Que los niños tengan un juguete favorito no es un problema, al contrario, es algo muy natural porque es un factor que promueve la seguridad que sienten de desenvolverse en su entorno. Sin embargo, aunque por lo general se trata de una dependencia sana, llega el momento en que es obligatoria la separación.
No necesariamente este objeto que le provoca obsesión al niño tiene que ser un juguete; a veces es una manta, una pieza de ropa, una almohada, el chupete o incluso su propio dedito. En la mayoría de los casos, se trata de un objeto que es muy feo, está sucio y roto por el constante uso; pero es el favorito de nuestros niños, lo que hace imposible quitárselo.
Estos objetos también están asociados al consuelo, porque cuando los pequeños están pasando su peor momento, acuden a ellos con mayor intensidad. Cuando tienen hambre, están asustados o enfadados, se aferran a su juguete favorito con mayor fuerza.
Remplazar su juguete favorito: una misión imposible
Lo que vuelve este caso una misión imposible, es que el niño se halla tan apegado a este juguete, que siente mucho temor de perderlo; por consiguiente, puede llegar a ser muy doloroso para él que lo desprendan de él, porque siente cierta dependencia. Como sabemos de sobra, el dolor de nuestros hijos es el nuestro también, por eso le permitimos que se quede con su objeto de consuelo.
Sin embargo, no siempre los padres queremos eliminar el uso de este objeto, sino que queremos remplazarlo; tal vez por uno más limpio o de mejor calidad. Pero esto es algo que los niños no están muy dispuestos a negociar, trayendo como consecuencia que se aferren más al objeto de apego.
En tal sentido, los padres comenzamos a ver con preocupación que los niños sean tan dependientes de su juguete y en consecuencia, nos activamos desesperadamente con la intención de quitárselos definitivamente. No obstante, la repentina separación de estos objetos, puede ser perjudicial para el niño, porque forma parte de su transición de bebés a niños más o menos independientes.
Por otro lado, remplazar el juguete también puede afectar el desarrollo emocional del niño, porque implica la separación directa de su amigo incondicional; además representa el riego potencial de que vuelva a suceder lo mismo con el otro juguete.
5 claves para identificar la relación del niño con su juguete favorito
- Lo usan para acostumbrarse a dormir solos y siempre lo relacionan con su mamá.
- Su juguete es parte de su familia, por eso tiene un nombre y una “personalidad”.
- Para el niño es normal y no constituye un problema, por esto no comprenden que sea preciso desprenderse de él.
- El niño se siente responsable por este objeto, lo cuida y lo acompaña como si este lo necesitara más que él.
- Esto no representa un peligro, al contrario, es positivo en el desarrollo de relaciones afectivas; todo dependiendo del tipo de juguete.
Los juguetes más preocupantes
Aunque la preocupación de los padres sobre este objeto reside en la relación del niño con este, por lo general la mayor inquietud la fomenta una cuestión estética. A los padres nos cuesta ver a nuestro hijo con un osito sucio y roto, además nos avergüenza que otras personas lo vean con un trapo sucio.
También es sin duda una cuestión de salud, creemos que los niños se pueden enfermar por el contacto con este objeto en condiciones tan poco higiénicas. Esta preocupación está muy bien fundada, pero debemos estar conscientes de que los niños no comprenden estas cosas.
Sin embargo, el juguete que nunca falta y que tiende a preocupar de manera más radical es el chupete. A veces los niños ni siquiera tuvieron un juguete favorito, si no que se apegaron tanto al chupete o a succionar su propio de dedo, que esto se convierte en su actividad favorita.
El chupete es perjudicial cuando su uso es permanente y prolongado, por eso es el rey de las preocupaciones de los padres. En tal sentido, aunque nadie quiere que su hijo sea muy apegado a un juguete, es del chupete que todos nos cuidamos más.
Los especialistas consideran que no existen motivos para estar alarmados por el hecho de que el niño tenga un juguete favorito, no constituye un peligro, ni es señal de algún problema emocional o neurológico; tampoco es indicativo de debilidad.
En tal sentido, la recomendación es ser pacientes y amorosos en la manera de actuar en estos casos. Los niños son sensibles a estos objetos y el único riesgo que corren con su uso es que caigan en burlas, por eso lo mejor es prevenir.