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Burnout parental: ¿qué es y cómo afrontarlo?

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Ser madre es un rol exigente que puede llegar a agotarte si no cuentas con los recursos necesarios. Te contamos en qué consiste el burnout parental y cómo puedes afrontarlo.
Burnout parental: ¿qué es y cómo afrontarlo?
Última actualización: 27 julio, 2022

Posiblemente hayas escuchado el término “burnout” referido al ámbito laboral. Este concepto hace referencia a una situación de estrés sostenido que afecta al bienestar y al desempeño de los trabajadores. Pero ¿alguna vez pensaste que esto mismo podría suceder en la crianza de los hijos? Efectivamente, el burnout parental refleja la realidad de muchos padres y madres.

El estilo de vida actual posee varias características que aumentan el riesgo de padecer este síndrome. En primer lugar, la incorporación de la mujer al trabajo y la insuficiente participación de los hombres en las tareas domésticas hace que la carga de las madres sea muy superior a la que era anteriormente.

Por otro lado, la crianza de los menores cada vez se toma más en consideración y las exigencias al respecto son mayores cada día. Así, padres y madres pueden verse incapaces, en un momento dado, de seguir haciendo frente a dichas presiones.

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¿Qué es el burnout parental?

El burnout parental es un síndrome que puede afectar a padres y madres con hijos de todas las edades. Este se caracteriza esencialmente por un gran agotamiento físico, mental y emocional que surge en respuesta al estrés sostenido que implica la crianza. Es decir, cuando las exigencias, demandas o tareas a las que se enfrentan estos padres superan sus recursos para afrontarlas. Así, las manifestaciones principales son las siguientes:

  • Sensación subjetiva de agotamiento extremo en relación a la crianza. Todas las tareas y actividades asociadas al cuidado y educación de los hijos se perciben como excesivas y abrumadoras, y el sueño no resulta suficiente para eliminar la sensación de cansancio físico y mental.
  • Se produce un distanciamiento emocional respecto a la fuente de estrés, que en este caso son los propios hijos. Así, los progenitores pueden tender a ocuparse únicamente de los aspectos imprescindibles, como la alimentación, la ropa o el transporte de sus hijos, pero, por otro lado, obviar los cuidados emocionales.
  • La crianza, que antes se disfrutaba, se percibe ahora como una fuente de displacer. Los adultos ya no disfrutan de la interacción con los niños y sienten, además, que su desempeño como padres ha empeorado enormemente. Incluso los propios hijos pueden identificar también este cambio y hacerles saber a sus padres que ya no son los de antes. A raíz de todo lo anterior, surgen sentimientos de culpa, tristeza o ansiedad.

¿Cuáles son sus consecuencias?

Todos los padres y madres pueden sentir lo anterior en un momento dado, pero cuando esta dinámica se prolonga en el tiempo, las consecuencias pueden ser importantes. En primer lugar, el burnout parental puede terminar conduciendo a cuadros de ansiedad y depresión si no se aborda adecuadamente. Pero, además, el vínculo emocional entre padres e hijos y los cuidados que estos últimos reciben pueden volverse deficientes.

Cuando ocurre el distanciamiento emocional, los adultos pueden caer en conductas negligentes e incluso en agresividad verbal o física hacia sus hijos. Dados los daños emocionales que esto puede causar en los menores, se hace imprescindible identificar y abordar el burnout parental lo antes posible.

¿Cómo afrontar el burnout parental?

El burnout parental surge cuando las demandas de la crianza superan a los recursos de los progenitores. Así, la principal medida consistirá en reducir esa carga o aumentar las herramientas de afrontamiento.

A este respecto, el reparto equitativo de tareas entre ambos miembros de la pareja resulta fundamental; pero, además, puede ser necesario buscar el apoyo de familiares, amigos o profesionales que puedan ayudar con el cuidado de los menores, aligerando, así, la carga.

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Por otro lado, las creencias personales juegan un papel fundamental. Este síndrome surge muchas veces debido a la alta autoexigencia de los adultos. Si estos se imponen unos estándares educativos perfectos, les resultará agotador tratar de cumplir con ellos.

Flexibilizar y relativizar puede ser importante para reducir el malestar; no es necesario seguir cada pauta de crianza al pie de la letra, pues la teoría ha de poder adaptarse a nuestras situaciones personales.

Por último, si se identifican las manifestaciones de este síndrome, acudir a psicoterapia puede ser de gran ayuda. Identificar las emociones, dejarlas salir, gestionarlas y buscar soluciones efectivas no siempre es una tarea sencilla. Por ello, contar con un acompañamiento y una guía adecuada puede facilitar el proceso.


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