El cuerpo de un niño grita lo que su boca no puede expresar

Muchos niños se quejan de dolores o molestias que, tras consultar al pediatra, no tienen origen físico. Son los llamados trastornos psicosomáticos.
El cuerpo de un niño grita lo que su boca no puede expresar
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 04 febrero, 2022

Para un padre y una madre no hay nada más importante que la salud de sus hijos. Por ello, cuando estos experimentan molestias físicas no dudan en acudir al pediatra para consultar y obtener el mejor tratamiento que ayude a reducir el malestar de su pequeño. Sin embargo, en muchas ocasiones, el médico confirma que no hay nada que justifique dicho dolor. Y es que, a veces, el cuerpo de un niño grita lo que la boca no puede expresar.

Tras acudir en repetidas ocasiones a la consulta pediátrica, realizar un sinfín de pruebas al pequeño y obtener siempre una respuesta negativa, surgen las dudas. ¿Cómo es posible que todo esté bien y, sin embargo, el niño afirme seguir sufriendo? ¿Estará mintiendo? ¿Será una enfermedad tan rara que no sale a la luz a simple vista?

La preocupación de los padres es frecuente y comprensible, pues, generalmente, no se sabe lo suficiente acerca de los trastornos psicosomáticos. Por ello, en este artículo queremos ayudarte a conocer más al respecto para que puedas comprender mejor lo que está atravesando tu pequeño.

Trastornos psicosomáticos: el cuerpo de un niño grita

Los trastornos psicosomáticos son todos los síntomas, dolencias y padecimientos que experimenta un niño en ausencia de una causa orgánica que los explique. Es decir, son las molestias y malestares que se presentan cuando no existe realmente ningún trastorno a nivel físico que pueda dar cuenta de su aparición.

Niña con dolor de cabeza debido a que el cuerpo grita lo que su boca no puede expresar.

Los más comunes son las cefaleas, los problemas estomacales, las irritaciones de la piel, las crisis asmáticas y las alteraciones del sueño. Se estima que cerca del 4 % de las consultas pediátricas se deben a casos de este tipo.

En todo momento, el punto de partida consistirá en realizar las exploraciones y pruebas pertinentes para descartar un origen físico. Cuando haya quedado establecido que no existe un problema fisiológico que origine los síntomas, comenzará a plantearse una posible explicación psicosomática.

¿Por qué ocurren?

Los trastornos psicosomáticos pueden presentarse en personas de cualquier edad, pero los niños son especialmente vulnerables a padecerlos. Y esto sucede porque ellos no cuentan con las herramientas y estrategias personales necesarias para gestionar sus emociones.

Un adulto es más o menos capaz de identificar lo que siente y conoce diversas alternativas para manejar esa emoción. Así, puede hablar con alguien de su confianza, enfocarse en actividades positivas, escribir un diario o salir a caminar. Tiene la madurez para lidiar con distintos estados emocionales sin verse sobrepasado.

En cambio, un niño no cuenta con ese conocimiento ni experiencia, no sabe qué hacer con la intensidad de esos sentimientos que se agolpan en su interior. Necesita ayuda, pero, generalmente, ni siquiera es plenamente consciente, y, cuando lo es, puede no saber cómo pedirla. Lo que sí sabe es que, cuando ha estado enfermo, sus padres se han preocupado, lo han atendido y han cuidado de él.

Esto no es, ni mucho menos, una acción deliberada. El niño no finge sus síntomas, no se los inventa; en ningún caso está tratando de manipular. Este es simplemente el mecanismo que su organismo conoce para expresar que se encuentra mal en alguna esfera. No puede decirlo con la boca y lo grita con el cuerpo.

Niño con dolores debido a que padece escroto agudo.

¿Cómo puedes ayudar a tu hijo?

Si tu pequeño presenta un trastorno psicosomático, hay varias pautas que puedes seguir para ayudarlo:

  • Comprende por lo que está pasando, no le culpes ni le recrimines. No dudes de su palabra, pues no está fingiendo.
  • Trabaja su inteligencia emocional y enséñale a identificar las emociones que siente en cada momento.
  • Enséñale estrategias de afrontamiento de emociones, como escribir sus sentimientos, realizar técnicas de relajación o hablar con una persona de confianza. Muéstrate siempre disponible para ser esa persona a la que puede acudir.
  • Da ejemplo siendo capaz tú mismo de expresar y gestionar tus propias emociones de forma adecuada.

El cuerpo de un niño grita lo que su boca no puede expresar

Cuando el cuerpo grita es porque necesita ser escuchado. Ponte a la altura de tu hijo y conversa con él sobre sus preocupaciones. Trata de averiguar qué le genera tal malestar y procura, en la medida de lo posible, reducir o eliminar esa circunstancia.

Si no es posible, acompáñalo en el proceso de aprender a gestionar esa situación sin sentir que el estrés lo desborda. Saber que no está solo, que tú lo escuchas, lo sostienes y lo guías hará una importante diferencia.


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  • Pedreira, J. L., Palanca, I., Sardinero, E., & Martín, L. (2001). Los trastornos psicosomáticos en la infancia y la adolescencia. Revista de Psiquiatría y Psicología del Niño y el Adolescente3(1), 26-51.
  • Cohen, S., & Manuck, S. B. (1995). Stress, reactivity, and disease. Psychosomatic Medicine57(5), 423-426.

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