Elogiar a los niños de forma equilibrada

Los elogios, en su justa medida, pueden favorecer a nuestros hijos. En nuestras manos está evitar los excesos.
Elogiar a los niños de forma equilibrada
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 05 marzo, 2021

Reconocer las cosas buenas que hacen los niños es tanto una acción normal como beneficiosa. Los niños necesitan saber cuándo realizan algo bien, de igual forma que cuando las cosas están mal para poder aprender a desenvolverse adecuadamente en su entorno. Sin embargo, ¿es correcto elogiar a los niños constantemente?

Muchos padres cometen el error de elogiar cada una de las acciones que realizan sus hijos. Estas alabanzas, no van más allá del mero cumplido y, lejos de beneficiar a los niños, terminan perjudicándolos. ¿Cómo? Muy sencillo: se deja de apreciar la realidad y no se fomenta una actitud crítica sana, ni tampoco se valora el esfuerzo.

En otras palabras, la valoración de lo que se encuentra en la superficie, aunque suene dulce, no incentiva a los niños a ser mejores sino que los estanca. Los elogios les hacen creer que ya son perfectos y que siempre van a tener a sus padres para ser alabados y elevados. Evidentemente, esto afecta el desarrollo de la personalidad

No es conveniente elogiar en exceso a los niños.

¿Elogiar es negativo?

No se trata de dejar a un lado todas las cosas positivas que el niño realice ni de ser estrictos con los cumplidos. No se trata de medir el número de halagos sino de darles el espacio correcto. De hecho, decirles a los niños que han realizado un buen trabajo, sonreírles por alguna actividad bien elaborada y aplaudirles su esfuerzo es un gesto que ayuda a superarse y crecer sanamente.

Hay que actuar con moderación y procurar no elogiar todo lo que los niños hagan, sin un motivo específico. Debemos tener muy claro qué y cuándo reconocerles algo. Si realizamos cumplidos y damos elogios por todo, no les estaremos favoreciendo.

Un niño que se acostumbra a recibir alabanzas de manera constante de las personas que lo rodean, no puede hacerse una percepción clara de la realidad.

El experimento de la Universidad de Stanford

Un estudio realizado en la Universidad de Stanford, por un grupo de expertos dirigidos por la doctora Carol Dweck, arrojó conclusiones importantes sobre el tema. Dicho estudio se basó en la realización de un experimento social que consistía en ofrecer rompecabezas a un grupo de niños de 11 años de edad para que los resolviesen.

Tras resolverlos, cada niño obtuvo como resultado una calificación y junto con ella, una pequeña apreciación de 6 palabras. Luego los niños fueron clasificados en dos grupos, el grupo A, los cuales recibieron elogios por su inteligencia, y el grupo B, que fueron felicitados por su esfuerzo al realizar el rompecabezas.

Posteriormente, se les consultó a ambos grupos de niños cómo les gustaría que fuera la dificultad de la prueba siguiente. Se les dió a escoger entre un nivel  fácil y uno difícil. Y fue muy interesante presenciar lo que cada grupo escogió. 

Resultados y conclusiones

En el grupo A, 2 de 3 de los niños escogieron que fuera fácil. Por otro lado, en el grupo B, 9 de diez niños escogieron la opción difícil. El primer grupo de niños no quería perder el mérito de ser inteligentes, mientras que el segundo grupo, quería ver hasta dónde podía llegar con su esfuerzo.

El experimento de los puzzles.

En la tercera parte de la prueba, se les colocó a ambos grupos un rompecabezas de gran dificultad, tanto así, que ninguno pudo superarlo. Con la diferencia de que, los niños del grupo B, intentaron resolverlo durante mucho más tiempo, disfrutando la actividad sin perder la confianza en sus habilidades. Todo lo contrario ocurrió con los niños del grupo A.

En la última parte de la investigación, fueron entregados a los dos grupos otros rompecabezas, con el mismo nivel de dificultad, que los que se les dieron en la parte inicial de la prueba. Como resultado, los niños del grupo A bajaron su rendimiento en un 20%, mientras que los niños del grupo B lo incrementaron en un 30%

Este experimento se repitió tres veces con distintos grupos de niños, y se obtuvieron resultados muy similares. Por lo que la doctora Carol Dweck, concluyó que el elogio en exceso perjudica la motivación de los niños y, por lo tanto, llega a perjudicar su rendimiento.

Existen otras investigaciones acerca del impacto de los elogios excesivos a los niños. Y así como hay expertos que indican que es bueno elogiar a los niños a menudo, hay otros que indican que los elogios deben moderarse para evitar promover actitudes malsanas en futuros adultos.


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