¿Por qué un bebé no puede ser hiperactivo?

Si crees que tu bebé es hiperactivo, no te apresures a diagnosticarlo. Te explicamos cómo su momento evolutivo puede explicar esos comportamientos que te preocupan.
¿Por qué un bebé no puede ser hiperactivo?
Leticia Martín Enjuto

Revisado y aprobado por la psicóloga Leticia Martín Enjuto.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 04 julio, 2023

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) ha cobrado un gran auge en los últimos tiempos. Según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-V) se da, aproximadamente, en el 5 % de la población pediátrica. Sabemos que los diagnósticos clínicos en la infancia están en alza.

A su vez, hoy en día todos conocemos, al menos a grandes rasgos, cuáles son sus principales síntomas. Todo esto lleva a los padres a preocuparse ante el más mínimo signo que perciben en sus hijos, aunque se trate de bebés pequeños. Sin embargo, es necesario saber que un bebé no puede ser diagnosticado como hiperactivo debido a su corta edad.

¿Por qué un bebé puede parecer hiperactivo?

Es cierto que los primeros signos del TDAH se presentan durante la etapa preescolar. No obstante, los expertos y los principales manuales de psiquiatría sitúan la edad mínima para el diagnóstico en los 4 o 5 años. Antes de este momento, se considera que el infante todavía está en pleno proceso de adquisición de sus habilidades sociales y de autocontrol.

«Las manifestaciones de TDAH van a variar según la etapa de desarrollo y generalmente la mayor demanda de atención ocurre entre los 6 y 9 años de edad, cuando ya las características del TDAH empiezan a impactar negativamente en el funcionamiento diario de los niños».

Fiorella Rusca-Jordán & Carla Cortez-Vergara (2020)

Sin embargo, existen diversos signos y comportamientos que pueden llevar a los padres a pensar que su bebé es hiperactivo. Entre los más frecuentes, destacamos los siguientes:

  • Llora de forma persistente o experimenta muchas rabietas.
  • Se muestra inquieto y movedizo. No permanece sentado en la sillita durante mucho tiempo.
  • No juega solo y reclama atención de forma constante.
  • Se muestra desobediente y desafiante la mayor parte del día.
  • Necesita cambiar de actividad con frecuencia y pierde el interés con facilidad.

La energía de los bebés se debe a múltiples razones

Como hemos comentado, no es posible diagnosticar a un niño tan pequeño con un trastorno por déficit de atención e hiperactividad. En general, las causas de esa inquietud y aparente impulsividad son propias de su etapa de desarrollo o de sus rasgos de la personalidad.

A continuación, te contaremos estos puntos en detalle. ¡No dejes de leer!

Desarrollo cognitivo infantil

En primer lugar, es importante remarcar que las habilidades cognitivas de los niños aún están en desarrollo. Por ejemplo, la atención de un bebé es muy limitada y todavía no sabe dirigirla a voluntad ni sostenerla por largos períodos. Así, es normal que desee cambiar de juego o de actividad con relativa rapidez y que se distraiga ante cualquier estímulo externo llamativo.

Por otro lado, el control de impulsos es todavía inmaduro. Por lo mismo, el bebé puede actuar de forma temeraria e irreflexiva o no acatar las directrices a la primera. Esto es natural y no debes exigirle más de lo que corresponde a su etapa del desarrollo.

Temperamento explorador

Pese a tener la misma edad, no todos los infantes se comportan de la misma manera. Hay bebés tranquilos y cautos y otros llenos de energía, que no parecen conocer la prudencia. Esto es normal y ninguno de los dos casos es preferible al otro, pues no constituyen un problema ni un trastorno en sí mismos.

Estas diferencias se deben al temperamento infantil. Algunos niños nacen con lo que se conoce como temperamento explorador y tienden a explorar el entorno por naturaleza. Se les ve activos, dinámicos e intrépidos.

En contraparte, los bebés con temperamento inhibido son más temerosos, más pasivos y apegados a sus figuras de cuidado. Pero ambos pueden estar en perfecto estado de salud.

Bebés de alta demanda

Otra situación muy frecuente que confunde a los padres con la hiperactividad es el niño de alta demanda.

Estos pequeños presentan unas características difíciles de pasar por alto: lloran mucho, tienen dificultades para dormir y se despiertan con recurrencia. También, suelen exigir mucha atención de parte de los adultos.

Los padres sienten que apenas pueden despegarse de su hijo y que pocos de sus intentos por calmarlo o entretenerlo son suficientes. En general, los progenitores están agotados y confundidos, pero la realidad es que no hay nada malo con su bebé.



Falta de recursos y herramientas personales

Cuando el niño se acerca a los dos años, las rabietas son más que habituales y pueden manifestarse a través de arrebatos de ira, llanto, negación y desobediencia. Aunque aparecen en la mayoría de los infantes, en algunos pequeños son más llamativas y continuas que en otros. Y, en general, esto se debe a la falta de recursos del niño para lidiar con sus emociones.

Tolerar la frustración no es sencillo y, al recibir una negativa, se puede desencadenar la rabia o la tristeza. Aprender a canalizar las emociones lleva su tiempo, así que si aún no has trabajado la inteligencia emocional con el pequeño y no dispone de los recursos necesarios, es importante hacerlo cuanto antes.

Signos tempranos de hiperactividad

Las anteriores suelen ser las circunstancias más comunes que explican este tipo de actitudes y de comportamientos en los niños. Sin embargo, y aunque un bebé no pueda recibir el diagnóstico de hiperactivo, puede empezar a manifestar algunos signos de este trastorno desde edades tempranas.

No es apropiado etiquetarlo de forma prematura, pero conviene estar alerta ante la aparición de algunos de los siguientes indicios y de su evolución:

  • Es muy distraído, suele perder sus cosas con facilidad y le cuesta poner atención a las indicaciones.
  • Se muestra inquieto y agitado, le cuesta mantenerse calmado y esperar su turno.
  • Es caprichoso y no tolera la frustración.
  • Actúa de forma impulsiva y puede cometer múltiples errores por su falta de planificación y cuidado en lo que hace.
  • No acepta órdenes, puede adoptar una actitud rebelde y tener explosiones de ira.
  • Actúa de forma egoísta, entrometida y acaparadora.
  • Estas tendencias le causan malestar o dificultan el funcionamiento diario en la familia, en la escuela o con los iguales.


¿Qué hacer si aparecen indicios?

Si se detectan estas señales, es conveniente buscar una opinión profesional y hacer un seguimiento del pequeño. Si este trastorno no se identifica a tiempo, las consecuencias emocionales y sociales para el niño pueden ser significativas. Por ejemplo, fracasos en la esfera académica, las relaciones familiares y la interacción con los compañeros.

No obstante, si tu hijo aún es un bebé, ¡no te apresures ni te precipites! Permite que siga su ritmo, respeta sus tiempos y su evolución. Recuerda que aún está en pleno proceso madurativo y tiene mucho por aprender. Quizás lo que hoy te preocupa termine convirtiéndose en una simple anécdota.


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