
¿Tu hijo come mal, padece de alguna intolerancia o tiene sobrepeso? Estos son algunos motivos por los que deberías llevar a un niño a un nutricionista. En este artículo te contaremos por qué es importante que tus hijos coman bien…
La infancia es un periodo clave en la creación de unos hábitos alimentarios saludables, ya que afectan a la salud. Sin embargo, pueden modificarse a lo largo de la vida.
Antes de profundizar en los factores que determinan los hábitos alimentarios, es necesario buscar la definición en el diccionario. Según la RAE, un hábito es el modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes u originado por tendencias instintivas. Por lo tanto, podemos afirmar que es un comportamiento basado en la elección y consumo de determinados alimentos que realizamos a lo largo de nuestra vida.
En resumen, influyen directamente en nuestra salud junto a otros factores como el ejercicio, la psicología, la economía, etc. Y, como ocurre con cualquier acto cotidiano, la alimentación depende de varios aspectos que comentaremos a continuación.
Los factores más importantes que influyen en los hábitos alimentarios son:
Engloba el lugar en el que vivimos, las costumbres y la gastronomía. No hay más que ir a otro país o región para darnos cuenta de que es muy variable, dado que es un rasgo identificativo.
Además, los conocimientos, así como los valores y habilidades se han transmitido entre generaciones a lo largo de los años. Incluso, tenemos acceso a una gran variedad de alimentos gracias al transporte, la industria alimentaria y las nuevas tecnologías.
Teniendo en cuenta que comer es un placer, hacerlo junto a nuestros seres queridos permite la interacción social. Por un lado, nuestros padres nos enseñan a comer, por lo que es imprescindible realizar, al menos 2, comidas en familia a diario. Por otro lado, nuestras amistades y compañeros también influyen en nuestros hábitos alimentarios. Esto es por el hecho de pertenecer a un determinado grupo, ya que no es lo mismo ser vegetariano o disfrutar del pescado.
Tampoco hay que olvidar que las emociones y experiencias vividas en torno a la mesa también son claves. Con esto nos referimos al hecho de comer chocolate al sentirnos tristes, rechazar el brócoli si nos han obligado a comerlo ofreciéndonos como recompensa un trozo de pastel o cualquier dulce. A pesar de que no seamos conscientes de la situación, los recuerdos desempeñan un papel en este tipo de asociaciones.
En cualquier caso, estas influencias pueden ser positivas (comer frutas y verduras) o negativas (picotear o acudir a una cadena de comida rápida). Incluso, hace referencia al ambiente relacionado con la disponibilidad de alimentos según dónde vivas. Tener cerca un mercado favorece el acceso a alimentos frescos y de temporada. Contrariamente, el supermercado ofrece más variedad, pero de productos.
Otro condicionante es el poder adquisitivo, ya que el precio de los alimentos y restaurantes es diferente. Además, la vida laboral afecta al acceso a determinados alimentos. Consecuentemente, impacta sobre el desarrollo de enfermedades. Y es que vivimos en una sociedad en que las diferencias son notables, puesto que la precariedad ha aumentado.
Esto implica que las clases más bajas acudan a la bollería o fast food, ya que son más económicos que los alimentos ecológicos o el pescado. En cambio, no pueden permitirse comer en un restaurante. Sin embargo, las frutas y verduras tienen precio más bajo pero quizás no tengan medios suficientes para cocinarlos o están situados al fondo, por lo que es más fácil que cojan las galletas.
Aunque no lo parezca, empiezan a crearse en el útero materno. Por lo tanto, es la dieta de nuestra madre, que consigue que nos acostumbremos a determinados sabores, lo que configura los hábitos. Además, los bebés disponen de una mayor cantidad de papilas gustativas, por eso, perciben un grado mayor de intensidad del sabor. Sin embargo, el número va reduciéndose con los años.
También es necesario destacar la presencia de determinados genes relacionados con la percepción más intensa del amargo o el dulce. Si quieres saber más acerca de este aspecto, échale un vistazo al artículo sobre cómo se crean los gustos.
Posteriormente, depende del tipo de alimentos que consumamos, ya que el paladar se habitúa, haciendo cada vez más costoso modificarlos. Por esta razón, es aconsejable realizar los cambios progresivamente.
Otro de los condicionantes es el nivel de conocimiento. Hace años, la educación era para quien podía permitírselo, pero desde los años 80-90 es obligatorio tener un mínimo. Además, internet y los libros permiten acceder a gran cantidad de información. Sin embargo, es imprescindible contrastarla o consultar fuentes fiables.
Por último, los anuncios nos influyen de manera inconsciente. Los fabricantes y vendedores quieren que la gente compre sus productos. Para eso, los anuncios buscan transmitir un mensaje vinculado a nuestras emociones y gustos, destinando enormes cantidades de dinero para diseñarlos y grabarlos. Está tan implicada que cuanto mayor tiempo sea el destinado a ver la televisión, mayor es la ingesta de fast food y snacks poco saludables.
Asimismo, otros condicionantes a la hora de forjar hábitos alimentarios son las habilidades culinarias, las condiciones higiénicas, la conciencia por la salud y las modas.
Así pues, no está de más remarcar que este conjunto de factores comentados anteriormente interaccionan entre ellos de manera que todos configuran los hábitos.
Hasta aquí has podido conocer cómo se crean los hábitos alimentarios, pero antes de terminar nos gustaría daros algunos trucos para cambiarlos.
Como conclusión, recuerda que los buenos hábitos se adquieren en la infancia aunque pueden modificarse a posteriori. Para conseguirlo, puedes recurrir al coaching y mindfulness eating (o comer consciente), ya que conseguirás las herramientas para lograrlo.