Enseñar a nuestros hijos a decir las cosas por su nombre tiene una importancia pedagógica y psicológica esencial. Los niños que por ejemplo, saben llamar a cada parte de su cuerpo por su nombre, construyen antes su identidad, se defienden ante posibles abusos y fomentamos en ellos adecuadas actitudes de auto-cuidado.
Este puede ser sin duda un tema sensible para muchos pero que sin embargo, es necesario poner sobre la mesa. La palabra es una herramienta imprescindible para construir nuestra realidad, así, si hay algo que no tiene nombre, sencillamente “es que no existe”. Esto lo podemos ver por ejemplo en algunos niños.
Hay pequeños y pequeñas a los que se les educa como si sus órganos sexuales no existieran. “Eso no se mira, eso no se toca”. La palabra “eso” es demasiado imprecisa y confiera a los niños la sensación de que hay algo extraño y prohibido en ellos, algo de lo que no debe hablarse y que les avergüenza.
Muchos de esas chicas y chicos pueden no integrar sus genitales como una parte integral de su cuerpo, lo cual, los pueden hacer más vulnerables a los abusos. Sin contar también con el hecho de que pueden llegar a creer que “hay algo sucio en ellos”, algo que no debe nombrarse. Educar por tanto de este modo no es sano ni pedagógico, debemos dejar a un lado miedos y tabús y guiar en la verdad y la responsabilidad.
En “Eres Mamá” te proponemos reflexionar sobre ello.
Las cosas, por su nombre, sin tabúes
Una nariz es una nariz, una mano es una mano y un pene no es una colita ni una vagina eso que “no se toca con las manos”. Llamar a las cosas por su nombre y explicar determinadas cosas a los pequeños les servirá de ayuda en su crecimiento y en sus tareas de auto-cuidado. No hay nada malo, por ejemplo, en explicarles que los órganos sexuales no se tocan con las manos sucias.
Tampoco está de más dejarles bien claro desde el principio que nadie puede ni debe tocar esas áreas de su cuerpo, que si alguien lo hace sin su permiso o si alguna actitud les incomoda o les “hace sentir mal”, deben correr, pedir ayuda y hablar enseguida con mamá y papá.
Hablar de estas cosas con naturalidad y sin tabúes, hará que sus conductas de higiene sean siempre las correctas, que puedan consultarnos cosas sin miedo ni incomodidad y ante todo, que podamos ser siempre esa primera referencia cuando llegada la adolescencia, tengan sus dudas más concretas, sus inquietudes, sus temores…
Por otro lado, algo que saben muchos padres es que llegados los 3-4 años, los pequeños empiezan a desarrollar claramente su identidad de género. Ese es el momento en que se interesan por las diferencias entre los niños y las niñas, y es ahí también donde debemos estar atentos, respondiendo sin miedos, con claridad y siendo siempre sensibles ante sus dudas.
Las cosas tienen nombre y las emociones también
Enseñar a nuestros hijos a decir las cosas por su nombre implica también el promover en ellos la necesidad de designar con acierto sus emociones. En traducir en palabras qué sienten, qué necesitan, qué les ocurre y qué les preocupa.
- Las emociones y su expresión tampoco son un tabú y esto debemos tenerlo muy claro a la hora de educar.
- Algo que suele ocurrir con mucha frecuencia es decirles a los niños varones aquello de “los niños no lloran, los chicos tienen que ser fuertes“. Poco a poco y casi sin darnos cuenta, moldeamos un carácter donde los pequeños se sienten incapaces de expresar determinadas cosas, de disimular sus miedos, de esconder sus necesidades.
El miedo existe, la rabia también tiene forma, la tristeza también tiene nombre. Por tanto, el que ayudemos a nuestros pequeños a decir con claridad “tengo miedo porque en el cole hay un niño que me quiere pegar”, puede hacer que podamos ayudarlo de forma temprana, a prevenir muchos problemas y a dar al mundo chicos y chicas más hábiles en Inteligencia Emocional.
Educar con Inteligencia, educar sin tabúes
Lo que sin duda quieres como padre y como madre es que tu pequeño confíe en ti, que no tenga miedo a nada y que desarrolle una buena autoestima, una buena identidad y una auténtica capacidad para ser felices sean como sean.
Para lograrlo, nada mejor que enseñarles desde bien temprano a decir las cosas por su nombre. Cuanto menos tabúes, cuantas menos cosas en la sombra más seguridades para la mente del niño.
Asimismo, hay que recordar que no es necesario “quemar etapas”, no hay por qué explicarle a un pequeño de 3 años de dónde vienen los bebés. Cada cosa llegará a su tiempo, pero si en algún momento tu hijo te hace esa pregunta intenta en la medida de lo posible, no mentir ni recurrir a extrañas metáforas. No podemos olvidar que nuestros hijos tienen a su acceso las nuevas tecnologías y que muchas veces, hallan las respuestas por sí mismos.
Seamos por tanto nosotros sus primeros guías y quienes les demos las mejores respuestas.