La vida de cualquier persona cambia con la llegada de un hijo al hogar. Generalmente, lo notamos más en los hábitos y las rutinas diarios, pero estos cambios afectan también a la forma de hablar y comunicarse. La mayoría de los niños tiende a imitar a sus padres en lo que hacen y en lo que dicen. Por eso, debemos prestar mucha atención a nuestra conducta y saber qué debemos y qué no debemos hablar delante de los hijos.
Para transmitir no tiene por qué ser necesario dirigirse directamente a alguien. En este caso, a los niños. Simplemente con estar presentes son capaces de comprender y detectar mucho más de lo que creemos. Aprenderán de todo lo que hagamos y esto determinará su comportamiento futuro. Por ello, debemos evitar ciertas conductas y temas hasta que sean capaces de entender mejor el contexto en el que se insertan.
¿Por qué no debemos hablar delante de los hijos ciertos temas?
Cuando son pequeños, los niños interpretan el mundo desde una perspectiva muy particular. Comprenden y absorben mucho más de lo que creemos, pero lo hacen de forma literal.
Es decir, aunque entiendan un concepto general, no aprecian los matices, expresiones o metáforas que podamos utilizar. Por ejemplo, si comentamos que la vecina tiene patas de gallo, no debería sorprendernos que nuestro hijo se fijara en si las piernas de dicha señora son como las del animal.
Tampoco pueden entender todavía las ironías, sarcasmos y dobles sentidos. O que en un momento de enfado podamos decir algo de lo que nos arrepentiremos más tarde. Todos estos matices que los niños no pueden comprender los “imaginan“.
Dado que comprenden mejor el lenguaje no verbal, es decir, las expresiones de nuestro cuerpo, captan la situación emocional. En consecuencia, los detalles que no han comprendido son “sustituidos” con una carga emocional.
“Sin ser conscientes, transmitimos mucha información a los niños. Esto puede suponer una confusa carga emocional para los más pequeños”
Esto puede suponer varios problemas. No nos referimos solo al posible bochorno porque nuestros hijos divulguen cotilleos, por ejemplo. Más preocupantes son las situaciones en las que los niños se puedan sentir confundidos o divididos, sin entender realmente las causas.
Un ejemplo ilustrativo
Imaginemos esta situación: hemos discutido con nuestros padres, y se lo contamos a nuestra pareja, desahogándonos. El niño está delante y entiende este enfado con los abuelos, a los que él quiere mucho. ¿Cómo se sentirá? Según su concepción, el enfado aparece cuando alguien ha hecho algo malo. ¿Son malos los abuelos entonces? ¿Cómo los tiene que tratar? ¿Qué va a pasar, qué puede hacer?
Del mismo modo, podemos crear esta confusión en nuestro hijo en muy diversas situaciones. Relaciones de pareja, amistades, colegio o “preocupaciones de adultos” que transmitimos sin ser conscientes a alguien que no sabrá manejar esas emociones tan confusas. Debemos estar atentos a lo que decimos y hablamos delante de los hijos, pero sin que ello nos impida comunicarnos con los niños.
Algunos temas que no debemos hablar con niños presentes
Te dejamos una lista de temas que sería preferible evitar hablar delante de los hijos.
- Hablar mal de otras personas. Esto incluye también los cotilleos en general. Los niños, especialmente los más pequeños, no son capaces de entender estos comentarios privados, ni nuestro papel en ellos. Como hemos ilustrado anteriormente, pueden sentirse confundidos, divididos y hasta culpables.
- Preocupaciones “de adultos”. El dinero, el tiempo, la comida… No debemos dejar que todo lo que nos preocupa pase a nuestros hijos. A medida que vayan creciendo, podremos ir explicando estas situaciones, pero siempre de forma que puedan comprender y asimilar.
- Hablar delante de los hijos como si no estuvieran delante. Etiquetarlos y hacer comentarios sobre su físico o su intelecto, especialmente si son negativos, pueden generarles complejos.
Además debemos tener en cuenta el tono con el que las decimos o la actitud que mostramos. Por ejemplo, los gritos, aunque no estén dirigidos a los niños o nos puedan aliviar, solo servirán para que el niño se bloquee, se asuste y se sienta muy confuso. También debemos evitar las mentiras, porque se acostumbrarán a evitar la verdad cuando les resulte conveniente.
¿Cómo controlar lo que decimos?
“No siempre podremos controlarnos. Por eso, lo más importante es que aclaremos a nuestro hijo la situación y aliviemos su confusión”
Que debamos estar atentos al hablar delante de los hijos no significa que debamos cortar toda comunicación en su presencia. De hecho, eso sería muy negativo para ellos, ya que entenderían que están molestando o no los queréis cerca. Lo único que necesitamos es reflexionar un poco y ponernos en su lugar.
Un buen método para calcular lo que decimos es, antes de hablar, actuar como si nos estuvieran grabando. Pensar con cuidado nuestras palabras y la imagen que proyectamos con ellas, la actitud con la que se podrían asociar.
Además, debemos pensar si esa conversación puede crear alguna confusión en nuestros hijos o hacer que se sientan divididos. Es decir, intentar entender cómo puede afectarles.
Por último, es recomendable utilizar un lenguaje claro y directo en su presencia. A una edad temprana, los niños no entienden las metáforas y los juegos de palabras. Si evitamos el uso de este tipo de expresiones, podremos eliminar gran parte de los sentimientos confusos que pueden surgir en nuestros hijos.
Dado que no siempre podremos controlarnos, lo más importante es que intentemos que nuestros hijos entiendan los contextos. Que no tienen que interpretar nuestro enfado como culpa suya o que no deben hacer suyas nuestras preocupaciones. Aclarar sus confusiones será fundamental para su crecimiento y fomentará vuestra relación.