¿Cómo lidiar con el miedo a que le pase algo malo a mi hijo?

¿El miedo te acompaña en cada paso que da tu hijo y en cada desafío que afronta?, ¿a menudo te encuentras sobredimensionando situaciones de riesgo por miedo a que le suceda algo malo? No estás sola en este sentimiento.
¿Cómo lidiar con el miedo a que le pase algo malo a mi hijo?
Sharon Capeluto

Escrito y verificado por la psicóloga Sharon Capeluto.

Última actualización: 17 julio, 2023

¿Qué madre no ha experimentado un escalofrío repentino al imaginar lo peor para su hijo? El temor está siempre presente en la maternidad. Es como un susurro inquietante que se forma al pensar en los posibles peligros que acechan a los niños.

El miedo de que pueda pasarle algo malo a un hijo puede llevar a los adultos a protegerlos en exceso. A envolverlos en burbujas de máxima seguridad. Sin embargo, esto termina siendo contraproducente para el sano desarrollo de los pequeños, además de contribuir con el malestar de las madres.

El miedo de las madres por los hijos

El miedo puede vestirse de mil caras, presentándose en situaciones extremas o cotidianas. Entre los temores más habituales en relación con los hijos, encontramos:

La función que tiene el miedo en nosotros es la de alertarnos y prepararnos ante escenarios riesgosos. ¿Sabías? En la esfera familiar, es el motor que nos impulsa a tomar precauciones. Nos puede llevar a abrigar a nuestro hijo para evitar que se resfríe. A enseñarle a cruzar la calle mirando para ambos lados. O a brindarle herramientas para que sea capaz de hacer amigos nuevos.

En estos casos, el miedo es considerado como adaptativo, ya que cumple una función protectora. Previene posibles daños. Ahora bien, esta emoción se torna disfuncional cuando es desproporcionada y no está basada en una amenaza real. Temer, en exceso, que algo malo le suceda a un hijo, limita su crecimiento. 

Por ejemplo, si el miedo a que pueda sufrir un accidente en la vía pública te lleva a exigirle andar de tu mano a sus diez años, estarías obstaculizando el desarrollo de su autoconfianza e independencia.

¿Puede convertirse en una fobia?

La diferencia básica entre un miedo y una fobia radica en la intensidad y la persistencia de la respuesta emocional.

Es más, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición (DSM-V, por sus siglas en inglés) la fobia se clasifica como un trastorno de ansiedad específico. Se acerca al miedo desadaptativo, aquel que perjudica mucho más de lo que beneficia.

El temor excesivo por la seguridad y bienestar de un hijo puede alterar la salud mental de las madres. En algunos casos, puede propiciar el desarrollo del trastorno de ansiedad generalizada o trastorno de ansiedad por separación.

Por eso, si percibes que el temor es irracional, inmanejable y desproporcionado, es imprescindible que busques apoyo en un psicólogo o psiquiatra especializado para trabajar en él.



Recomendaciones para convivir con este miedo

Incluso no tratándose de un problema de ansiedad severo, el miedo a que le pase algo malo a un hijo puede ser tan abrumador como incómodo. Pareciera que este temor es inherente a la maternidad y que acompaña aun cuando los niños dejan de ser niños. A continuación, brindamos algunos consejos claves para lidiar con esta sensación que a menudo parece no dar tregua.

Acepta tus emociones

Reconoce que es natural sentir miedo por la seguridad de los hijos. Una madre puede sobresaltarse por el simple hecho de pensar que su niño se encuentre en el sitio equivocado en el momento inoportuno. Si estuviera a su alcance, procuraría el bienestar constante e inquebrantable. Nadie quiere que sus pequeños la pasen mal. 

Entonces, intenta no juzgarte por lo que sientes y comprender que el miedo en la maternidad es muestra de un amor incondicional.

Reemplaza la preocupación extrema por la precaución pertinente

Ahora bien, como hemos dicho con anterioridad, la preocupación excesiva no lleva a buen puerto. Ni a los niños protegidos ni a las madres que protegen.

Por esto, en lugar de permitir que la inquietud extrema te consuma, enfócate en adoptar una actitud de precaución coherente. Esto implica tomar medidas racionales y prácticas para resguardar la seguridad de tus hijos, sin caer en la sobreprotección.

Resulta esencial que encuentres el equilibrio entre prevenir posibles riesgos y fomentar su desarrollo autónomo.

Busca apoyo externo

No tienes por qué enfrentar el miedo a que le pase algo malo a tu hijo en soledad. Compartir tus preocupaciones con alguien más, ya sea con tu pareja, familiares o amigos, te permitirá obtener una perspectiva externa más realista.

Contar con la contención de una persona de confianza que valide tus sentimientos, pero que también sea capaz de ofrecerte otro punto de vista más saludable, hará que la sensación de alivio aumente. Además, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Health Psychology Open, el apoyo social es capaz de atenuar el estrés, la angustia, la depresión y la ansiedad.

Fomenta el diálogo con tu hijo

Construir una relación de confianza, respeto y comunicación con tu hijo hará que el miedo a que algo malo le pase disminuya de forma notable. Porque, ¿qué mejor que confiar en que tu pequeño es capaz de cuidarse por sí mismo?

Está claro que existen ciertos desafíos que, por su corta edad, no podrá resolver de forma autónoma. Pero, al apostar por un vínculo en donde prima el diálogo y se pueda conversar acerca de temas difíciles, estarás fortaleciendo la independencia de tu niño. Habla con él sobre los riesgos potenciales y, en vez de asustarlo o regañarlo, bríndale herramientas de protección. 



Tu tarea no es evitar su dolor

No estás sola en este sentimiento. Es comprensible que sientas temor que algunos de los peligros del mundo perjudique a tus niños. Sin embargo, no tienes que mantenerlos en una cajita de cristal, sino ayudarlos a que ellos mismos construyan su propia armadura. Lo que es lo mismo que adquieran herramientas de autocuidado.

Tu tarea no es evitar su dolor, pues forma parte de la existencia. Por más que lo intentes con cuerpo y alma, no podrás hacer que el sufrimiento no los visite de vez en cuando. Es más, ellos no necesitan que lo hagas. Más bien, necesitan de tu presencia, de tu abrazo y de tu escucha.


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