
La implementación de las nuevas tecnologías en la educación es una realidad en nuestra sociedad a día de hoy. No obstante, a pesar de sus múltiples ventajas, la realidad virtual y la realidad aumentada aún tienen mucho camino por recorrer…
La importancia de cenar en familia se encuentra, además de en la tan necesaria alimentación, en compartir un tiempo precioso con los seres más queridos que puede tener un ser humano.
Las cenas familiares son instantes llenos de complacencia, plática, entendimiento y consejos entre todos los miembros de un núcleo. Personas que quizás, por los compromisos de la vida misma: trabajo, escuela, estudio, responsabilidad…, no tienen otro chance de calidad para verse y estar juntos.
Aunque un niño pequeño quizás no entienda la importancia que tiene el sentarse a la mesa a la misma vez que todos los integrantes de su familia, resulta imprescindible que adoptes esto como una rutina de vida.
Desde pequeñito, debes enseñarle y acostumbrarlo a sentarse a cenar en la mesa y esperar por todos los comensales porque así, le estarás inculcando buenos modales y lo irás acostumbrando a una práctica que lo acompañará hasta la adultez.
Es la hora en la que todos los miembros dejan a un lado sus deberes y responsabilidades para dedicar unos minutos a comentar sobre su día y conocer cómo le fue al resto del grupo.
Aunque muchas culturas consideran que está mal llevar el “trabajo” a la mesa, no es menos cierto que en miles de hogares la cena se usa para debatir acerca de nuevos proyectos que atañen a la familia como la renovación de la vivienda, una mudanza, la compra de equipos… Ese es el momento ideal para conocer la opinión de todos los implicados, incluso de los niños.
Un niño que come solo, por ejemplo, mirando la televisión, se entretiene con los animados que mira y presta menos atención a la comida que tiene en el plato. Luego de pasar minutos ensimismado en los dibujos pierde el apetito.
Sin embargo, un niño que come en la mesa junto a su familia es supervisado por los comensales que lo acompañan. Nunca falta quien le ofrece una porción extra o quien lo incita a comer este o aquel alimento.
En la cena familiar el niño tiene la oportunidad de ser un ente activo y compartir opiniones acerca de los sabores y las texturas de la comida a la vez que se alimenta bien.
Tomar bien los cubiertos, cuál cubierto se usa para comer qué alimento, cómo comer, usar la servilleta…
No es lo mismo una familia que apenas conviva y se vea prácticamente solo para dormir que otra que comparta momentos como el de la cena.
Quienes se sientan juntos a la mesa desarrollan lazos de cariño, afinidad, confianza, compromiso, y amor.
Cuando se sirve la mesa para una cena familiar se ponen platos elaborados en el propio hogar usando las recetas que quizás mamá aprendió de la abuela y la abuela aprendió de la bisabuela, y así sucesivamente.
En una cena familiar se tiene la oportunidad de perpetuar costumbres y trasmitirlas a la nueva generación.
No todos, ni siquiera los adultos, tienen esta habilidad comunicativa.
Sin lugar a dudas la cena se convierte en un momento idóneo para enseñar al menor a hacer silencio y escuchar a sus interlocutores de manera natural, sin forzarlo o atosigarlo, con esta imprescindible regla de la buena comunicación.
Ofrece oportunidad de que el niño se sienta útil y pueda participar de la colaboración de las labores hogareñas. Lo mismo preparando los alimentos, sirviendo la mesa, como recogiendo y lavando los cubiertos.
Cuando el trabajo se comparte toca a menos y sabe mejor. El niño tiene la posibilidad de sentir que su esfuerzo cuenta.
Mamá, enseña a tu hijo la importancia de cenar en familia para que herede las tradiciones que tú heredaste y tanto disfrutas. Haz esto, para que algún día tenga la oportunidad de también transmitirlas a los suyos.