¿Cuándo se deben extirpar las vegetaciones de oídos?
Las vegetaciones de oídos –mejor conocidas como adenoides– son ganglios ubicados en la parte superior y detrás de las fosas nasales. Su función es defender el organismo contra las infecciones.
Si se detecta que el bebé o el niño tiene dificultades para respirar o beber, tiene mal aliento, mocos en abundancia, duerme con la boca abierta e, incluso, ronca, estos pueden ser síntomas que indican que algo no está bien con las adenoides. Para despejar las dudas, lo mejor será consultar con el médico.
Las vegetaciones de oídos y las infecciones
Hay que tener en cuenta que los niños son más vulnerables a contraer infecciones, dado que aún tienen un organismo inmaduro. Y si bien las vegetaciones de oídos deben actuar como una barrera contra las enfermedades, no siempre consiguen frenarlas cuando se presentan de manera sucesiva, entre otros aspectos.
Los niños son un blanco fácil para las enfermedades. La nariz y la boca están en primera línea a la hora de contaminarse.
Al infectarse, las vegetaciones de oídos pasan por un proceso inflamatorio, que puede ser agudo o crónico, y puede cursar con un exceso de mucosidad en el área nasal, que puede impedir la respiración y también causar dolor de oídos. Por ende, deben tratarse cuanto antes para evitar complicaciones mayores, tales como: otitis, rinitis, bronquitis regular, entre otras.
Tratamientos
El tratamiento para combatir la infección consiste, principalmente, en antibióticos. Ahora bien, cuando el problema persiste a pesar de los medicamentos y el malestar se vuelve recurrente, será necesario acudir al médico. Posiblemente, el profesional recomiende que se practique la extirpación de las adenoides mediante cirugía.
La adenoidectomía, es decir, la extirpación de las vegetaciones de oídos, suele practicarse cuando el niño o el bebé presenta amigdalitis de forma recurrente. Se puede practicar en cualquier etapa de la vida. Cabe destacar que la edad en los niños no es un factor que contraindique la intervención quirúrgica. Con todo, al realizarse a niños menores de 3 años, se considera una cirugía de alto riesgo debido a la posible pérdida de sangre.
Después de la cirugía, el paciente respirará mejor por la nariz, tendrá menos infecciones de oído y, además, tendrán menos dolores de garganta, o bien, malestares más leves.
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