
Vamos a leer frases de Jean Piaget, uno de los psicólogos más importantes de la historia en cuanto al desarrollo del niño se refiere. Curiosamente, fueron sus hijos los que, sin querer, hicieron de ‘conejillos de indias’ para las investigaciones…
A veces, el nudo de nuestros problemas se desvanece al instante solo con mirar a nuestros hijos dormir y desearles las buenas noches. No importa el estrés del día, no importa lo que tengas que hacer mañana, no importa el cansancio… porque si tu niño/a está bien, todo está bien. Así de simple…
A pesar de que no falta quien te recuerde una y otra vez aquello de que la maternidad y la educación de los niños es una travesía complicada y hasta desafiante, tú lo tienes claro. Tener un hijo en realidad hace la vida mucho más sencilla. De hecho, hay un aspecto que sin duda ya habrás percibido: ellos hacen que cualquier esfuerzo valga la pena, ellos te dan una razón para seguir cada mañana adelante. Ellos lo son todo.
Asumir este enfoque, por curioso que parezca, es vital, es sinónimo de salud y bienestar. De hecho, no lo decimos a la ligera o por casualidad. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Finlandia, los padres que no saben gestionar el estrés y que no aprecian las cosas más simples de la vida corren el riesgo de trasmitir a sus hijos sus mismos patrones de ansiedad.
De este modo, nunca está de más recordar algo muy simple que sin duda tú mismo te habrás dicho más de una vez: los problemas, las presiones del día y las ansiedades deben dejarse fuera de casa y lejos del «alcance» de los niños. Cuando estemos con nuestros pequeños deben percibir que son nuestra máxima prioridad, la semilla de nuestra felicidad.
Los expertos en dinámicas familiares e incluso en relaciones de pareja suelen dar un consejo muy elemental: nunca debemos irnos a la cama enfadados con nuestros cónyuges. No es de extrañar por tanto que con los niños ocurra lo mismo.
No acabes tu día sin decir un «te quiero» a tus hijos, no apagues la luz de sus habitaciones sin desearles antes «buenas noches» con una sonrisa de complicidad, recordándoles que todo está bien, que son amados.
Si esta situación se repite cada día y a ella le añadimos además el cansancio de los padres por sus respectivas jornadas de trabajo, ya tenemos sin duda los ingredientes suficientes para ver la última hora del día como algo bastante traumático. Cuando en realidad, debería ser el momento más mágico del día…
Sabemos que hay cierta polémica y más de alguna discrepancia sobre a qué hora deberíamos acostar a nuestros hijos. Hay madres y padres que llegan un poco más tarde del trabajo y no quieren renunciar a estar un rato con sus niños, a compartir momentos con ellos, a regalarse afectos y frases como «qué tal tu día» y un «cómo te he echado de menos».
Queda claro que cada familia tiene sus normas, sus dinámicas internas que se ajustan a sus propias características y necesidades. Sin embargo, hay unas pautas básicas que no podemos descuidar en estos últimos momentos del día ya que, tal y como hemos señalado al inicio, pueden contribuir sin duda a una mejor crianza, a una mejor huella emocional en tus hijos.
Si tu trabajo te lo permite, es recomendable que establezcas unas pautas adecuadas con las que favorecer la hora de ir a la cama. Una hora antes, apagaremos la tele o cualquier dispositivo electrónico para relajarnos.
Todo este proceso debe darse sin tensiones, sin peleas o protestas. Si se acostumbran a esta rutina desde edades tempranas lo integrarán a la perfección.
Amor es ver a nuestros hijos dormir y pensar que eso es felicidad, que nada puede satisfacernos más que llegar a casa y verlos descansar felices, rendidos a un descanso donde los sueños los acarician mientras nosotros nos preguntamos cómo pueden ser tan bonitos, tan perfectos…
Hay padres que se despiden rápidamente de sus hijos cuando les dan las buenas noches. Si su hijo o hija quiere decirle algo, es común que el progenitor responda eso de «ahora toca dormir y papá/mamá está cansado».
No dudes en disfrutar de esos momentos irrepetibles. La niñez de tus hijos es muy corta y hay que saber estar presentes, disfrutar de este «aquí y ahora» que no volverá a repetirse.