido como The Marshmallow Test, mostró que para los menores de 5 años es un auténtico desafío el poder aplazar la gratificación (es decir, poder controlar sus impulsos para esperar por algo que desean).

Así, si le pides a tu hijo que espere unas horas para comerse una galleta o para bajar al parque, esto puede disparar un berrinche, ya que la situación supera sus capacidades de gestión interna.

Intolerancia a la frustración

La mayoría de las veces una pataleta se desencadena ante la emoción de la frustración. De hecho, los problemas de conducta en edad preescolar están estrechamente relacionados con la incapacidad para tolerar esta sensación (Perlman et al., 2014).

La misma aparece cuando el niño no puede obtener lo que quiere. Por ejemplo, cuando no se le permite jugar con el balón en casa o ir al colegio con su disfraz nuevo, o cuando no logra completar ese puzzle con el que está jugando.

Estos eventos generan una sensación de impotencia y fracaso que no es nada agradable y con la que hace falta practicar para aprender a gestionarla. Es natural que, en estos años, enfrentar una negativa o afrontar un suceso que no sale según lo planeado, dispare un berrinche en los más pequeños.



Miedo y desconocimiento

¿Sabías que el miedo y la ansiedad suelen ser comunes desencadenantes de las rabietas infantiles? Así lo recoge un interesante estudio piloto publicado en la revista Early Childhood Research & Practice.

Solemos pensar que el miedo se expresa con una actitud temerosa y retraída, pero muchos niños descargan esa tensión mediante llantos o lo que llamamos de forma errónea «mal comportamiento».

Por lo mismo, si tu hijo se enfrenta a una situación novedosa y desconocida, que lo pone a prueba o que de algún modo percibe como amenazante, puede responder con un berrinche.

¿Cómo manejar los desencadenantes de las rabietas infantiles?

Como puedes ver, las rabietas suelen ir precedidas por una emoción negativa e intensa. Pero, ¿de qué nos sirve saber esto?, y ¿cómo podemos abordar el tema? Pues bien, esto nos ayuda a entender que los berrinches no son algo que podamos ni debamos evitar, ¡los niños sienten emociones y necesitan expresarlas cuando aparecen!

Lo que sí podemos hacer es tomar algunas medidas para reducir la frecuencia o intensidad de dichos desbordes emocionales. Por ejemplo:

  • Avisar con anticipación al niño de los cambios que vayan a ocurrir. Por ejemplo, decir: «en cinco minutos nos vamos del parque» en lugar de llevárnoslo directamente.
  • Permitirle tomar decisiones entre varias opciones seguras y preseleccionadas. Por ejemplo, el niño puede elegir si prefiere ponerse el abrigo verde o el naranja.
  • Ofrecer explicaciones y generar conexión cuando queramos que siga alguna orden o instrucción. Esto será mucho más efectivo para lograr que colabore que simplemente tratar de imponernos.
  • Permitir y acompañar el berrinche. Habrá momentos en que las emociones desborden al niño y esto es inevitable. En ese momento nuestro papel será estar presentes, calmados y mostrarle cómo volver a regularse.

Es importante recalcar que utilizar técnicas como el «tiempo fuera» puede resultar perjudicial, debido a que hace sentir a los niños abandonados y no merecedores de amor cuando se sienten mal (Solter, 2014).



Recomendaciones finales

En definitiva, lo más probable es que tu hijo en más de una ocasión a partir de sus dos años presente algún berrinche o pataleta, y esto es algo natural y esperable. Sin embargo, comprender por lo que está pasando, qué necesita y qué situaciones y emociones están detrás de esta conducta puede ser de gran ayuda.

Al anticiparte a sus emociones y ofrecer ciertas soluciones, podrás ayudar a que ese desborde emocional no se produzca o no lo haga con tal magnitud.


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