¿Cómo beneficia a los niños creer que los deseos se cumplen?

El niño que cree que sus sueños se cumplirán, indudablemente, confía en sus propias capacidades y en las oportunidades que le ofrece la vida.
¿Cómo beneficia a los niños creer que los deseos se cumplen?
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 24 enero, 2020

Si algo caracteriza la infancia es la ilusión, la inocencia y la fe. Los niños poseen una mente limpia y una desarrollada imaginación por lo que, para ellos, todo es posible. Así, es común observar a los más pequeños pidiendo deseos ante una tarta de cumpleaños, al pasar debajo de un puente o simplemente acostados en su cama antes de dormir. Pero, además, piden con la absoluta convicción de que los deseos se cumplen.

A los adultos estos actos nos resultan tiernos, pero ingenuos, pues ya hemos desarrollado el pensamiento lógico. Sin embargo, al hacerlo, también hemos perdido gran parte de la confianza que los niños poseen en sí mismos y en el mundo. Por ello, ayudemos a los pequeños a aprovechar este potencial para desarrollar los rasgos más positivos de su personalidad.

Autoestima y optimismo

A pesar de lo irracional de la creencia, tener seguridad en que los deseos se cumplen potencia dos de las cualidades más importantes destacadas por la psicología positiva: la autoestima y el optimismo. Saber que lo que deseas ocurrirá implica confiar en que tienes todo lo necesario para lograrlo y en que el mundo está lleno de posibilidades.

Niño con una gran motivación y autoestima debido a que cree que los sueños se cumplen.

Ha quedado ampliamente demostrado que las personas que poseen estas dos características son más felices y exitosas. Afrontan la vida con mayor vitalidad y determinación, y son capaces de gestionar el fracaso de una manera más productiva. La confianza es el motor que nos impulsa a trabajar por nuestros sueños.

La confianza es el motor

Pongamos un ejemplo. Es inicio de curso y dos niños tienen el mismo deseo: ganar una medalla en una competición de gimnasia. Ambos se encuentran en las mismas condiciones, pero uno de ellos cree firmemente que su anhelo se cumplirá y el otro no. Su creencia les llevará a actuar de formas muy distintas y a obtener resultados muy diferentes.

Si no superan las pruebas para entrar en el equipo, el primero continuará trabajando para mejorar sus habilidades y probará suerte en otro lugar. El segundo, por el contrario, se dará por vencido y se convencerá de que él no es apto para este deporte. O sentirá que la vida es injusta y que no puede hacer nada por evitarlo.

Más adelante, si ambos han entrado en el equipo, su fe seguirá motivando su comportamiento. El primer niño vivirá los entrenamientos con pasión y entusiasmo; para él será una actividad divertida que le acerca a lograr algo que sabe que ya es suyo. Sin embargo, el segundo niño puede verse abrumado por la presión y la inseguridad, y vivir el deporte con la angustia de no ser suficiente.

Ya en la competición, si ninguno logra la medalla, mientras uno se siente paralizado por el fracaso, el otro encontrará la motivación para aprender de sus fallos y continuar. Así, al final del año, el pequeño que mantuvo la confianza probablemente habrá logrado una victoria. Mientras, el otro se habrá desapuntado de la actividad o seguirá practicándola cada vez con menos ilusión y más temor.

Padres motivando a su hija para que se cumplan sus sueños.

Los deseos se cumplen

Quien creyó que su deseo se cumpliría lo vio cumplirse. Pero no por haberlo pedido al soplar las velas, sino porque su convicción le llevó a creer en sí mismo y a buscar y crear las oportunidades. Este éxito confirmará su creencia de que es capaz de lograr lo que se proponga, de que el mundo es un lugar amable y confiable, y de que sus deseos pueden hacerse realidad. Le proporcionará una sensación de control sobre su propia vida que es indispensable para gozar de una buena salud emocional.

Por el contrario, el niño que no alcanzó su objetivo verá corroborada su idea inicial de que no posee las cualidades suficientes y de que no tiene control sobre lo que sucede. Así, desarrollará una actitud derrotista y conformista que le generará sentimientos de infelicidad e indefensión.

La diferencia entre el éxito y el fracaso radica, muchas veces, en nuestra capacidad para creer que el logro está a nuestro alcance. Por eso, si tu hijo pide deseos, alimenta su convicción. Anímale a creer, a confiar en sí mismo y a mirar la vida con optimismo. A lo largo de los años no todos sus sueños se cumplirán, pero, sin duda, afrontar la decepción con una autoestima sólida y un optimismo bien arraigado le ayudará enormemente a salir adelante.


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