¿Cómo se crean las heridas emocionales en la infancia?

El daño emocional generado durante los primeros años de vida condiciona enormemente el bienestar de las personas. Te contamos cómo evitar las principales heridas emocionales en tus hijos.
¿Cómo se crean las heridas emocionales en la infancia?
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 13 diciembre, 2020

La infancia es una etapa crítica en la que adquirimos los conceptos básicos sobre el mundo: cómo soy yo, cómo son los demás y qué puedo esperar de la vida. Este aprendizaje proviene principalmente de la relación con nuestros padres y su estilo de crianza. Así, cuando estas experiencias tempranas no son adecuadas, en la mente infantil se crean unas heridas emocionales que perduran en el tiempo.

Es sencillo detectar en muchos adultos las consecuencias de estos daños. Y es que esas heridas emocionales determinan el modo en que pensamos, sentimos y actuamos durante años.

Problemas de ansiedad, trastornos del ánimo, relaciones de dependencia… Son muchas las dificultades relacionadas. Por ello, para evitar que se desarrollen en nuestros hijos, es importante conocer cuáles son y cómo se originan.

¿Cómo se crean las cinco heridas emocionales en la infancia?

Niña mirando por la ventana muy triste tras el abandono, una de las heridas emocionales de la infancia.

Abandono

La herida del abandono surge cuando el niño siente la falta de presencia, afecto y protección por parte de sus progenitores. Este abandono puede ser real, si uno de los padres sale de la vida del niño, fallece o pasa largos periodos alejado; pero también puede ser simbólico, por ejemplo, si ese adulto, pese a estar presente a nivel físico, no está disponible emocionalmente.

Esto conduce a que el niño desarrolle una personalidad insegura y dependiente y a que pase toda su vida tratando de evitar ser abandonado de nuevo. Algo que le acarreará un gran sufrimiento y muchos problemas a la hora de relacionarse. Para evitar el abandono, es necesario estar disponibles para nuestros hijos a todos los niveles, dedicarles tiempo de calidad, escucharles y atender sus necesidades emocionales.

Rechazo, la más profunda de las heridas emocionales

El rechazo es una de las heridas más profundas, ya que lleva al niño a sentirse indigno y poco merecedor. Esta herida se crea cuando no existe aceptación incondicional por parte de los padres, cuando estos desprecian algún área de la personalidad del pequeño. También puede formarse en base a experiencias de rechazo por parte de los iguales en la escuela u otros entornos.

El niño que crece sintiéndose rechazado desarrollará una extrema sensibilidad a la crítica y comenzará a portar una falsa máscara de seguridad que le llevará a huir de cualquier compromiso afectivo. Para prevenirlo, es necesario aceptar al niño tal y como es, tratarlo con respeto y desarrollar su autoestima.

Humillación

Cuando el niño se siente criticado o ridiculizado por sus padres en algún aspecto, surge la herida de humillación. Esto conduce a una mala percepción de sí mismo y a una imperiosa necesidad de ser aceptado y valorado por los demás.

Si queremos evitar dichas consecuencias, hemos de ser empáticos y cuidadosos con el modo en el que nos dirigimos a los niños. Procura no criticar a tu hijo, sino señalar aquellos comportamientos concretos que son inadecuados. Y, sobre todo, hazlo desde el amor y el respeto.

Traición

La herida de traición es la consecuencia de unos progenitores que no cumplen sus promesas y no respaldan con actos sus propias palabras. De este modo, el infante desarrolla rencor y desconfianza hacia el mundo. Además, puede experimentar celos, envidia y necesidad de controlarlo todo para evitar sentirse defraudado nuevamente.

Resulta imprescindible, entonces, ser coherentes y no decirles a los niños nada que no podamos cumplir. Piensa en las consecuencias de tus palabras y no traiciones su confianza.

Niña llorando en la playa porque a sus padres les cuesta reconocer cuando un niño está triste.

Injusticia

Esta última herida es propia de hogares en los que se lleva a cabo una crianza excesivamente rígida y autoritaria. Familias en las que existe un alto nivel de exigencia y un bajo grado de afecto. Así, estos niños suelen convertirse en personas rígidas, perfeccionistas y poco tolerantes.

La mejor forma de prevenir esta herida es aplicar un estilo de educación equilibrado en el que existan límites justos, pero también afecto y respeto. Unos padres flexibles, capaces de dialogar con sus hijos y permitirles tener voz, evitarán fácilmente este daño emocional.

Todos tenemos heridas emocionales

Cabe pensar que las heridas emocionales son propias de hogares disfuncionales y niños con infancias extremadamente duras. Sin embargo, la mayoría de las personas contamos con, al menos, una de ellas. Y es que, para que estas heridas se creen, no son necesarias situaciones extraordinarias.

Cualquier vivencia cotidiana, como el nacimiento de un hermano o el hecho de que los padres trabajen muchas horas fuera de casa, puede desencadenarlas. Así, el objetivo estará en reducir su aparición lo máximo posible, tanto en número como en impacto. Es más sencillo prevenir un daño que repararlo. Cuidemos la infancia.


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